Por Héctor Luis Valdés
El Hospital Nacional de Rehabilitación “Julio Díaz González”, ubicado en el reparto Fontanar del capitalino municipio Boyeros, históricamente se ha conocido por brindar los servicios de salud, promoción, prevención, diagnóstico, tratamiento y atención médica especializada en rehabilitación. Pero según informa una de sus trabajadoras, que prefiere mantener el anonimato por temor a represalias, desde esta semana no se ofrece este tipo de atenciones tan necesarias para muchos pacientes con limitaciones físicas.
Para contener una crisis sanitaria en la isla por el brote de la COVID-19, muchas son las medidas que ha tomado el gobierno cubano, pero no han obtenido los resultados esperados, en gran medida por la ineptitud de los dirigentes a la hora de tomar las mismas. Este es el caso del cambio radical de instituciones hospitalarias, convirtiendo estás en centros para tratar contagiados con el virus.
El hospital de rehabilitación “Julio Díaz” es el último caso en la lista de tantas unidades que se han visto en la obligación de dejar de prestar sus servicios especializados, para dar tratamiento a esta enfermedad, quedando en desamparo total aquellas personas que necesitan de los cuidados que antes se brindaban.
En este sitio desde el año 1957 existía un hogar de impedidos físicos y mentales, nombrado “Cristo de Limpias”, atendido por monjes hermanos de La Caridad. Ya ese entonces era conocido como un sitio de referencia nacional, dado los buenos cuidados por parte del personal de dicho lugar. Con la llegada de los Castro al poder en enero de 1959, los pacientes fueron trasladados para otras instituciones de acuerdo a sus patologías, iniciándose en 1962 los servicios de medicina física y rehabilitación.
Asegura una de sus trabajadoras, que se encuentra prestando servicios en lo que hoy llaman “el Área roja”, adonde son trasladados los casos positivos al coronavirus, el Ministerio de Salud Pública despojó sin previo aviso a las personas ingresadas que se encontraban recibiendo la rehabilitación en dicho hospital, para crear ahí la unidad de cuidado para pacientes sospechosos de tener la COVID-19.
Muchas fueron las quejas de pacientes, familiares e incluso empleados del centro, porque encontraban esa medida descabellada. Muchos serían los afectados, ya que dejarían de recibir la terapia, quedarían a merced de las unidades de atención primaria: los famosos policlínicos donde en muchas ocasiones los técnicos de rehabilitación no acuden para brindar el servicio.
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Una vez más el régimen demuestra que, para enfrentar una crisis que en países desarrollados ha causado estragos, tienen que “desvestir un santo para vestir otro”. La supuesta “potencia médica” de la que se ufanan, es sólo una ilusión, un espejismo.
De nada sirvieron las quejas de los que son beneficiados con el servicio de esta institución. Oídos sordos solo encontraron a la hora de intentar ejercer los derechos que supuestamente están reconocidos por el sistema, como el reclamo, la libertad de expresión…
Pretendían exigir el mejor cuidado a los enfermos, algo que el régimen presume de hacer, ante los organismos internacionales, y así continúa la propaganda ante el mundo sobre un sistema de salud que está muy lejos de ser óptimo.
Dejar de ofrecer rehabilitación a personas que hayan sufrido, por ejemplo, algún tipo de accidente cerebro-vascular o automovilístico que deja secuelas y limitaciones físicas, para así crear un centro de atención a otro tipo de enfermedades, alerta sobre la improvisación y precariedad intelectual de estos personajes que gobiernan en Cuba.