Había llegado por fin el último mes del 2021, un año malo, el segundo de la pandemia, y entre todas las locuras surrealistas que trajo el intento del gobierno de paliar la crisis se hallaba la Tarea Ordenamiento. Tenía a Cuba patas arriba. Para Alejandrito, un joven de Jaimanitas lleno de aspiraciones, uno de sus sueños se le cumplía: caminar por las calles del barrio lleno de dinero.
Alejandrito fue siempre insolvente a pesar de sus estudios y sus múltiples oficios, y este sueño de andar por la calle con mucha plata fructificó en el banco de Jaimanitas, cuando fue a realizar una extracción y todos los billetes que le entregaron eran de diez pesos.
“Lo tomas o lo dejas”, le dijo el cajero. “Lo siento. Solo nos traen billetes de diez”.
La extracción de dinero de Alejandrito era para comprarse una paleta de puerco y asarla en familia el 31 de diciembre, una tradición de antaño que nunca dejaban de celebrar. Pero con la inflación causada por el Ordenamiento el precio de la carne de cerdo se había disparado hasta las nubes, y la libra ya rondaba los 300 pesos.
Históricamente en Cuba la libra de carne de puerco se ha considerado referencia en relación a los precios. Los cubanos gustan mucho de este alimento que incorporó como centro de las tradiciones populares con el asado insustituible, tanto en cumpleaños como en Nochebuena y Navidad, pero en especial los 31 de diciembre.
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En el ocaso del 2021 conseguir un pedazo de puerco se convirtió en la quimera de mucha gente, como Alejandrito, que harían lo indecible para en ese día festivo dejar atrás, como Dios manda, un año tan malo. Que no faltara en los hornos de las viviendas, en las parillas caseras, incluso entre cuatro piedras, un cogote, una paleta, y en el mejor de los casos una pierna entera de cochino.
Los deseos de comer un pedazo de puerco este 31 de diciembre estaban al alcance de la mano de Alejandrito cuando un familiar residente en el extranjero le envió un mensaje vía WhatsApp: le depositó en su tarjeta el equivalente a 5000 pesos cubanos.
¡Suficiente!, dijo Alejandrito y voló al banco, pero se encontró al cajero diciéndole que solo tenía billetes de diez y lo lamentaba, si lo quería así, se los daba.
“Algo está pasando”, le dijo Alejandrito al empleado, “creo que el gobierno se trae algo entre manos con esto de soltar a la calle tantos billetes pequeños… Ahora que rectificarán errores y algunas cosas volverán atrás, hay que estar a la viva: ¿No crees que vuelvan a poner el CUC?”.
“No me parece posible”, respondió el cajero, pero coincidió con Alejandrito en que si en la Asamblea Nacional se votaba “unánime” por restaurarlo y todos aplaudían, al día siguiente estaría de nuevo en la calle el peso cubano convertible (CUC).
“¡Eso es imposible!”, dijo un hombre de cincuenta años que esperaba en la ventanilla de una caja cercana, a ver si alguien entraba al banco a depositar billetes grandes y entonces extraer dinero él. “Antes que hacer eso prefieren pagarle en dólares a la gente, que es la otra solución para salir del callejón sin salida donde los metió el Ordenamiento”.
“¡Eso sí que es imposible!”, replicó el cajero. “¿Pagarle en dólares a la gente? No. Es más fácil que pongan de nuevo el CUC, o algún otro invento”.
La gente en la cola comenzó a protestar por la cháchara y molestos porque se filtró que en el banco solo había billetes de a diez y se asombraron al ver a Alejandrito salir con varios fajos acunados en el pecho.
“No tengo donde echarlo, no me caben en los bolsillos, lo llevaré en las manos”, dijo. Una mujer que lo conocía y lo tenía como un “muchacho serio” le preguntó para qué exhibía tanto dinero.
“Como está la cosa con los robos, cualquier loco puede perder la cabeza al ver tanto billete al aire”, dijo.
“¡¿Tanto dinero?! ¡Mire lo que es inflación, señora! Vea aquí su más vivo ejemplo. ¡Con esta montaña de billetes de diez solo me alcanza para comprar una paleta de puerco!”, respondió Alejandrito.
La mujer abrió muchos los ojos y asintió varias veces con la cabeza, como si despertara de un letargo y el muchacho siguió por la calle decepcionado con su sueño, explicándole a todo el que encontraba en su camino en qué consistía ese término del argot económico: inflación, un resultado de la Tarea Ordenamiento.
Portada: ilustración tomada de nutriNews