Crónicas del horror: en las profundidades de la mente

En los inicios de la Revolución, la cúpula dirigente utilizaba fusilamientos simulados, encierros en celdas de castigo, vejámenes a familiares, entre otros métodos, para quebrar la resistencia de los presos políticos.
Revolución-Cuba
 

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Desde los orígenes de la civilización, el ser humano inventó formas para sacar confesiones a los cautivos y convertirlos a su voluntad. Cada paso en el progreso humano llevó a mecanismos más sutiles para intimidar y chantajear, al punto que Voltaire pensaba que la civilización no era tal, sino una forma perfeccionada de barbarie.

El régimen cubano supo valerse de la tortura psicológica desde el comienzo de su llamada "Revolución". Los tratados internacionales aseguran que este tipo de suplicio, por ser psíquico, no deja de considerarse un delito.

El Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la Tortura ha señalado que el miedo al dolor físico puede constituir en sí mismo una tortura mental. Este último, es tal vez el más aplicable a la situación cubana, asegura el informe La tortura en Cuba, del Directorio Democrático Cubano.

Durante la década del 60, el régimen comenzó a perseguir, arrestar y someter a inocentes, muchas veces de forma violenta, a los tribunales revolucionarios que dictaban las sentencias ya preparadas desde la cúpula en el poder. Antes de ser sometidas a estos tribunales las víctimas eran interrogadas bajo una brutal coacción, siendo en muchos casos torturadas hasta límites insoportables por un ser humano.

Algunas sentencias podían enviar a una víctima a prisiones improvisadas tales como estadios, teatros, fortalezas y viejos castillos coloniales que no se utilizaban desde tiempos de la dominación española. Las características de estos lugares eran lúgubres, inhóspitas, húmedas, con piso de tierra, donde habitaban ratas e insectos, con filtraciones de agua al punto de tener los suelos anegados.

En una de nuestras entregas anteriores mencionamos que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) fue una de las primeras organizaciones en registrar los casos de torturas dentro y fuera de las cárceles cubanas ya a inicios de la Revolución. En los testimonios recopilados por la organización hacia 1963, queda claro el procedimiento de interrogatorios utilizados por los agentes del régimen.

Casi siempre comenzaban en forma amable, hasta probar la resistencia o la debilidad del preso. Proseguían luego con el aparente propósito de agotarlo psicológicamente. Solían ser a altas horas de la noche, o de madrugada, en los momentos en que el preso estaba conciliando su sueño, como una manera adicional de causarle molestia.

Además, eran realizados por grupos en que los interrogadores van turnándose mientras el preso sigue sin descanso alguno sometido a sus interlocutores. El aislamiento absoluto por días y semanas parece ser otra de las formas de tortura mental y psicológica aplicada en las cárceles de Cuba. La Comisión conoció de casos en que el preso perdió la idea del tiempo y espacio, después de largos períodos de aislamiento, bajo focos de luz eléctrica que impiden distinguir el día de la noche.

El empleo de amenazas contra la seguridad o la vida de los familiares fue táctica común en este tipo de procedimiento. En este sentido se llegó a arrestar a familiares del preso, y a confiscársele todos sus bienes.

Otro tipo de tortura de orden mental fue el anuncio de catástrofes o actos de terror, así como el espectáculo de fusilamientos, reales o figurados, para enloquecer o desesperar al preso. En este sentido figuran las amenazas de volar con dinamita los presidios, de dar candela o de ametrallar masivamente a los presidiarios, para el caso en que se produzca alguna invasión encaminada a derrocar el actual Gobierno de Cuba.

 

Testigos de la represión y la tortura

 

Un testigo de aquellas jornadas, contó a la CIDH en 1963:

“Yo oía y veía lo que sucedía cuando los fusilamientos, porque el lugar donde éstos se realizan queda abajo, precisamente, de las galeras donde estaba preso. A esos fusilamientos iban mujeres, como en el caso del fusilamiento de Polín Posada y Boris Contreras, dos oficiales de la policía revolucionaria que se dieron cuenta de la traición y conspiraron contra Castro”.

“A ese fusilamiento fueron muchas personas y pusieron sillas para presenciarlo. Los fusilamientos están determinados de antemano por el G-2. Yo he visto limpiar el campo de fusilamiento 4 o 5 horas antes del juicio, y poner unos camiones checos o rusos para iluminar con sus faros a los que iban a ejecutar, cosa que solía ocurrir después de media noche”.

Ni siquiera se salvaban las mujeres. “A mi hermana Margarita la trataron muy mal, la vejaron, la insultaron, la calumniaron, durante todos los interrogatorios que fueron de día y de noche, a tal extremo que no podía descansar tranquila, al igual que otras muchas presas, porque a cualquier hora de la noche las levantaban para interrogarlas. Muchas veces, después de levantadas y tenerlas tres horas esperando, y bajo tensión nerviosa terrible, les decían que no habría interrogatorio. Y así días tras días a fin de destrozar la moral y los nervios mejor templados del mundo. Mi pobre hermana no pudo soportar tanta tortura y está completamente enajenada”.

Otra señora, condenada a varios años de prisión en la misma época, contó, según ella, “una de las barbaries más grandes de la que fue testigo. Un grupo de presas estaban en rebeldía por haberlas dejado sin la visita familiar. La sub-directora de la prisión llegó con un batallón de milicianos armados hasta los dientes, quienes comenzaron a disparar sus ametralladoras y pistolas, primero hacia el techo y las paredes y después en dirección a ellas.

Estuvieron castigadas dos meses sin ver a sus familias, sin recibir correspondencia, sin tener un solo rayo de sol, con pocos alimentos y sin dejar que nadie se les acercara. Hasta al niño de 6 meses que vivía en su pabellón recibió el mismo castigo.

Las familias, objetos indirectos de la tortura

 

La intimidación, amenazas, y tortura psicológica perpetrada por las autoridades cubanas no se limitaba a los presos y presas políticas, sino que también se extendía a los familiares de las víctimas.

Un testimonio de la época, cuenta lo siguiente: “el trato dado a los familiares del preso, cuando aquéllos van a visitarlo, es humillante y vejatorio. Desde el insulto de palabra hasta la amenaza de arresto o castigos corporales; desde la ofensa moral de practicársele registros corporales a las mujeres que acuden a visitar a sus familiares, hasta los casos en que han sido detenidos o maltratados de obra”.

“Cuando una persona es detenida, sus familiares no son notificados del lugar donde se encuentra el preso. En no pocas ocasiones se ha llegado a fusilar al detenido, sin que los familiares hayan podido conocer nunca cuál ha sido el paradero durante el tiempo de encarcelamiento”.

“Si el prisionero está recluido en el Presidio de Isla de Pinos, la visita se hace sumamente penosa y arriesgada, ya que el Gobierno cubano no permite a los familiares del preso trasladarse a vivir a Isla de Pinos. En ese viaje, los pasajeros viajan constantemente vigilados por milicianos y espías que al menor descuido pueden proceder a arrestarlos, vejarlos, o impedirles la visita”.

“Una vez en la Isla, el familiar del preso se ve impedido de encontrar alojamiento y comida; el Gobierno suele ordenar el cierre de los establecimientos para evitar que allí coman o se alojen esas personas. Además, en los casos de celebración de juicio, los familiares apenas son avisados para el instante final de dicho acto; y una vez llegados al local donde tiene lugar dicho juicio, son víctimas de insultos por parte del fiscal o de los integrantes del tribunal”.

Continuará...

 

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