Es domingo, son las cinco de la tarde y Cuba lleva 37 días en confinamiento obligado por el azote del COVID-19. Néstor David, un adolescente de 18 años y vecino de Arroyo Naranjo, enciende el televisor para aliviar el tedio, pero se lleva una decepción: el Instituto Nacional de Radio y Televisión (ICRT) está retrasmitiendo el filme Indiana Jones y el templo de la perdición.
“¿Este es el aporte de la programación televisiva para los cubanos en medio del confinamiento social”?, se preguntó Néstor David, estudiante de Electrónica. Su familia no tiene recursos económicos para alquilar el servicio de ‘la antena’, un negocio ilegal que ya no es tan perseguido por el régimen y que ofrece una parrilla audiovisual que incluye los noticieros de Univisión y Telemundo, variados eventos deportivos en vivo, y un sinnúmero de telenovelas mexicanas y colombianas.
“Pero no todo el mundo, contrario a lo que se piensa, tiene los 10 o 15 CUC mensuales que cuesta tener este servicio en casa. Dependemos del paquete semanal, que cuesta entre uno o dos CUC, pero por el aislamiento los paqueteros tienen miedo de tener el negocio abierto”, señaló Néstor David, quien tampoco puede costearse los paquetes de datos móviles “para al menos entretenerme en las redes sociales”.
Un recorrido por varias zonas en cuatro municipios habaneros (Plaza de la Revolución, Cerro, Centro Habana y Habana Vieja) corroboró que la casi totalidad de los comerciantes del paquete semanal cerraron sus negocios por el temor a ser multados por las autoridades policiales, bajo el delito de propagación de epidemias.
“El ICRT no ha demostrado tener la voluntad de actualizar su programación televisiva ni siquiera en medio de este confinamiento. Se repite, al igual que cada año con la programación de verano, y salvo dos o tres series que ya circulan en el paquete semanal, es más de lo mismo. Mis nietos están viendo las mismas películas que veíamos nosotros hace 15 años”, criticó Orquídea Gómez, residente de la barriada La Timba, quien junto a más de una docena de vecinos buscaron una alternativa para no tener que “chocar” con “la ideologizada programación del ICRT”.
Mediante un grupo de WhatsApp hacen un pedido de los materiales audiovisuales de sus preferencias y se los llevan a domicilio. De esta manera “los muchachos del paquete no tienen pérdida en su negocio y sólo tienen que moverse cada tres días a llevarnos el encargo”, explicó María Esther Sanabria, una de las que ideó esta alternativa.
“La pandemia tiene jodida un montón de cosas que son lógicas, y hasta se puede entender que escaseen muchas cosas, pero qué tiene eso que ver con ‘rejuvenecer’ y variar la programación televisiva. Y que no metan cuento, que los cubanos llevamos décadas oyéndoles el cuento de la variedad de la programación en los periodos de verano. Simplemente no hay voluntad”, añadió Sanabria.
Marcos Álvarez es cuadro del Partido Comunista y también padre de dos menores de edad y de otro adolescente. Reconoció que la programación del ICRT “no está a la altura de la campaña Quédate en casa”, como parte de las medidas gubernamentales para contrarrestar la expansión del COVID-19 en la isla.
“La programación infantil da deseos de llorar, y ni que decir de las opciones para adolescentes, la edad más difícil de entretener. El control de qué se transmite en la televisión nacional está bien, pero tampoco se puede exagerar porque, a decir verdad, están pasando lo mismo que tres generaciones de cubanos hemos visto”, señaló Álvarez, quien tuvo que dejar a un lado su condición de militante y alquilar el servicio de ‘la antena’.
“No pongo el canal de los noticieros de La Florida por razones más que obvias, pero sí el canal de los deportes, las telenovelas y películas para todas las edades. Mis hijos están más que agradecidos y el ambiente familiar está más apacible”.
En las barriadas “de militares”, como algunas zonas del consejo popular Plaza, se han incrementado a raíz del aislamiento social los usuarios conectados a la red para acceder al paquete semanal, que ponen a disposición los dueños de la matriz conocida como omega.
“El costo es de cinco CUC mensuales y los usuarios pueden elegir los contenidos que deseen desde sus casas”, relató Luisito, uno de los distribuidores.
“Los militares, que antes eran reacios a salirse de los canales estatales, están muy contentos. Parte de la familia puede ver los materiales en el ordenador y la otra parte en la televisión, con la cajita, en modo USB. La pandemia y el aislamiento han puesto a prueba a todos los sectores de la población, y a partir de este experimento al que todos se engancharon, el ICRT tendrá que repensarse porque entre la antena, el paquete semanal y la red, están perdiendo terreno”, opinó Luisito.
“El mundo no será el mismo después del coronavirus y el Gobierno debería tomar nota porque los veo transmitiendo la Mesa Redonda, el Noticiero y toda su programación envejecida para cinco gatos… vivir por ver”, concluyó.