En medio de tanta campaña difamatoria, represión y maniobras divisorias por parte del régimen, los cubanos que se acuartelaron durante días en la sede del Movimiento San Isidro (MSI) decidieron pronunciarse de manera conjunta para dar a conocer claramente las razones que llevaron a su protesta, así como sus visiones sobre todo lo que ésta ha generado en la isla.
Mediante un comunicado, el grupo, diverso y plural como la Cuba con todos y para el bien de todos que soñó Martí y el régimen niega desde hace mucho, afirmó que con el acuartelamiento buscaba romper el ciclo de violencia desatada contra algunos de ellos durante días anteriores, por exigir mediante un “susurro poético” la liberación del rapero Denis Solís.
“Sostenemos la necesidad de un cambio para Cuba a través de vías pacíficas. El centro de nuestra protesta continuó siendo la poesía, lo que nos congregaba al menos una vez al día y nos posibilitaba conectarnos con todo lo hermoso y cierto que ha experimentado la humanidad a través de los tiempos, una espiritualidad confluyente que nos envolvía, a algunos por primera vez.
En esas lecturas cotidianas experimentamos desde nuestra comunidad improvisada la fuerza y ecumenismo de esa frase del Apóstol: Patria es humanidad”, explicó el grupo en el documento.
Sin embargo, detalló, “en su afán de desarticular ese núcleo de protesta pacífica, la policía política interceptó y robó los suministros de comida que una vecina nos traía, lo cual provocó el comienzo de las huelgas de hambre de nueve de nosotros, cuatro, además, de sed”.
El comunicado de los acuartelados del MSI expone con minuciosidad todo lo acontecido en los 10 días de encierro voluntario en Damas 955, hasta el desalojo forzoso al que los activistas fueron sometidos por parte de elementos represores del régimen, temeroso de que el ímpetu de estos inspirase a otros muchos cubanos inconformes, como finalmente terminó pasando.
Respecto a esto último, los firmantes del comunicado, que a continuación ADN Cuba reproduce de manera íntegra, dicen sentirse “infinitamente orgullosos de haber sido esa chispa pequeña que todavía hoy nos une, sin importar distancias y generaciones”.
Comunicado de San Isidro
El lunes 16 de noviembre de 2020, catorce amigos nos congregamos en la sede del Movimiento San Isidro en La Habana, para realizar una lectura de poesía y una peregrinación exigiendo la liberación del rapero Denis Solís González.
En los cuatro días anteriores, algunos entre esos catorce habíamos acudido a la estación de policía de Cuba y Chacón por la misma causa, sufriendo detenciones arbitrarias y maltratos por parte de la policía; otros llegaron a la sede por primera vez, sin conocernos, inspirados en sus deseos de una Cuba libre y para todos.
El cerco policial que la Seguridad del Estado nos impuso en solo unas horas, provocó que decidiéramos realizar el Susurro poético dentro de la casa y permanecer allí acuartelados. Comenzó una convivencia fraterna que duró solo diez días, pero donde experimentamos una Cuba diferente, diversa, llena de contrastes y excéntrica por naturaleza, en el mismo espíritu de las personas allí presentes.
Habría que contar cada una de las historias de vida de los dieciséis acuartelados (ese es el número total contando entradas y salidas), y así exponer los vericuetos de una nación fracturada, que sobrevive en los anhelos de sus hijos más humildes, los que tienen ya poco que perder y mucho que apostar por un futuro que los incluya de manera plena, y que les reconozca sus derechos y deberes ciudadanos.
Habría que hablar de Osmani Pardo, que arregló todo lo que se rompía en esa casa, donde aprendimos a vivir con poco, y aún le quedaban fuerzas y energías para construir con alambre el árbol que nombramos árbol de la libertad. Habría que hablar de Adrián Rubio, el más joven, que no acepta empuñar armas pero que trabaja el papier maché y cantaba para todos, desafinando en las noches. Habría que hablar también de su mamá, que apoya a su hijo por encima de todo y que en los últimos días ha vivido junto a él y su otra hija de solo diez años, dos actos de repudio afuera de su hogar. Las familias de muchos de nosotros son también San Isidro, arriesgaron todo tratando de llegar y algunas como Zuleidys Gómez Cepero o Maricelis Cardosa, se convirtieron en los pilares del grupo. Las mismas familias que hoy viven las consecuencias de la campaña difamatoria desatada sin piedad y sin tregua por el Estado.
