Este 22 de mayo Pastor Batista, periodista de la estatal revista Bohemia, pidió a través de un artículo multas de 1500 pesos para quienes digan malas palabras en público.
"Como mismo las autoridades del orden público le aplican una multa de 1 500 pesos a quien ande sin nasobuco —me decía recientemente Raúl, un octogenario vecino— así también debieran ponérsela a quienes sueltan palabrotas por la calle, en parques, colas, cafeterías y otros espacios públicos o desde su propia casa, con un volumen que termina agrediendo y violando el espacio vital de vecinos y transeúntes".
No es de extrañar que en medio de la grave situación por la que atraviesa el país, marcada por las interminables colas y el estrés que estas provocan, un medio oficialista como Bohemia dé espacio a semejante cosa, que tras el disfraz de querer rescatar las "buenas costumbres", busque crear más temor e incertidumbre en la población, demasiado abrumada como para no soportar un poco más de presión. Aunque cuidado, porque en cualquier momento la olla puede explotar.
Batista hace tal reclamo luego de lamentar que el uso de las llamadas malas palabras se haya extendido a todos los niveles de la población.
"Proferir obscenidades parece haber pasado ya al entorno de lo cotidiano… como si de repente no existieran los niños (esponja para la asimilación de vocablos), las mujeres (expresión suprema de delicadeza humana) o los ancianos (merecedores de todo el respeto capaz de anidar en el mundo)".
Y como se puede apreciar, solo le faltó sugerir la creación de una policía de la moral y el vicio, como si desconociera que esa otra porción del idioma forma parte de la idiosincrasia del cubano, o como si nunca se hubiera acercado a las páginas de Don Quijote, donde las "malas palabras" abundan y muchos de los insultos más extendidos del español aparecen en una gran variedad de formas.
Pastor Batista trata de justificarse en el hipotético hecho de que si se realizara una encuesta, "el grueso de los consultados seguramente coincidirá en que es de pésimo gusto decir malas palabras, la gran mayoría lo consideraría una grave indisciplina social y supongo que muchos estarían de acuerdo en que se adopten medidas con obscenos y obscenas… porque el fenómeno se ha tornado verbalmente 'unisex'".
Aunque es posible que muchos de los encuestados coincidan en ese momento con el periodista, es más posible aunque en la primera oportunidad que tengan suelten alguna que otra palabrota, ya sea porque se dieron un golpe con la pata de la cama en el dedo meñique, o porque luego de seis horas de estar en una cola para comprar pollo, le digan que este se acabó; y otros más pueden ser los ejemplos, sobre todo por estos días en que el cubano pierde la paciencia con mucha facilidad, debido a todo lo que ha generado la crisis económica por la que atraviesa el país y a la presencia de la COVID-19.