Una diplomática estadounidense alertó que el punto de partida de cualquier conversación sobre la política de Estados Unidos hacia Cuba es el misterio aún sin resolver de cómo 26 diplomáticos de ese país resultaron dañados en La Habana en 2016 y 2017.
Kimberly Breier, quien fue Subsecretaria de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental desde octubre de 2018 hasta agosto de 2019, recuerda en una columna publicada en Político que el origen exacto de las lesiones sigue siendo incierto, pero “la evidencia sugiere que el régimen cubano es culpable, si no por comisión, al menos por omisión, de dañar al personal estadounidense”.
“Este episodio representa un probable ataque directo a los ciudadanos de un país por parte de otro, y aún no se ha hecho una explicación completa de quién es el responsable y cómo sucedió todo, o una resolución. Si la administración Biden se ve tentada a comprometerse nuevamente con La Habana, primero debe pedirle al gobierno cubano que rinda cuentas por lo que sufrieron estos diplomáticos estadounidenses".
En su artículo, la diplomática recuerda que Cuba negó sistemáticamente su participación y que ha expandido la teoría de que la causa fue “histeria masiva entre el personal diplomático de Estados Unidos”, una versión que “absuelve a Cuba de la culpa y la traslada a las víctimas”.
El texto de Político menciona diversos estudios para analizar los sucesos conocidos como “síndrome de La Habana”: el de neuroespecialistas en Miami y el del centro de lesiones cerebrales de Pensilvania que documentaron lesiones físicas en las víctimas; el artículo en el Journal of the American Medical Association en 2018 que asegura que las 21 víctimas estudiadas “parecían haber sufrido lesiones en las redes cerebrales generalizadas” y el informe encargado por el Departamento de Estado publicado el año pasado por la Academia Nacional de Ciencias, que plantea el posible uso de radiofrecuencia dirigida a las redes cerebrales.
La también ex oficial de inteligencia asegura que su país puede sacar tres conclusiones razonables de la investigación que menciona el uso energía pulsada: “primero, la energía tenía que haber sido dirigida por actores, lo que significa que al menos un estado-nación probablemente estuvo involucrado. En segundo lugar, los diplomáticos estadounidenses y canadienses fueron atacados deliberadamente. En tercer lugar, los incidentes pueden llamarse apropiadamente ataques de los que el gobierno cubano es al menos parcialmente responsable”.
La autora maneja la hipótesis de un tercer país involucrado o como actor principal de los “ataques” y menciona entre los posibles perpetradores a Rusia, como el más probable, pero analiza que "incluso si otros países estuvieran involucrados, es imposible concluir que decenas de ataques podrían haber tenido lugar sin al menos el conocimiento y el apoyo tácito del gobierno cubano.
“Los cubanos son conocidos por tener un control estricto de la población en La Habana, incluido el seguimiento de cerca a los disidentes y diplomáticos extranjeros. Algunas de las víctimas estadounidenses se alojaban en hoteles propiedad del gobierno cubano, varios de los cuales fueron incluidos en las advertencias de viaje emitidas por el Departamento de Estado en 2017 como resultado de los ataques”.
“Es inverosímil que los servicios de seguridad cubanos no tuvieran idea de que los viajeros estadounidenses fueron atacados, y es mucho más probable que los servicios de seguridad, o algunas facciones dentro de ellos, facilitaran o llevaran a cabo los ataques”, indica la autora.
La funcionaria asegura que “es casi seguro que Cuba tiene información sobre las herramientas y el método de ataques que podrían ayudar a Estados Unidos a proteger a su personal en todo el mundo y que Estados Unidos no debería aliviar la presión económica (hacia Cuba) hasta que se comparta esa información”.