Se podría afirmar que el único valor añadido que va dejando tras de sí la devastación del COVID-19 es la manifestación, sin maquillaje ni artificios, de la Cuba profunda y el desplome de su infraestructura, justificado durante décadas por la permanencia del embargo económico y financiero de los Estados Unidos contra la Isla.
La simpatía y la solidaridad que el régimen de La Habana cosechó durante sesenta años ‒a expensas del proletariado‒, no le sirve como moneda de cambio ante un inédito escenario donde se visualiza el colapso de gran parte de la estructura de Salud Pública. La reanudación de las “misiones” médicas, como parte de la venta de los servicios médicos cubanos, “es casi justificado”, en opinión de Daniel Ascuy, profesor de Biología retirado.
“Las decenas de millones de dólares que ha recibido este Gobierno por las exportaciones de sus médicos son necesarias más que nunca porque el panorama le obliga a devengar divisas, aunque el costo es caro: la desnudez total de la infraestructura de la Salud Pública, la joya más preciada de la corona”, ironizó Ascuy en conversación con ADN Cuba.
Mientras el Partido Comunista autoriza envíos de brigadas de profesionales de la salud a enfrentar la expansión del Covid-19 en países extranjeros, para los adentros de la Isla se reutiliza la fuerza laboral de otros sectores estatales ‒como el Instituto Nacional de Cultura Física y Recreación (INDER)‒ para reubicarla en “labores sanitarias”, como confirmó Federico Hernández, primer secretario del Partido Comunista en la oriental provincia de Granma.
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“Profesores de cultura física, entrenadores, metodólogos, trabajadores de servicio, obreros, glorias del deporte […] realizarán labores disímiles de pantristas, lavanderos, auxiliares de limpieza y mensajeros”, anunció el funcionario, quien bautizó a estos grupos como Alazanes y Alazanas en lucha contra el COVID-19.
En medio de esta pandemia, calificada por economistas como el detonante que podría resetear el orden mundial, el régimen manipula las cifras de ciudadanos con sospecha de contagio o portadores del virus.
“Pero lo que no puede el Gobierno es manipular la visión de un edificio engullido por sus propios cimientos”, afirmó por su parte Rogelio Cruz, un vecino de El Cerro.
“El Gobierno ha sido hasta poético, además de haber tenido habilidad diplomática, pero no vio venir un evento que le mueve el piso porque expone a su último reducto: la Salud Pública”.
Los centros de aislamiento improvisados para las personas con sospecha de contagio han sido blanco de quejas ciudadanas. Ante las masivas denuncias compartidas por la sociedad civil a través de las redes sociales, sobre el estado de estos albergues, el ministro de Salud Pública, José Ángel Portal, admitió el pasado domingo que “estas instituciones se han acondicionado con condiciones mínimas gracias al apoyo de un conjunto de instituciones, pues una epidemia así Cuba nunca la había enfrentado”.
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“Pero anterior al primer brote de Covid-19 en el mundo, ya Cuba se había quedado sin alternativas financieras y económicas para intentar, al menos, rescatar los pilares de la infraestructura de Salud Pública”, comentó una fuente en la dirección provincial de Salud en La Habana, quien fue consultada para corroborar si estos centros de aislamiento tenían las condiciones para resistir un empeoramiento del avance del virus.
“La Salud Pública nunca llegó a experimentar un retroceso tan grave como los que dañaron al sector en los últimos cinco años. Disminución de la cifra de camas y salas de terapia intensiva, de la producción de medicamentos, cierre de policlínicos, hospitales, clínicas estomatológicas, consultorios médicos”, recordó este galeno.
Un panorama que pudo ser constatado con los últimos brotes de dengue y escabiosis, el pasado año, a lo largo del país.
Junto al azote del COVID-19, el dengue mantiene alertas en provincias como Camagüey, donde las autoridades sanitarias confirmaron decenas de diagnósticos por dengue. Sin embargo, los ingresos y las camas hospitalarias son para las personas contagiadas o con sospechas de haber contraído la enfermedad provocada por la nueva cepa de coronavirus.
El pasado año el brote por dengue en la Isla alcanzó niveles alarmantes, y el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí organizó el curso internacional sobre esta enfermedad, el zika y otros arbovirus emergentes. Por su parte, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) urgió a tomar medidas para minimizar las consecuencias del dengue, señalándola como la peor epidemia en la historia del continente.
Con más de 15 años de experiencia en pediatría, la doctora Eleonora señaló que “sólo visualizando el cuadro completo podría hacerse un juicio justo”.
“No sería decente negar que Cuba brilló y fue ejemplo citado miles de veces para reconocer éxitos que se cosecharon cuando se imponía la voluntad política de lograrlos. Pero, por otra parte, quizá los excesos de esa misma voluntad política propiciaron esa regresión, y hasta envejecimiento, de nuestro sistema de Salud Pública. Desear o añorar las cosas no otorga vida a las cosas”, puntualizó Eleonora, en referencia directa a la frase del general Raúl Castro en el XI Pleno del Comité Central, en diciembre pasado: “podemos resistir lo que venga”.
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“Pero el COVID-19 ha jugado una mala pasada al Gobierno, quizás preparado para resistir huracanes y tornados, pero nunca un evento sin precedentes que comprometió directamente a todo el entramado de la Salud Pública. La respuesta sincera es que nuestro Gobierno, lamentablemente, se está jugando sus últimas y solo puede rezar porque el COVID-19 haga lo que hasta ahora no ha sucedido: que se detenga por sí solo”, señaló Eleonora.
Las autoridades médicas divulgaron la habilitación de tres hospitales en la capital del país “para la reclusión de los sospechosos, así como de sus contactos”, como parte de las medidas de aislamiento social.
“Sin embargo, apenas hicieron un guiño sobre la situación de los mendigos, quizás el grupo social más vulnerable ante el brote de cualquier epidemia”, apuntó Lázaro Nápoles, vecino de la avenida Carlos III, una de las zonas del municipio Centro Habana donde suelen congregarse decenas de estas personas.
“Cuando se declaró la emergencia nacional ante la expansión del coronavirus ocurrió la clásica recogida silenciosa de deambulantes y mendigos, a quienes el Gobierno etiqueta con una eufemística de película: personas con vulnerabilidad social. Y si el Gobierno no muestra en cuáles condiciones están recluidas estas personas es porque las condiciones son más deplorables aun que la de los albergues habilitados a los efectos”, fustigó Nápoles.
A mediados de enero el régimen admitió que al cierre de 2019 había registrado la cifra de 2 mil 169 personas desamparadas y a los que las autoridades llaman de manera eufemística: “personas con conductas deambulantes”.
Los medios estatales de prensa no muestran lugares y condiciones en que se encuentran estas personas en medio de la expansión del COVID-19 en el país y la implementación de la emergencia nacional. El pasado 17 de febrero el diario Granma dedicó, precisamente, un extenso reportaje sobre ellos intitulado “En Cuba nadie quedará desprotegido”.