El regreso de Limonada Joe

El socialismo se terminará de construir con limonada y guarapo, o con guarapo y limonada, si total, el orden de los factores no hará aparecer el producto
 

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En los tempranos años 60 fue muy famosa en Cuba una película filmada en 1964 en Checoslovaquia, con el título original de Limonádový Joe aneb Konská opera, que sería estrenada con el sonoro y abreviado nombre de “Limonada Joe”.

Era una parodia de las películas del oeste, con formato musical, y con diálogos y escenas de acción. El argumento era chispeante y simple: Joe era un pistolero abstemio, es decir, que no ingería bebidas alcohólicas sino única y exclusivamente limonada Cola-Loca. El limón era la base de todo.

Ahora ha vuelto Limonada Joe. Regresa dispuesto a imponer su sana costumbre de beber el refresco fabricado con limones y se pregunta, extrañado, qué pasó con las jugueras, las tantas jugueras que había en ese pueblo polvoriento y arisco, que ahora nadie puede disfrutar del néctar ácido que es la base de la vida. Una vida feliz y sana, porque para el nuevo Limonada Joe, la limonada es la pausa que refresca.

Y hace más. Encerrado entre las altas paredes de la patria extiende su clara y preclara mirada allende los males y no halla devastación alguna. Siguen, en su memoria, ondulantes y esbeltas las cañas deliciosas, piedra de toque del otro alimento que podría salvar al cubano de hoy, ese que le ha tocado dirigir, salvar, convencer y alimentar: el guarapo.

Y por supuesto, se pregunta también, más extrañado aún, qué pasó con aquellas guaraperas, los pequeños trapiches que fabricaban aquel líquido dulce y espeso que engañaba al hambre y a la más tenaz desilusión.

No hay guarapo. Ni azúcar para endulzar la limonada que pide Limonada Joe. Un país que creció gracias a su industria azucarera tiene hoy que comprar el azúcar en otros mercados antaño suyos. Los centrales fueron minuciosamente desmantelados. Otros fueron abandonados a la herrumbre con que los revistió el paso del tiempo y el mal uso. No hay cómo fabricar azúcar ni procesar la caña, esa planta que los picúos del periodismo triunfalista calificaban, poéticamente, como “dulce gramínea”.

Ya no hay dulce, ni gramínea, ni el “huerto claro donde madura un limonero” que cantara el gran poeta Antonio Machado. En Cuba la vida no te puede dar limones porque desaparecieron por arte de magia.

Aquellas tierras fértiles donde brotaba cualquier cosa que se sembrara en ellas, hoy solamente dan tristeza y milicianos viejos. Y chivatos, muchos chivatos rencorosos en los surcos. Pero nada con qué hacerse una fría limonada para paliar el calor insular que, con tanto imbécil que ha destruido la agricultura de la isla, es insoportable, irresistible, casi como un ensayo para entrar al infierno.

Pero no parece haber imposibles para Limonada Joe, nacido para vencer dificultades, y como se empeña en ser continuidad, padece de la misma locura del Delirante en Jefe Fidel Castro, un estadista de pacotilla que era capaz de pasar horas y horas hablando de hierbas novedosas y de recetas de cocina, del funcionamiento de las ollas arroceras y darle a las sufridas amas de casa cubanas la mágica receta del batido de mamey sin mamey ni leche.

Así anda, con nasobuco para encarnar mejor al pistolero de la película checa, el puesto a dedo Díaz-Canel, Limonada Joe, que ha encontrado la salvación patria, la solución definitiva, la piedra filosofal que hará avanzar a la patria hacia cumbres no pensadas. Su fórmula es sencilla y ha estado, durante todo este tiempo, al alcance de la mano: el socialismo se terminará de construir con limonada y guarapo, o con guarapo y limonada, si total, el orden de los factores no hará aparecer el producto.

Limonada Joe lo sabe bien: Si la vida te da limones...eres un hombre de suerte.

 

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