Granma pretendía, en sus inicios, ser el sustituto de Hoy, el órgano oficial del Partido Socialista Popular, que junto con la emisora de radio Mil Diez era un instrumento de propaganda que, aunque buscaba subvertir la democracia cubana, lograba cierto nivel de decencia periodística, con colaboradores como Mirta Aguirre o Carlos Rafael Rodríguez, aunque en realidad nunca fue un periódico leído, en una isla con grandes periódicos y revistas, como Diario de la Marina, El Mundo, Carteles y Bohemia. Incluso, grandes intelectuales militantes del Partido Socialista Popular, como Nicolás Guillén (su afamado “Motivos de son” apareció publicado en lo que Fidel Castro llamaba, “el diario de la burguesía”) y Regino Pedroso, preferían publicar en Diario de la Marina, al amparo de uno de los poetas imprescindibles de Cuba, Gastón Baquero. Mientras otros, como Guillermo Cabrera Infante, preferían “Carteles”. Pero Granma en realidad fue el pretexto del ya encumbrado dictador Fidel Castro, para destruir el periódico Revolución, alrededor del cual se había aglutinado un grupo de intelectuales de importancia. Y es que para 1965, cuando Castro creó Granma por decreto, como era todo en Cuba desde que se instauró una autocracia estalinista disfrazada de revolución popular, nadie leía Hoy, la prensa libre había desaparecido y el único vestigio de independencia era Revolución, con plumas tan en las antípodas, como las de Virgilio Piñera y Heberto Padilla.
Valga entonces esta breve introducción, para decir que Granma nunca ha sido un periódico. Siempre ha sido un libelo, un pasquín de propaganda en el que los ideólogos del castrismo se inventan una Cuba paralela. La Cuba del Granma no existe. Nunca ha existido. Pero con el paso de los años y la pérdida de todos los dogmas ideológicos que fundamentaban a la dictadura, la Cuba del Granma es la mejor representación del “choteo” del que hablaba Mañach. Ya no queda nada, ni siquiera del Granma mediocre de un pintor mediocre como Adigio Benítez. Ya ni siquiera es el Granma de aquella fabulosa columna cómica llamada “Reflexiones”, mal escrita e ininteligible, que firmaba el anciano dictador desde la comodidad de su decrepitud, y que provocaba la hilaridad del mundo entero.
El Granma siempre ha sido, y seguirá siendo hasta el final, parafraseando a un conocido criminal, una fría máquina de matar la verdad. Pero el Granma de hoy, en su limitada y raquítica edición de papel, sólo sirve para que los ancianos lo revendan y se ganen unos centavos a costa de compradores que lo usan como papel “paraculo”, o como envoltorio de alguno de los pocos productos que venden las desvencijadas y obsoletas bodegas. Pero el Granma digital, ah, ese es otra cosa. Ese es el refugio de los gacetilleros de la dictadura, devenidos en ridículos mitómanos unos, y en humoristas involuntarios otros. Aunque algunos, como Oni Acosta Llerena, logran una extraña fusión entre ambos estilos.
En uno de esos artilugios disparatados a los que nos tiene acostumbrados el libelo digital, Oni Acosta Llerena, en De música, redes y sus racismos selectivos, sale en defensa de Alexander Abreu. Todo empieza mal, cuando la tesis de su artículo son las palabras de un Ministro de Cultura, que tiene muy poco de cultura y sí mucho de comisario estalinista, algo que ha sido Alpidio Alonso toda su vida. Y es que, para estos artesanos de la estupidez, ahora resulta que hay una “campaña mediática de manipulación y de odio contra intelectuales y artistas cubanos, concebida, dirigida y muy bien pagada desde Estados Unidos”. Y el trompetista Alexander Abreu, reinventado como cantante, algo que no es, de su agrupación “Habana de Primera”, es “la víctima de esa maquinaria de odio”, según Acosta Llerena.
