El rebrote de coronavirus en Cuba ha desencadenado efectos adversos en la creatividad de las autoridades cubanas. La máxima es frenar a toda costa la propagación de la COVID-19 y para ello es como si se hubiera establecido una competencia informal para ver qué provincia toma las medidas más radicales o tiene las mejores ideas.
Hasta el momento, varios territorios han tenido iniciativas dignas de mención. “Ideotas” cuya efectividad anti-COVID está por verse en la eventual disminución de los casos, pero que de antemano se sabe complicarán más aún la incómoda vida de los cubanos.
En tal sentido, y encaminadas a administrar con más regulaciones la permanente escasez y el desabastecimiento, las autoridades de Santiago de Cuba tomaron nuevas medidas que segmentan aún más la población -como si no bastara la distinción de grupos atendiendo a la tenencia o no de divisas extranjeras-, bajo criterios tan básicos como el sexo o la pertenencia a sectores vulnerables.
Es así que a partir de este lunes 31 de agosto, en las unidades que comercializan los productos de primera necesidad, las mujeres podrán comprar sólo los martes, jueves y sábado, mientras que los hombres lo harían lunes, miércoles y viernes. Con tamaña planificación, los domingos quedan reservados para “la atención a segmentos más vulnerables como las embarazadas, personas con condiciones especiales como los ciegos, sordos, limitados físico-motores, entre otros, previa presentación del documento que lo identifica o ante la evidencia de su condición”.
De la nueva “estrategia” dio cuenta el oficialista Sierra Maestra, que detalló las nuevas medidas derivadas de la sesión del Consejo de Defensa Provincial correspondiente a este 28 de agosto.
Según el medio provincial, son “nuevas medidas para incrementar el control y la disciplina en las colas de los principales establecimientos comerciales, para preservar la salud, y disminuir el riesgo de propagación y transmisión de la COVID-19”.
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Además de la curiosa segmentación por sexo, como si de dormitorios de becas y escuelas al campo se tratase, los mandamases santiagueros en tiempos de coronavirus quisieron copiar la limitación territorial para las compras que ideó La Habana, por lo que ahora los habitantes de la provincia heroica y siempre rebelde sólo pueden comprar en establecimientos de su municipio o en la cabecera provincial.
Asimismo, en Santiago sólo comprarán santiagueros, a menos que los residentes en otras provincias demuestren que están allí por mandato estatal.
Como lo ilustra el Sierra Maestra:
“Sólo comprarán los productos definidos como de primera necesidad en los establecimientos comerciales de la provincia los residentes en ésta; excepcionalmente podrán hacerlo personas de otras provincias que se encuentren laborando en nuestro territorio por períodos largos, previa identificación con documento del Director Provincial del sector o entidad donde se encuentren prestando el servicio o la colaboración.
Igualmente podrán adquirirlos en los establecimientos comerciales de los municipios los residentes en estos (por ejemplo: los pobladores de Palma no podrán comprar en Mella). En el caso del municipio cabecera Santiago de Cuba, sí podrán comprar los residentes de otros territorios de la provincia, debido a que aquí labora un grupo significativo de personas de otros municipios”.
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Las medidas encaminadas a “organizar las colas”, según Juan Carlos Rosell, Coordinador de Programas y Objetivos del Comercio y los Servicios en el Gobierno Provincial de Santiago de Cuba, buscan que éstas “no constituyan un peligro potencial de rebrote de la enfermedad”. Por tanto, advirtió, “hay que continuar trabajando en la organización, y en la disciplina que debe tener la población”.
La separación por sexo, municipios y condiciones especiales aplica sólo para los artículos de alta demanda o primera necesidad, que quizás podrían ser todo lo que se comercialice porque, tal y como está la economía de la isla, nada alcanza para todos, a menos que se tenga moneda libremente convertible y se encuentre lo que se busca en las tiendas destinadas a la minoría privilegiada por recibir remesas de los otrora traidores y enemigos.