Joe Biden ya es oficialmente el 46° presidente de Estados Unidos, luego de una corta ceremonia este 20 de enero, en la que juró ante una Biblia centenaria que guarda su familia desde el siglo XIX y dio su discurso de inauguración.
La intervención, correcto y sin brillo, elogió a la democracia estadounidense —la más longeva del hemisferio occidental—, el imperio de la verdad en la política y llamó a la unidad nacional en medio de la polarización.
“A todos los que no nos apoyaron, les hago esta promesa. Seré el presidente de todos los estadounidenses”, expresó desde el Capitolio. “La historia, la fe y la razón nos muestran el camino, que es el de la unidad. Debemos ver al otro no como adversario, debemos verlo como vecino. Sin unidad, no hay paz”, agregó.
Poco después pidió un minuto de silencio para los más de 400 000 estadounidenses muertos por el coronavirus, el azote del país desde inicios de 2020.
También hizo referencia a la invasión de partidarios de su predecesor, Donald Trump, en la sede del Poder Legislativo. “No volverá a ocurrir, ni hoy ni mañana”.
Aseguró que “la democracia ha prevalecido” y recordó que ese sistema, instaurado por los Padres Fundadores de la nación a fines del siglo XVIII, es un logro “precioso y frágil”, que debe sostenerse con la actividad comprometida de todos los estadounidenses, de su gobierno y su pueblo.
Biden anticipó su voluntad de modificar las políticas de su predecesor desde su primer momento al frente del ejecutivo. Un documento escrito por su jefe de gabinete, Ron Klain, indició que su administración tendrá como prioridad la pandemia, la crisis económica asociada a esta, el cambio climático y la igualdad racial.
En su primer día, el demócrata firmará 17 medidas a través de las cuales eliminará la prohibición de viajes desde algunos países de población mayoritariamente musulmana (Irán, Libia, Somalia, Siria y Yemen) y hará que Estados Unidos regrese al acuerdo climático de París
Las medidas evitarán las ejecuciones hipotecarias y los desalojos generados por la crisis del COVID-19 e impondrán el uso de cubrebocas en los viajes interestatales y dentro de los edificios federales.
Por otra parte, extenderán la moratoria de los pagos a los créditos para la educación universitaria, que constituyen una carga para los recién graduados, a juicio de los políticos demócratas.
Este 20 de enero Trump dejó la Casa Blanca y se dirigió a su residencia de Mar-a-Lago en Florida, luego de pronunciar un discurso de despedida a sus seguidores en la Base Andrews de la Fuerza Aérea.
Antes había anunciado que no asistiría al discurso de su sucesor, algo que no había sucedido desde hace 150 años. Biden dijo que esa decisión es “una de las pocas cosas en las que él y yo hemos acordado”.
Aunque no dio una razón, Trump es el primer presidente en funciones desde Andrew Johnson en no asistir a todas las ceremonias inaugurales de su sucesor, según la Asociación Histórica de la Casa Blanca. Woodrow Wilson no asistió a la ceremonia pública de su antecesor, pero acompañó a quien lo sucedió, Warren Harding, al Capitolio.
Para muchos expertos, los cuatro años de Trump pasarán a la historia como una de las presidencias más controvertidas de Estados Unidos. En el país, el republicano tiene grandes detractores y enemigos, pero al mismo tiempo una legión de seguidores acérrimos.
Unos 70 millones de estadounidenses votaron a su favor durante las últimas elecciones, que marcaron récord de asistencia, y que Trump impugnó asegurando que se había cometido un fraude electoral contra él.
Antes de irse, dejó una estela de acontecimientos sin precedentes relacionados con su persona. Un grupo de seguidores suyos asaltó el Capitolio y la semana pasada la Cámara de Representantes —con mayoría demócrata— votó a favor de someterlo a juicio político por segunda vez en cuatro años.
Los únicos dos presidentes que sufrieron un impeachment —Andrew Johnson, en 1868, y Bill Clinton, en 1998— estaban en su segundo mandato. Richard Nixon dimitió en 1974 antes de que en impeachment fuera presentado.