Y es que para estos gacetilleros de cuarta, que desconocen el significado de “libre expresión”, todo lo que sea crítica, todo lo que sea cuestionar o confrontar a la dictadura más sanguinaria de la historia latinoamericana y sus lacayos, es odio, es campaña, es manipulación. Son incapaces de ver la viga en su propio ojo. Nada de lo que se ha dicho de Alexander Abreu es mentira. El periodismo no se trata de buscar adjetivos para descalificar al contrario. El periodismo son los hechos y las fuentes, todo lo demás, incluido este artículo, es opinión, y la opinión no es la verdad. La verdad es la búsqueda de lo inalterable, de la perfección eterna, que no cambia su significado, que no se relativiza. El hecho que habla por sí mismo, que es capaz de dignificar y otorgar conocimiento, al menos, eso nos enseñó Sócrates. Y hay que hacerle un poco de caso a alguien que prefirió la cicuta a cambiar sus ideales. Pero de la Verdad, con mayúscula, nunca ha habido nada en el Granma, aunque sí mucho de cicuta.
Todo parte de una directa de Alexander Abreu en Facebook en la que, en su acostumbrado lenguaje macarrónico, empezó diciendo que “siempe ha sido sincero. Justamente todo lo contrario a lo que es. Si algo es Abreu, es cobarde.
Abreu se refiere a que le han hecho “como seis amenazas de muerte”. Primero, nadie tiene derecho a amenazarlo de muerte, eso es una vileza. Segundo, Abreu relativiza la verdad, cuando dice “como seis”, porque pudieran ser siete. O una. O ninguna. Tercero, no nos muestra ninguna evidencia. Por lo tanto, su denuncia no es la verdad, porque su significado es relativo. Por otra parte, aunque tampoco lo demuestra, asegura que las amenazas “lo aflojan”, porque le han dicho que “él no merece vivir”. Pero de lo que no habla Abreu en su melodramático mensaje, en el que nos dice que él lo único que da es amor y que ayuda a todo el mundo (esa ancestral obsesión de los cubanos por la exageración y el tremendismo), es que él ha apoyado abiertamente a la dictadura que amenaza de muerte todos los días a muchos cubanos dentro de la isla. A la dictadura que le dice todos los días a muchos cubanos que no merecen vivir.
Y cuando eso pasa, y pasa todos los días, Alexander Abreu no se afloja, no se conmueve, no levanta la voz con amor por esos cubanos que dice que le importan, que él ama. ¿Por qué no levanta su voz con amor por los hijos de los activistas de derechos humanos a los que el régimen amenaza todos los días? ¿Por qué no levanta su voz con amor para pedirle al gobierno que no les dé a los cubanos miles de kilómetros de tripa y sangre, mientras que él y el estado se comen la carne? ¿Por qué, ya que dice que él es el hijo de un rastrero negro y pobre, no levanta su voz con amor por un negro pobre y decente como Silverio Portal, de 72 años, a quien el castrismo ha dejado ciego en prisión por las palizas, por el único pecado de reclamar que no hubiera más muertes provocadas por derrumbes? ¿Por qué no reclama por una madre cubana que vaga por las calles con sus tres hijos, porque el régimen la desalojó de su casa, en un país donde el gobierno controla la vivienda? ¿Por qué si ayuda a todo el mundo, no protesta cuando la UNEAC que lo defiende expulsa a otros que levantan su voz?.
Las tormentas que afectan hoy a Alexander Abreu son consecuencia de los vientos que él ha ido cosechando. Abreu no merece que lo amanecen de muerte, pero tampoco miles de cubanos que sufren esas amenazas, no de uno, ni de seis, sino de todo el poder del Estado totalitario cubano con la complicidad de Alexander Abreu. Cuando Díaz-Canel apoya a Alexander Abreu públicamente. O cuando un sicario de la propaganda, como Randy Alonso, dice sobre Abreu: “tengo cierto olfato para calibrar a las buenas personas, a las que se entregan porque sí, a las que ponen su talento para la mejor creación, a las que destilan coherencia en la vida”, entonces resulta obvio de qué lado está Abreu, y no es precisamente del lado de los cubanos. Resulta visible la falsedad que se oculta detrás de toda esa palabrería melosa, melodramática y vacua que suelta en su directa en Facebook. No puedes vivir del lado de los victimarios y lloriquear cuando te confrontan, tratando de venderte como víctima. La falta de congruencia trae consecuencias. Esto es una guerra, y Abreu eligió su bando.