Con el acuartelamiento queríamos romper el ciclo de violencia desatada contra algunos de nosotros en los días anteriores, porque sostenemos la necesidad de un cambio para Cuba a través de vías pacíficas. El centro de nuestra protesta continuó siendo la poesía, lo que nos congregaba al menos una vez al día y nos posibilitaba conectarnos con todo lo hermoso y cierto que ha experimentado la humanidad a través de los tiempos, una espiritualidad confluyente que nos envolvía, a algunos por primera vez. En esas lecturas cotidianas experimentamos desde nuestra comunidad improvisada la fuerza y ecumenismo de esa frase del Apóstol: Patria es humanidad.
La poesía no fue la única cosa nueva para muchos de los acuartelados. Una nutella traída por la madre de Oscar Casanella, nuestro científico y además enfermero emergente junto a Yasser Castellanos; causó sensación en personas como Anyell Cruz, ama de casa que fue mandada por el cielo en nuestro auxilio y que dejó incluso a sus hijos para quedarse a nuestro lado. Tanto ella como Jorge Luis Arias, el muchacho genio de la informática, probaban la nutella por primera vez y hablaban de cómo ese sabor delicioso estaría para siempre unido en sus mentes a la libertad.
Otra novedad fue la ritualidad sistemática de nuestro musulmán Abu Duyanah. Creo que las oraciones sobre los cuerpos debilitados de Luis Manuel y Maykel fue uno de los momentos más emotivos que hayamos vivido en nuestras vidas. Parecía un mosaico infinito de religiones y espiritualidades, ninguna dominante, todas al servicio del otro.
En su afán de desarticular ese núcleo de protesta pacífica, la policía política interceptó y robó los suministros de comida que una vecina nos traía, lo cual provocó el comienzo de las huelgas de hambre de nueve de nosotros, cuatro, además, de sed. El tono grave que se incorporó a nuestra convivencia a partir de ese momento no acalló la alegría que habíamos conseguido, pero nos impulsó a afinar la organización interna, articulando una dinámica de roles mejor definidos y en función de cuidarnos unos a otros.
Ante el constante asedio de las fuerzas policiales fuera de la vivienda, que además de no dejarnos salir, incluía amenazas, bloqueo de móviles y tarjetas y no permitir la entrada a la mayoría de las personas que querían llegar a nosotros; desarrollamos un sistema de medidas alternativas para protegernos y mantenernos conectados con la realidad fuera de la sede, con el apoyo de una red de solidaridad que comenzó a fraguarse en torno nuestro.
La demanda por el cierre de las tiendas en MLC (dólares) salió como un reclamo legítimo y visceral de ese pedacito de pueblo allí recluido, que buscaba conectarse aún más con la dura realidad de todos los cubanos, la cada vez mayor diferencia de accesos y posibilidades que nos lleva a naturalizar comportamientos mezquinos y a veces bárbaros. Construir una Cuba más humana deberá pasar por la eliminación de todas las situaciones que enfrenten a cubano contra cubano y por asumir nuestra responsabilidad cívica por el bien de todos.
La escalada de agresividad continuó, ellos envenenaron con ácido la fuente de agua de la casa nuestra y la contigua y también orquestaron un ataque personal a Luis Manuel, por un supuesto vecino, el cual terminó destruyendo la puerta con un martillo y atacándonos con botellas a todos.
Era solo la prefiguración de la patada a la puerta de la noche del 26 de noviembre, donde policías y militares disfrazados de médicos allanaron la sede y nos sacaron violentamente, mostrando a Cuba y al mundo la naturaleza abusadora de un Estado, que ya no tiene la capacidad ni la voluntad de reunir las partes desechas de la nación, respetarlas, y acatar sus demandas.
Lo que nos mantuvo vivos y felices esos diez días en San Isidro, a pesar de la amenaza real de muerte para algunos de nosotros y el temor a las represalias de la mafia policial, fueron las numerosas y crecientes muestras de apoyo y afecto que llegaban de lo que llamábamos el mundo exterior. Un Cuba haciéndose eco de sus dolores y sus deseos de libertad. Una Cuba despierta, al fin.
Nos sentimos infinitamente orgullosos de haber sido esa chispa pequeña que todavía hoy nos une, sin importar distancias y generaciones. Aquí estamos, dispuestos a acompañar a cada persona que hoy se levanta por un Cuba por todos y para el bien de todos.
¡Libertad y Vida para Cuba!
Firman todos los acuartelados en San Isidro:
Luis Manuel Otero Alcántara
Maykel Castillo Pérez (Osorbo)
Anamely Ramos González
Omara Ruiz Urquiola
Esteban Rodríguez
Iliana Hernández
Katherine Bisquet
Oscar Casanella
Abu Duyanah
Yasser Castellanos
Osmani Pardo Guerra
Adrian Rubio
Humberto Mena
Jorge Luis Arias
Anyell Valdés Cruz
Carlos Manuel Álvarez