La playita de los pobres

Para bien, los habaneros los meses de verano coincidirán con la reapertura de estas playas, que volverán a convertirse sin dudas en sitios de preferencia
La playita de los pobres
 

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Mientras varios hoteles a lo largo del país cuentan con reservaciones de turismo nacional y en la playa de Varadero se permite el acceso de público con disciplina, tal y como han señalado los dirigentes de esa ciudad, en La Habana, a pesar del COVID-19, aumenta en número de personas que disfrutan, con cierto sigilo, de su línea de costa noroeste.

A lo largo de la avenida 1ra del municipio Playa, desde la calle 70 hasta 12, y detrás del edificio Sierra Maestra, llegan de a poco los bañistas de siempre, los de la "playita de los pobres", como suelen ser catalogadas esas pocetas rodeadas de diente de perro y erizos. 

El acceso a estos bordes marinos, donde por décadas habaneros de todas las edades han disfrutado del buceo, puestas de sol y esparcimiento lejos de las tumultuarias playas del este de la ciudad, aun está prohibido. A pesar de esto, hay quienes se arriesgan e intentan pasar desapercibidos, se instalan entre las piedras menos filosas o en algún punto del paseo que las circundan.

"Cuando fui hace unos días a la playita de 16, -comenta el joven escritor Ricardo Acostarana-, lo hice sabiendo las normas que infringía y no estoy orgulloso de eso. Fui en la tarde y la costa estaba totalmente vacía, me dio escalofríos. En ese sitio se conocieron mis padres y allí aprendí a nadar".

A diferencia de las demás, 16 presenta una mejor disposición para los bañistas y es quizás una de las más famosas. El proyecto de Desarrollo Local del Gobierno de Playa y la Empresa Recreatur hace de esa zona cada verano una vieja con colorete, llenándola de timbiriches y bocinas con melodías estridentes. 

"Lo único que queda hoy, -explica Acostarana-, es la fachada de una caseta convertida en baño público que con cada huracán van a parar todos sus desperdicios al interior de las casas junto a la costa, algo de lo que hace años se quejan los vecinos del lugar. Asimismo quedan en pie al menos dos sombrillas gigantes de madera y algunos bancos de piedra".

La policía patrulla toda la avenida buscando personas sospechosas de dirigirse a la costa. Muchas veces siguen de largo, pero en ocasiones se detienen por un rato, y algunos bañistas pueden terminar con una multa, o detenidos, o denunciados por propagación de epidemias en la peor de las situaciones.

"También sé de casos en que le dan explicaciones a la población, -comenta el joven escritor-, y las personas se van satisfechas con los agentes. Esta práctica es la que debería primar por encima de todas, pero desgraciadamente no sucede así".

Para bien, los habaneros los meses de verano coincidirán con la reapertura de estas playas, que volverán a convertirse sin dudas en sitios de preferencia.

 

 

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