Las propuestas de Dagoberto Valdés para resolver la alimentación de los cubanos

El destacado intelectual cubano y disidente católico Dagoberto Valdés realizó varias propuestas para resolver los problemas que atentan contra la alimentación de los cubanos, al limitarlos a la ingesta de tripas, gallinas decrépitas y limonada
Dagoberto Valdés
 

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El destacado intelectual cubano y disidente católico Dagoberto Valdés realizó varias propuestas para resolver los problemas que atentan contra la alimentación de los cubanos, las cuales contemplan reformas estructurales y la liberalización del sector privado, elementos a los que el régimen de la isla, a tono con su sistema totalitario, se ha mostrado reacio.

Valdés propuso cuatro puntos para “resolver nuestros propios problemas sin esperar a que vengan otros a resolverlo o aliviarlo”. El primero de ellos es “reconocer y educar en que una alimentación suficiente, sana, balanceada y accesible a los bolsillos de todos, es un derecho básico e inalienable”.

Garantizar las estructuras y los medios para el acceso a la alimentación adecuada es requisito indispensable para sostener el respeto a los demás derechos humanos universales e indivisibles, dijo, al tiempo que subrayó que reconocer este derecho primario y educar para su consecución es “tarea de la familia, la escuela, las iglesias, el resto de la sociedad civil y el Estado”.

En segundo lugar, Valdés señaló la importancia de que cada ciudadano adulto se sienta como el primer responsable de trabajar y sostener a sus familias. “Ese trabajo debe ser justamente renumerado con un salario suficiente con el que puedan garantizar la alimentación sana y suficiente para su familia”, precisó, a la vez que refirió que los salarios en Cuba no alcanzan y eso constituye una causa profunda de todos los problemas de alimentación que atraviesa el país.

Para Valdés, director del Centro de Estudios Convivencia (CEC), en Pinar del Río, peor incluso que la insuficiencia de los salarios es el hecho de que se pague en una moneda y se vendan la mayoría de alimentos en monedas de otros países, “ganada y sudada por otras personas”.

“Las tiendas en que se podía usar nuestra moneda han quedado desabastecidas a pesar de las promesas. Depender durante años y años del trabajo ajeno, y de las remesas de un país extranjero, no es solo una injusticia y una violación de los derechos de los trabajadores, sino que es una deformación que mal educa, resta valor al trabajo, desestimula el esfuerzo personal y crea vagancia, delincuencia y apatía crónica”, sentenció.

Como tercer punto o propuesta, llamó al Estado y la ciudadanía a comprender que el primero “no puede, no ha podido, y no debería, asumir, él solo, la carga de garantizar a cada familia una alimentación adecuada, variada y sana”.

“Toca al Estado iniciar con premura y eficacia las transformaciones estructurales para liberar las fuerzas productivas que: restituyan al trabajo su valor; que los frutos del trabajo concretado en los salarios, una moneda única y con el poder adquisitivo que permita que el progreso personal dependa del esfuerzo emprendedor de cada cubano, y no de si tiene familia en el extranjero.

El Estado cubano sigue empeñado en intentar ser el padre de una única familia, y decidir con planes y estrategias incumplibles, desde lo más alto de ese paternalismo, qué come cada cubano, qué cantidad necesita, dónde le toca comprarlo y sobre todo cuándo alcanzará lo suficiente. Eso no puede, no debe, seguir así”, resaltó Valdés, que además vio en la permanencia de esa actitud del régimen “la verdadera causa de la escasez, de las colas, de los coleros, de los acaparadores, de la mayoría de las indisciplinas sociales”.

“Todo eso se elimina no con la represión que encona y genera más violencia, sino liberando las fuerzas productivas y dejando que cada cubano desarrolle sus capacidades de emprendedor, y su trabajo le alcance para alimentar a su familia”, agregó.

Como cuarto y último punto de sus propuestas, compartidas en su habitual sección de los lunes en la web del CEC, Valdés recomendó liberar, legalizar y fomentar el sector privado, atado muchas veces a empresas estatales que terminan siendo para ellos un “cuello de botella”.

“Las reformas estructurales no pueden esperar a que la liga se rompa”, sentenció el intelectual, al tiempo que afirmó que “no se pueden hacer más experimentos de laboratorio con seres humanos”, ni tampoco experimentar “un modelo de mercado dentro de los fórceps de un Estado que quiere administrarlo todo”.

“Los productores privados son los únicos que han demostrado, en poco tiempo, que obtienen de forma independiente resultados rápidos, suficientes y accesibles a los diferentes bolsillos”, señaló.

Valdés hizo sus reflexiones para resolver los problemas de alimentación en Cuba a partir de toda la ola de críticas, humor y amargor que generaron las estrategias del régimen para alcanzar la pretendida “soberanía alimentaria”, dadas a conocer en la emisión del miércoles de la pasada semana en el programa castrista Mesa Redonda por el ministro de la Industria Alimentaria.

Dichas estrategias identificaron a las tripas de res y cerdo, las croquetas y las gallinas decrépitas como alimentos claves para la industria alimentaria de un país agobiado por la escasez y las dificultades del día a día.

Para Valdés, los anuncios del ministro de la Industria Alimentaria fueron más de lo mismo. “No andemos más por las ramas de los planes y las estrategias ‘gatopardistas’. La paciencia tiene un límite y nadie quiere llegar a esos extremos. Nadie, con cerebro y corazón, quiere provocar una explosión social”, dijo.

En su opinión, resolver los problemas de alimentación del país puede hacerse más rápido de lo que muchos creen. “Solo hace falta que quienes pueden y deben abran la puerta o no impidan más que los cubanos todos, sin banderías ni exclusiones, ejerzamos la soberanía ciudadana con la que hemos nacido, fuente y origen de todas las demás soberanías, incluida la soberanía alimentaria”, concluyó.

 

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