La homofobia no es de izquierda ni de derecha

Se puede ser de izquierda y creer en la justicia y la solidaridad social, siendo profundamente homofóbico. Y viceversa: católico conservador, antiliberal... y homofóbico.
 

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En una videoconferencia reciente, Mariela Castro Espín, la directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) de Cuba, convoca a participar activamente en las jornadas contra la homofobia en el actual mes de mayo durante las circunstancias de pandemia. Su llamado es a innovar para visibilizar la violencia intrafamiliar, los feminicidios y la discriminación LGBTI en Cuba, donde a diferencia de otras latitudes, "contamos con la voluntad política del Estado cubano".

Castro Espín reflexiona sobre cómo se organizan las sociedades para responder a esta pandemia, con la atención de "todas las personas, sin atentar a sus derechos", y sugiere como solución posible el "gobierno del pueblo" para evitar que "salga lo peor de las personas". Unir voluntades y emprender el "activismo organizado y responsable" para atender y enfrentar la homofobia son su llamado concreto. 

Sin embargo, acto seguido, en un aparente intento por dotar de mayor legitimidad y universalidad a su causa, Mariela la vincula con celebraciones históricas diversas en su origen, composición y proyección ideológica. Entre ellas menciona el Día de los Trabajadores (1ro de mayo), la victoria contra el fascismo (9 de mayo), el Día del Campesino Cubano (19 de Mayo) y, por supuesto, el natalicio de Carlos Marx, el filósofo crítico que abogó por una "ideología emancipatoria" para "transformar el mundo (...) heredada por la Revolución cubana".

Ahí están "todas las herramientas de pensamientos necesarios para transformar la realidad", las cuales se expresan en la "voluntad política del PCC, el Estado y el Gobierno de Cuba", y su decisión de defender los derechos de "todos los cubanos" con el instrumento jurídico constitucional aprobado en el 2019. Su conclusión en semejante silogismo no deja de sorprenderme: luchar contra la homofobia en Cuba es parte de la lucha ideológica "clasista" y "antimperialista", por lo que la garantía de los derechos de "todos" implica "claridad ideológica" y "unidad" frente a los "constantes sabotajes" de "baratijas" y "garrapatillas" al servicio del poder imperial. 

La originalidad circular del argumento me ha motivado algunas reflexiones. Entendida la función política de su narrativa, el argumento descansa sobre dos falacias: en el siglo XX ni la trans-homofobia ni la violencia intrafamiliar formaron parte de la "ideología emancipatoria marxista", y menos aún de la "práctica revolucionaria".

El minucioso análisis de la economía capitalista en la primera mitad del siglo XIX le revela a Marx una contradicción irresoluble entre las relaciones de producción y la apropiación de un excedente productivo –plusvalía– por la clase propietaria de los medios de producción. Ahí radica el carácter clasista de la explotación capitalista: el capital al propietario burgués, y la enajenación y miseria al proletario. La lucha de clases implica la toma de conciencia paulatina, por estos últimos, de su potencial transformador, es decir, revolucionario. El tránsito de la "clase en sí" a la "clase para sí". Y a ello, Marx dedicó gran parte de su vida y obra. Creo entender, entonces, que el marxismo como construcción teórica no produjo interpretaciones para el fenómeno homofóbico, un tema absolutamente del ámbito privado en esos años. 
 

 

El carácter "emancipatorio" de la "ideología marxista" como "instrumento" no solo para interpretar, sino para "transformar el mundo", me temo que pertenece más a la relativa interpretación en el discurso político de ciertos procesos y liderazgos que han usado, selectiva y estratégicamente, algunos postulados marxistas para justificar la nueva "dictadura" en nombre de un difuso proletariado. Así, la "emancipación proletaria" ha sido funcional a estrategias políticas disímiles, defensivas e intervencionistas, anti(yanqui) y proimperiales (Rusia, China), derechos sociales adjudicados per se versus controles y exclusiones, manipulaciones y represiones. 

Más problemática resulta la relación de "la práctica revolucionaria" con la homofobia. Las revoluciones del siglo XX, como procesos ideológicos y prácticas transformativas, han demostrado una conflictiva, por no llamar abusiva, recepción de las diferencias sociales. Necesitadas siempre de una ideología –ideas y formulaciones auto-justificativas y totalizantes– que las legitime, su énfasis ha sido el TODO, la colectividad, la sociedad, la masa, sin reparar en su sustrato individualista, donde radican las diferencias humanas. La Revolución rusa tuvo su GULAG, la China su Revolución Cultural, y la cubana su UMAP. Stalin, Mao y Fidel discursivamente defendían al proletario, pero en la práctica, articularon sus decisiones sobre la máxima radical "Con la Revolución todo; contra la Revolución, nada". Y el "nada" implicó decisiones arbitrarias, negaciones, controles, represiones, manipulaciones, exclusiones y, como diría el escritor y político checo Václac Havel, "el vivir en la mentira". 

Por otra parte, diversos movimientos que adquieren cierto sentido revolucionario y antimperialista, con orientaciones ideológicas y religiosas diversas, han mostrado crueles y nada civilizadas formas de patriarcado "heteronormativo". Ejemplos recientes sobran, y en todas direcciones. El cruel radicalismo del movimiento islámico (ISIS), la Guardia Revolucionaria Iraní y los movimientos radicales palestinos. Es importante reconocer que países con una histórica tradición imperial y cultura heteropatriarcal como la Rusia postsoviética, a pesar de su orientación al capitalismo electivo y la cultura occidental del consumo, presentan elevados índices de homofobia. 
 

 

La homofobia es una actitud intolerante ante el género y la libertad de elección de la orientación sexual del individuo. No tiene relación con la ideología política de derecha o izquierda, ni con valores como el antimperialismo o la justicia social. Se puede ser de izquierda y creer en la justicia y la solidaridad social, siendo profundamente homofóbico. Y viceversa, católico conservador y antiliberal, y homofóbico. El género y su libertad de elección por el individuo son una causa humana que rebasa los condicionamientos estructurales clasistas, y por tanto, no refleja una ideología de clases; menos aún, intereses en conflictos clasistas –lucha de clases–.

Los nuevos movimientos sociales a partir de la década de los años 70 del siglo pasado han sido acciones colectivas disruptivas que confrontan al Estado en aras de expandir los derechos ciudadanos. Son acciones basadas en interacciones comunicativas, cognitivas y culturales; demandas de identidad de sectores diferenciados que expresan la transversalidad y creciente diferenciación de las sociedades actuales. Visibilidad y voz de las diferencias frente a la lógica hegemónica del Estado. Activismo cívico –agencia– y agenda para el debate público y la acción política.  

Apoyar las campañas y estrategias de acción para educar y castigar la violencia machista y la homofobia en Cuba es una noble y urgente tarea. Pero resulta contradictorio escuchar, en la convocatoria del Cenesex, las claves autoritarias, verticalistas y discriminantes que intentan combatir. Lejos de visibilizar y sensibilizar a la sociedad, el resultado será inverso: polarización y violencias cotidianas multiplicadas. 

 

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