Frei Betto lo vuelve a hacer: "En Cuba no hay hambre"

Sin reconsideración alguna por las críticas que recibió tras su "reflexión" anterior sobre el tema, el fraile brasileño afirmó este viernes que “Cuba no padece hambre”
Foto: Ariel Cecilio Lemus/Granma
 

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El fraile dominico brasileño Frei Betto está empeñado en creer, y hacer creer, que en Cuba no hay hambre.

A fines de diciembre del pasado año, cual agudo observador de la cotidianidad cubana, pero con las comodidades que su condición de intelectual extranjero amigo del régimen le granjean, había afirmado que el problema era que los cubanos tenían mucho apetito y malos hábitos alimenticios.

Y este viernes, en plan reincidente y sin mostrar reconsideración alguna por las críticas que le llovieron, aseveró que “Cuba no padece hambre”, aunque corre “el riesgo de inseguridad alimentaria”.

Este segundo pronunciamiento de Betto sobre el hambre en Cuba que trasciende en los medios formó parte de la conferencia que impartió en la presentación en La Habana del Plan Nacional de Soberanía Alimentaria, para el cual funge como asesor del gobierno cubano.

Lanzado en febrero de 2020, el programa lleva el nombre de Plan SAN y busca reducir la importación de alimentos, incrementar su producción local y “realizar una amplia campaña de educación nutricional”. 

Cuenta con el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la confederación internacional de ONG Oxfam y la Unión Europea.

De acuerdo con el brasileño, citado por la prensa oficialista cubana, el riesgo de inseguridad alimentaria muestra lo imprescindible que resulta una implementación eficiente del Plan SAN.

Betto destacó en su conferencia la importancia de la integración de todos los sectores que intervienen en la implementación del Plan para el éxito de éste y llamó a la colaboración del cuerpo diplomático acreditado en La Habana, y de sus países, en materia de tecnología, técnicas agroecológicas y agroindustria.

En la presentación del Plan, reseñó Granma, el ministro de Agricultura del régimen cubano, Ydael Pérez Brito, afirmó que la soberanía alimentaria y la educación nutricional en Cuba “conllevan la proyección de un plan de desarrollo que sea capaz de movilizar los recursos propios, teniendo en cuenta las afectaciones que el arreciado bloqueo económico de EE.UU. contra la isla, la pandemia y la propia crisis económica significan en el contexto actual”.

Ante las habituales dificultades de materializar cualquier proyecto o inversión en Cuba con recursos propios, el funcionario valoró como pertinente y necesario el establecimiento de “convenios de colaboración, créditos gubernamentales y oportunidades de negocio con empresas que quieran invertir en Cuba, que favorezcan la mitigación del cambio climático, la producción de alimentos a pequeña escala”.

Mucho apetito

En un artículo publicado el pasado 24 de diciembre en el diario oficialista Granma, Betto afirmó que la situación alimentaria de Cuba se ve afectada, sobre todo, “por el bloqueo injustamente impuesto al país desde hace ya seis décadas por el Gobierno de Estados Unidos”.

“En Cuba no hay hambre. ¡Pero los cubanos tienen mucho apetito! El gobierno gasta más de 2.000 millones de dólares al año para importar alimentos, incluso de Brasil, al que le compra, entre otras cosas, arroz y pollo”, escribió el religioso.

Según agregó, además del embargo estadounidense, la situación alimentaria de Cuba sufre el impacto de “las catástrofes climáticas que azotan periódicamente al país” y el hecho de que éste se vea “obligado a importar petróleo para producir energía”.

Betto no abordó en ningún momento las limitaciones que el sistema político y el ordenamiento socioeconómico vigentes en Cuba imponen a la producción agropecuaria.

Desde su punto de vista, que la escasez de alimentos habitual de la isla sea más notoria, con enormes colas, un profundo desabastecimiento y una abrumadora alza de precios, se debe a una “estrangulación de la frágil economía cubana” provocada por la inclusión del país en la lista estadounidense de Estados patrocinadores del terrorismo, la pandemia de coronavirus y el hecho de que el presidente Joe Biden no haya revocado las 243 medidas adoptadas por su predecesor para reforzar el embargo.

 

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