Reinier Prado, un cubano de 25 años, acaba de implantar un “récord absoluto” en la recogida de materias primas, según cuenta, al acumular en una sola pesada 312 kilogramos de hierro.
“El camión se demoró varios días en pasar, por falta de combustible y cuando apareció, le tenía la sorpresa y arrasé con el dinero del almacén. Como decimos aquí: ‘basurero limpio’”.
Reinier cuenta que se hallaba “contra la pared”, por una multa de tránsito que un policía le impuso injustamente y por eso se esforzó. Con su tartamudeo habitual y una sonrisa, bromea:
“No era mi intención romper el récord…, pero si lo conseguí, bienvenido sea”.
El joven vive con sus abuelos, dos ancianos que cuentan los centavos de sus pensiones para sobrevivir, y Reinier los ayuda: recoge en la calle latas, botellas, pomos, aluminio, plástico, acero, hierro, y cualquier producto reciclable que le reporte dinero.
“En el basurero encontré un tornillo de banco y varias piezas de hierro, que pesaban cantidad y me ayudaron en el récord. Ahora pienso extender mi labor al campo, en busca de las viejas maquinarias pesadas que están desmontando, de las fábricas que han cerrado últimamente. Allí hay muchas piezas y componentes que desarmaré con mi llave maestra”— y muestra una inmensa llave 50, para tornillos grandes—. “Nada se le resiste a esto”, alega.
Reinier recuerda que hace un año, el almacén de materia prima de Jaimanitas— el poblado donde vive— sufrió un incendio y estuvo cerrado por varios meses. Aquella vez llegó a acumular tantas cajas de botellas vacías de ron y cerveza, y tantos pomos, que cuando por fin abrió el almacén, le dieron buena cantidad de dinero, implantando entonces un récord que acaba de romper con la pesada de hoy.
“Aquella vez no tenían el dinero para pagarme y amenacé con irme a otro punto de recogida, entonces fueron volando a la empresa a buscarlo, porque ellos también ganan por lo que almacenan”, explica el joven.
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El reciclaje es una forma de subsistencia para muchos cubanos. Se puso de moda durante el Periodo Especial de los años noventa, y llegó para quedarse. Según los recicladores, en los carnavales y otras fiestas populares es donde más latas y botellas se encuentran; también en los centros recreativos, cuando terminan las funciones.
“Es una forma de trabajo honrado y reporta ganancia— dice Reinier — porque no hay que hacer ninguna inversión, pero no muchos se dedican a eso, les da pena agacharse en la calle a recoger una lata, o meterse de cabeza a bucear en un latón de basura, para sacar los pomos y las botellas”.
En Cuba existe poca cultura de la higiene, y no hay un buen cuidado del ornato público. Es mucho lo que la población bota en las calles. Los recicladores tienen buen material de trabajo en todos los pueblos, y realizan una importante contribución a la economía del país, al recuperar materiales que pueden utilizarse nuevamente.
“A mí no me da vergüenza salir con mi ‘carricoche’ por los barrios y cargar con todo lo que sirva para reciclar. Mucha gente me conoce y me pide ayuda en los ‘planes tarecos’ (que consisten en botar todo lo inservible cuando hacen limpieza general en las viviendas). También cuando me entero de alguna mudanza enseguida me presento en el sitio. La gente cuando se muda deshecha muchas cosas que no se quiere llevar, ahí también le saco el jugo.
“Los territorios más productivos para el reciclaje, son Marianao, La Lisa y Santa Fe. La mejor hora para el trabajo es temprano en la mañana. Los artículos que mejor pagan en los puntos de recogidas son el bronce, el cobre, el hierro y el aluminio… Y no voy a dar más detalles porque tal vez la gente se embulle y me copie, me quiten mi contenido de trabajo y hasta me rompan el récord absoluto que acabo de implantar”, señaló el joven.