Yunia Figueredo: crónica de un arresto por apoyar al huelguista Guillermo del Sol

Yunia Figueredo fue arrestada este domingo junto a otros activistas que apoyaban la causa del huelguista Guillermo del Sol
Crónica de un arresto por apoyar al huelguista Guillermo del Sol
 

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La imponente entrada del cementerio de Regla resalta su blancura con las pocas luces de la noche. A pesar de la calle solitaria no estoy sola, miles de almas en sus tumbas me acompañan.

Mientras espero un transporte que me saque de ese pueblo oscuro, que visito por primera vez y en contra de mi voluntad, repaso la película de horror que me llevó hasta allí.

La tarde anterior, mientras intentaba con un grupo de activistas mostrar nuestro apoyo al huelguista Guillermo del Sol, fui detenida por oficiales de la Seguridad del Estado y subida a la fuerza a un carro patrullero— junto a los colegas Pablo Morales Marchan y Michel Matos— y trasladada a la estación policial de Zapata y C, en La Habana.

A mí me mantuvieron dentro del carro patrullero bajo el sol y con las ventanas cerradas durante una hora, hasta que me llevaron a la unidad de Zapata y C, donde nos reunieron a los seis detenidos de la marcha pacífica: Iliana Hernández, Luis Manuel Otero Alcántara, Oscar Casanella, Pablo Morales y Michel Matos. Allí permanecimos durante dos horas en un calabozo. Luego sacaron a Michel y se lo llevaron.



Nos dividieron para diferentes estaciones de policía de La Habana. Junto a Iliana Hernández fui conducida para Guanabacoa. Allí nos dejaron en el parqueo otras dos horas más, esperando al oficial llamado “Alexander”, quien decidiría finalmente qué harían con nosotras.

 

 

Cuando por fin llegó “Alexander”, traía en la mano una multa de 150 pesos para cada una, según él “por haber violado el circuito de seguridad del operativo”, multa que nos negamos a firmar. Esta acción encolerizó al oficial, que comenzó a gritar como un loco: “¡De todas formas la multa está puesta y tienen que pagarla. Y verán lo que les va a pasar por negarse a firmarla!”.

A Iliana Hernández la dejaron en Guanabacoa, a mí me llevaron para Regla, un lugar que jamás había visto. Me encerraron sola en una celda inmunda llena de mosquitos, hasta que a las 4 de la madrugada me dejaron salir: un pueblo oscuro, triste, endemoniado, para colmo sin el Carnet de Identidad, pues los agentes no supieron decirme en que parte de tanto trasiego por estaciones de policías había quedado mi documento.

En esta horrible tarde represiva, los esbirros de la policía política demostraron todo su odio contra seis activistas por los derechos humanos, que solo se solidarizaban con un hermano de lucha en huelga de hambre, exigiendo el cese de las regulaciones de viajes, el último de los engendros jurídicos para amedrentar a opositores, activistas y periodistas independientes.

En Cambio pudimos apreciar, mientras nos detenían y nos trasladaban en los patrulleros, a una población que se identificaba con nosotros, filmando con sus teléfonos celulares el atropello que sufríamos y mostrando abiertamente su antipatía por el uso excesivo de la fuerza. Nos apoyaban, llamando a nuestros familiares y amigos, para informarles de nuestro paradero.

 

 

También descubrimos la renuencia de algunos policías, en franco desacuerdo con el procedimiento de los oficiales de la Seguridad del Estado, y cómo manifestaban que tenían que cumplir las órdenes, porque le temen a ese órgano represivo, que está por encima de ellos.

Ninguno conocía de la huelga de Guillermo del Sol y se asombraban, según dijeron algunos: “¡Con lo malo que está la cosa y la crisis de comida que hay en Cuba, ¿cómo alguien puede renunciar a comer?!”.

Aprovechamos para promover su método de lucha pacífica, en reclamo a un derecho que es de todos, aunque muy pocos estuvieron aquella tarde en 23 y L, para apoyarlo en su esfuerzo y entrega.

En una ocasión, uno de los policías nos bajó las ventanillas, para que respiráramos y el oficial lo recriminó fuertemente y volvió a subirlas.

Iliana Hernández enfatizó que la policía es una víctima más de la opresión. “No pueden hacer nada. Tienen que cumplir su papel, porque si no terminan sancionados”.

Al momento de publicar esta nota, Iliana Hernández, Oscar Casanella y Pablo Morales, continuaban arrestados.

 

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