Abel Prieto insinúa que durante pandemia Dios castigó a países que rechazaron "misiones médicas" cubanas

Abel Prieto, espera que el régimen pueda seguir sobreviviendo a costa de la servidumbre de sus médicos, e insinúa que el agravamiento de la situación con la pandemia del coronavirus en varios países era un “castigo de Dios” porque sus gobiernos rechazaron la oferta de Miguel Díaz-Canel
 

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Es sabido que, en el sistema de cursilería castrista, los ñángaras de abolengo como Abel Prieto no tienen recato en ser más católicos que el Papa Francisco, y echan mano de las religiones para apoyar su ideas más irrespetuosas y descabelladas.

Ahora, el exministro de Cultura y antiguo asesor de Raúl Castro en el Comité Central del Partido Comunista de Cuba, insinuó que el agravamiento de la situación con la pandemia del coronavirus en varios países es un “castigo de Dios” porque sus gobiernos rechazaron la oferta de Miguel Díaz-Canel, de venderles servicios médicos, tratando de pescar en río revuelto.

¿Se refiere a Brasil, que canceló hace unos años el abusivo programa Mais Médicos, cuyas condiciones eran onerosas para los profesionales cubanos? ¿O a España, que durante la crisis actual rechazó las propuestas de los mercaderes de La Habana? ¿Acaso habla del máximo enemigo de la Casa Blanca?

En una entrevista publicada en Cubadebate, que tanto éxito ha tenido fabricando fake news por estos días, Prieto ligó a Ignacio Ramonent con la pandemia y cuentos de familia. Fidel Castro bailó por ahí también, en la punta de la lengua de Abel, porque el Comandante todo lo avizoró, no faltaba más. El diálogo que titularon “Desde Casa con Abel Prieto” -recuerda aquel monumento del kitsch televisivo En familia, con Alfredo- permite al antiguo ministro hacer lo que mejor sabe: divagar, meter La Habana en Guanabacoa y arrimar a su sartén la sardina.

Abel Prieto, espera que el régimen pueda seguir sobreviviendo a costa de la servidumbre de sus médicos. “Por un lado hay esperanzas de que se abran caminos más razonables de cooperación, (…) hoy tenemos nosotros que sentirnos muy orgullosos porque el prestigio de nuestro país, de nuestros médicos (…) realmente está en lo más alto, mientras que países muy poderosos están en el fondo del pozo, de la ignominia, realmente”.

Pero no tarda en fustigar como abuela enojada a los gobiernos que no son de su estima: “Muchos de los países que rompieron el convenio con Cuba en el campo de la colaboración de la salud, están hoy sufriendo duramente las consecuencias del coronavirus”, dice el comisario cultural venido a menos, con un énfasis que pareciera esconder su complacencia con el destino de los “enemigos” de la autocracia tropical.

Desde su sillón en Casa de las Américas, Prieto parece cada vez más un anciano chismoso, y menos el intelectual agudo que, cuenta la leyenda de los medios de propaganda oficial alguna vez fue: el Homero de la “Guerrita de los email”, con su talante de ladino rey aqueo.

 

 

“Mi mamá, pobrecita, ojalá los dioses la tengan en un lugar cálido, decía: Dios lo castigó y cuando alguien hacía algo malvado y después sufría las malas consecuencias de eso que hizo, la vieja mía decía: dios lo castigó”, soltó el aeda del politburó caribeño.

Según Prieto, el coronavirus “ha sido trágico, dramático”, pero a él le sirve porque le “ha dejado un saldo en términos de reflexión, análisis, autoanálisis en muchos casos, de pensar en las cosas que valen la pena, en toda esa falsa felicidad consumista que nos han vendido como meta”.

El señor presidente de Casa, vocea el miedo hacia los países extranjeros. Dice “no creo que a nadie se le ocurra hoy defender la privatización del sistema de salud de un país”, pero calla que muchas naciones afectadas tienen sistema de salud público y mejor que el tan empobrecido cubano.

Con cinismo, fustiga que “la industria farmacéutica esté en función del lucro”, como si el régimen castrista no haya visto la vendimia en esta crisis, con su sobredimensionado Interferón.

“Realmente es muy trágico que hayan expulsado a los médicos, en Bolivia (…) los trataron como delincuentes, humillaciones, canalladas que hicieron en algunos de estos países contra nuestro personal de la salud”. De la canallada de años del gobierno cubano con quienes abandonaron las misiones, despojados de patria, ni pío masculla Abel.

“Qué paradoja -sigue el ladino-, esos médicos nuestros allí, hubieran ayudado mucho a prevenir la expansión de la epidemia y por reírles la gracia a Trump, por hacerse simpáticos, por anotarse puntos con los yanquis, rompieron la relación con Cuba (…) y lo está pagando su pueblo hoy”.

Otra “perla” de la entrevista es la celebración de la gestión de gobiernos autoritarios en esta pandemia: “El mundo ha empezado a cambiar, el papel de China, de Rusia, el papel de un país pequeñito como Cuba, que no es una gran potencia en términos de armamentos, en términos económicos, pero en términos morales es una gran potencia y ahí está el espíritu de...”

Y aquí aparece, por supuesto, Fidel el castrador, que para Abel Prieto es todo: Cassandra y Apolo, Aquiles y Jenofonte y -¡oh, maravilla!- también fue Hipócrates, o hipócrita.

“Cuando se habla del interferón, tú ves que los científicos nuestros hablan de Fidel, cuando se habla de la biotecnología, tú ves que ellos hablan de Fidel, porque en medio del período especial Fidel hacía un esfuerzo particular para que no faltara en esos centros investigativos los recursos necesarios, siendo un país pobre”.

Por un momento, el exministro cultural, ahora revelado como ministro de los sacramentos castristas, se enreda en su propio relato y deja ver de qué va todo este evangelio en tiempos de pandemia: “desmerengado el bloque socialista, la Unión Soviética desintegrada, caímos en una situación de emergencia muy dura, muy amarga; sin embargo, teníamos la posibilidad de exportar vacunas, mantener los servicios médicos como una forma activa de expresar nuestra [¿falsa?] solidaridad”.

Abel Prieto anda vendiendo brebajes y servicios médicos, a falta de obra literaria.

 

 

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