Alexander Abreu es un buen trompetista, nada más. Hay decenas de cubanos en la isla y fuera de la isla que son mejores que él. Abreu y “Havana de Primera”, no son nada más que una de las tantas agrupaciones de calidad que hay en la isla y fuera de ella. Abreu no es víctima de quienes critican su doble moral, su falta de dignidad humana y su capacidad para usar a la Patria de pedestal. Él es víctima de venderle su alma al Diablo, y el pobre, ni siquiera lo ha hecho por 12 monedas de plata, así que ni a Judas llega.
Acosta Llerena debiera saber que Alexander Abreu, y muchos como él, no necesitan ser demonizados por nadie, ellos se demonizan solos, ellos son hijos del demonio llamado castrismo, que los ha dejado eunucos desde hace muchos años. Abreu no se afloja con las amenazas, Abreu se afloja, y coopera, porque no tiene, parafraseando al mulato poeta, lo que tendría que tener.
Otra de las tonterías del artículo, es cuando dice que para contrarrestar la “marcada angustia de imposición ideológica (…) el contradiscurso desde Cuba se ha perfilado y posicionado en internet por una intelectualidad comprometida con la defensa de la cultura nacional auténtica”. Por supuesto, el propagandista, en su burda perorata, no da un solo ejemplo de ese contradiscurso ni dice quiénes son esos intelectuales comprometidos. Y aquí habría que decir, que hace mucho, pero mucho tiempo, los mejores exponentes de la literatura, el arte, el periodismo, la plástica, la música de todo género y hasta del deporte, otrora herramienta política del régimen, se fueron de Cuba. No les queda un poeta grande, ni un pintor grande, ni un novelista grande, ni un periodista significativo, ni un músico trascendente, ni un boxeador que regale su medalla a Raúl Castro (menos a la marioneta Canel), que salga a avalar el contradiscurso. ¿Dónde están? ¿Quiénes son esos comprometidos? ¿Buena Fe? ¿Haila? ¿Los cada vez más decadentes Van Van? ¿Arnaldo? ¿Jorgito Jr.?-el régimen está tan escaso de acólitos, que éste los amenaza con volverse disidente, y le bajan el costo de una multa que le pusieron por una fiesta que supuestamente no hizo. Es para llorar, sino fuera tan graciosamente ridículo ver cómo el régimen se pasa con ficha, y Jorgito se pega con el doble 9, con la ayuda de Abreu-. ¿O será que el contradiscurso es el de la teniente coronel Kenia, exhibida en uno de esos programas de redes sociales con la vida privilegiada que se da mientras reprime a los reguetoneros cubanos, negros en su mayoría?
Pobre Acosta Llerena, todavía no se entera que no existe “un proceso revolucionario y cultural cubano”. Nunca existió. Muchacho, entérate, se murió justo el día que prohibieron toda la prensa libre y crearon ese bodrio que te mal paga 20 CUC al mes, si es que estás entre los mejor remunerados, para que compres tripa y sangre, porque tú no eres de los que come carne, en un país que, tras 60 años de dictadura, tiene tres millones de reses menos de las que tenía en 1959.
El proceso siempre fue contrarrevolucionario, anticubano. Fue anticultural. Castró o expulsó a sus mejores artistas. A sus más valiosos pensadores. Destruyó toda la tradición cultural cubana, para transformarla, en su proceso de sovietización, en una neocolonia estalinista, donde campeaba en las artes el realismo socialista.
En el ostracismo murieron Lezama y Piñera. En el ostracismo cayó Raúl Martínez por hacer arte pop. En el ostracismo cayó Servando Cabrera por su arte homoerótico. A los campos de concentración de las UMAP fueron a parar muchos artistas, unos por homosexuales, como Pablo Milanés (aunque él no tenga el valor de decirlo en el documental que pagó para hablar bien de si mismo), otros por andar con “sus guitarritas en actitudes elvispreslianas”. Entérate Llerena, que ya estás muy viejo para vivir de espaldas a la verdad. ¿De cuál debate real y profundo hablas, compadre? Acaso no te has enterado de que hay un decreto recientemente aprobado en la constitución que prohíbe de manera explicita lo que ya estaba prohibido: la creación artística libre ¿Si no hay creación libre, cómo demonios va a existir un debate?
