En horas de la mañana de este 13 de enero fueron inhumados en la necrópolis de Caibarién, los restos de otra mujer del territorio que decidió quitarse la vida.
“Mi hermana se le escapó a mi madre de la casa ayer temprano y se fue hasta el [reparto] Van Troi a tirarse de un 5to piso”, relató un familiar de la muchacha a este reportero.
La propietaria del apartamento desde donde la mujer se lanzó al vacío, ubicado en el Bloque B de ese distrito multifamiliar y conocido como Indaya 1, resumió los hechos de la siguiente manera: “me pidió agua en la puerta y cuando volví con ella en la mano, ya la pobre se había metido hasta el balcón y lanzado”. Luego contó “que la policía y la ambulancia tardaron unos 20 minutos en aparecer”.
Minercy Hernández Pérez, de 53 años y vecina de calle 16, “no tenía empleo fijo y se dedicaba a vender en su casa ropa y cosas recicladas”, actividad informal que, por la crisis que vive el país, había decaído y ya no daba sustento a la desdichada.
Padecía de una enfermedad depresiva de origen nervioso, agravada por “eventos de esquizofrenia, y episodios de epilepsia”, de acuerdo con palabras de su psiquiatra y del médico de consultorio correspondiente.
La medicación adecuada constituía otra de las angustias constantes de la familia de Minercy, pues en estos tiempos de pandemia y aguda crisis de desabastecimientos de todo tipo en el país no se conseguían ni siquiera en el mercado negro.
Un vecino agregó que “Minercy se fue a fines del año pasado hasta la sureña provincia de Cienfuegos, en busca de Clobazam o Clonazepam”, ansiolíticos imprescindibles para el tratamiento neurológico, en falta desde hace meses en las farmacias de Caibarién.
Fue “un viaje hecho por gusto”, añadió. Pues allí “tampoco los encontró, tal como se lo habían advertido”, pues esa persona y los suyos suelen itinerar a lo largo y ancho de la región central con idéntico propósito.
La fallecida tiene una hija exiliada en Miami, la cual “no pudo venir a despedirse” —explicó la madre de Minercy— como consecuencia del aislamiento pandémico y la exigencia de ciertas pruebas sanitarias para el embarque, la drástica reducción y cancelación de los vuelos entre los dos países, más la obvia brevedad del lamentable acontecimiento.
En Caibarién, como en el resto de la isla, los números estadísticos de suicidios constituyen “misterio” bien conservado por el Estado, pero los testimonios demuestran que en 2020 se suicidaron aquí cerca de una docena de personas por diferentes motivos.
Al respecto, las cifras que publica el Anuario Estadístico de Cuba en su sección “Salud Pública y Asistencia Social” no son confiables, pues desde hace años no se encuentra disponible para su consulta en fecha, sino con 12 meses de retraso.
Para más corroboración de tan elocuente evasiva, basta insertar la palabra “suicidio” en el sitio oficial de la ONEI, para que el buscador arroje un inexplicable “error”.