En un mercado de libre comercio el sector privado vende o compra a quien desee, sin importar si es del sector estatal, ya sean nacionales o extranjeros. Lo único que les importa es obtener beneficios: para eso son los negocios.
En Cuba es algo impensable que ello ocurra bajo la dictadura de los Castro. Así que no es de extrañar que las medidas para el sector privado en el mes de julio sean solo “bombo”, platillo y mucho humo.
Ya lo habíamos denunciado, no porque seamos profetas sino porque estos dirigentes son bastante predecibles. Han colocado la otra cara, la del apretón que no te da margen. Así lo muestra la Gaceta Oficial No.59 Ordinaria, del 17 de agosto de 2020, donde se recogen las resoluciones del Banco Central de Cuba y de los Ministerios de Comercio Exterior (Mincex), Economía y Planificación, y el de Finanzas y Precios.
Por tradición sabemos que la parte más estrecha del embudo es la que le toca al ciudadano cubano. El sector privado no podía estar exento de ello. En el mes de julio las “facilidades” para este grupo tan importante de la economía nacional no prometían gran cosa. De hecho, lo que había era un control total por parte de la tiranía. Estaban preparando el terreno para hacer oficial unas medidas que esclavizan al empresario cubano.
De ahí que el matiz de las iniciativas anunciadas en la Mesa Redonda en julio haya desaparecido en las resoluciones del 17 de agosto. Cosa rara, ¿verdad?
Por ejemplo, el sector privado decidiría con el Estado los precios de venta; ahora, según la Resolución del Mincex, el precio de venta de exportación debe acordarse por las entidades exportadoras con el cliente externo. Por otra parte, ya el productor no ganará según lo que haya invertido por la calidad del producto que exporte, sino que solo percibirá el 20% de los beneficios de lo exportado.
Díganlo bien: el sector privado no va a exportar; te lo va a llevar a ti de manganzón y vago —al estado—, para que tú lo exportes y ganes más, típico del comunismo, donde el vivo vive del estado y el estado del trabajador.
Las ganancias obtenidas por exportaciones deben ser transferidas por la empresa exportadora a la cuenta en MLC del empresario, con lo cual este no verá la moneda dura en su vida —los dólares, euros o cualquier otra divisa fuerte.
Todo, absolutamente todo, pasa por las manos de Papá Estado. Y al inicio, en el medio y al final, es una forma de explotación brutal, porque el productor para vender su mercancía se pasó horas tanto en la producción como en todo lo que conlleva: tan sencillo como eso.
Da coraje, pero hay que decir que es normal que ocurra pues, en un país donde impera un régimen dictatorial y dogmático, nunca habrá libre mercado, porque el “poder económico es el poder político”. Es un mantra y no quieren que se cumpla bajo ningún concepto.
Por tanto, y para resumir, desmantelamos desde aquí las palabras de Alejandro Gil, viceministro de la no-economía cubana, que no es preciso aparentar la búsqueda de facilidades para que la competitividad de las mercancías producidas por el sector privado se aproveche y se puedan exportar, así como denotar bondad al afirmar que la divisa que entre a través de la exportación del empresario privado vaya hacia ellos porque, en la concreta, ahora vemos que esas fueron mentiras.
Cada una de las resoluciones del Banco Central y los ministerios arriba mencionados echan por tierra cualquier tipo de apertura, facilidad y “bondades” que la dictadura cubana hubiese podido tener con el sector privado.