El régimen cubano no necesita de “aberradas acusaciones raciales”, porque el régimen es racista desde sus orígenes. Y no ha dejado de serlo un solo día. Para seguir la óptica del escribano del Granma, “una mirada bastaría” para ver cómo la policía persigue con saña a los negros en las calles. Son a ellos a los que les piden carné de identidad, son a los que más registran, son a los que más encarcelan, y a los que más marginan, porque los dejaron fuera de la industria del dólar. El régimen es tan racista, que aplica el apartheid de movimiento, al no permitir que los residentes de otros lugares de Cuba vivan en La Habana. Imagínense, si en la República hubieran hecho algo como eso, los tiranos Castro jamás hubieran podido vivir en La Habana. ¿De cuál racismo habla Acosta Llerena? El racismo en Cuba es rampante, descarado, brutal y sistémico. En la Cuba real, no en la que fabrica el Granma, el negro vive la mayor soledad social en la historia de la nación cubana. El castrismo ha convertido a la isla en un gigantesco barracón para todas las razas, pero al negro le toca la peor parte. No hay mitos. El racismo en Cuba, la Cuba castrista, la Cuba del Granma, es endémico.
Llama la atención que Acosta Llerena hable de falta de argumentos, cuando el Granma jamás da argumentos, sólo sentencias, acusaciones sin pruebas y puras difamaciones. Llerena, el “fallido esquema social y musical cubano”, no hay que proyectarlo, está ahí, en todos lados, en la miseria que vive el cubano, en los hospitales gratis pero asquerosos , en las farmacias sin medicamentos, en los mercados sin comida , en los niños sin zapatos. Lo del esquema musical no resiste análisis, Cuba es el único país del mundo en que para que te permitan vivir de la música tienes que tener un papel del gobierno que te dé una evaluación. Eso no es que sea fallido, es sólo una de las tantas herramientas represivas del régimen. No hay victimización, cuando las víctimas son reales. No son decisiones administrativas, es violencia de Estado.
Y nada de esto tiene que ver con “creer en la buena fe de un activista”, Llerena. Sólo pídeles a los sicarios que te controlan, que te den más tiempo de internet para que navegues en el mundo real y puedas ver toda la evidencia que existe. En el mundo de los programas virtuales que detestas, lo que más existe es evidencia. Son programas con una producción tan sencilla, que justamente se basan en poner evidencias y desatar la crítica.
Toda la mentira institucionalizada de Cuba está registrada día a día en video, y llega de Cuba, directamente hecha por los cubanos. Esas son las mejores y más contundentes pruebas documentales o forenses que puedan existir. En cambio, nada de lo que dice el Granma tiene las pruebas que tanto reclama Llerena. Basta de tonterías. Todos los músicos cubanos que dicen defender el “proyecto social” del que habla LLerena, no defienden nada, porque no hay proyecto social que defender. Lo que defienden es sus pírricos privilegios, las concesiones que les da el sistema, a cambio de su silencio cómplice ante las injusticias sociales. Ellos saben que si un día son honestos o se salen del redil, porque les pisan el callo, como es el caso de Descemer Bueno o Gente de Zona, los convertirán en despiadados enemigos, porque Roma paga a los traidores, pero los desprecia.
Ustedes, los del Granma, los que inventaron el Granma, los grandes odiadores, los represores de los homosexuales, los impulsores del machismo y la violencia de género institucionalizada, los que han convertido al cubano en ciudadano de segunda en su propio país, y al negro en ciudadano de tercera; ustedes, los que decían a los cubanos de afuera que "no los necesitamos"; ustedes, los que decían que “el turismo era un mal necesario”, y que hoy mendigan el dólar ante el fracaso de ese proyecto de ingeniería social que ha destruido la ética, la moral y la dignidad de los cubanos; ustedes, que ni siquiera pueden aprobar una ley contra el abuso de los animales, no pueden hablar en nombre de Cuba ni de los cubanos. Ustedes no son Cuba ni los cubanos, sólo son una “fría máquina de matar”. Una máquina entrenada y con mucha experiencia.
En fin, Cuba es un circo, el Granma es la carpa, y Oni Acosta Llerena uno de esos payasos de reparto, que no hacen reír a nadie, lleno de trucos y maquillaje falso, al que no le alcanza el presupuesto para comprar la nariz, porque la venden en dólares.