Hubo un tiempo en los años 80 del pasado siglo en que, bien por impopularidad de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), bien porque buscaban captar nuevos miembros para ese cuerpo, en los medios masivos de comunicación el gobierno lanzó una campaña donde un niño interrogaba siempre a un uniformado: Policía, policía ¿Tú eres mi amigo?
Esa pregunta ya no se hace, por más que la dictadura cubana ha intentado reforzar la imagen de la policía, sobre todo tras la violación de dos muchachas, los asesinatos y la muerte de dos jóvenes, a manos de agentes que no han recibido castigo alguno, y de un aumento de la violencia contra ciudadanos en los últimos meses. “A finales de junio, un policía disparó y causó la muerte en Guanabacoa al joven de 27 años Hansel Ernesto Hernández Galiano, y en horas de la madrugada del domingo 5 de julio otro agente le quitó la vida con arma de fuego a Yamisel Díaz Hernández, en San Cristóbal, Artemisa.
El Minint y los serviles periodistas del aparato propagandístico del estado intentaron justificar los dos asesinatos, alegando defensa propia por parte de los uniformados, y pintando a los jóvenes muertos como antisociales con largos expedientes delictivos. Los medios de comunicación presentaron a las dos víctimas como “delincuentes violentos”. Pero el pueblo ya no traga esos cuentos de camino. Ya aquellas imágenes de un agente ayudando a una ancianita a cruzar la calle son más de las narraciones infantiles y de los dibujos animados de la televisión.
En los últimos meses “centenares de personas han sido condenadas a prisión o multadas en Cuba, desde el inicio de la pandemia”, y hace unos días “el régimen liberó bajo fianza y a la espera de juicio al joven de 20 años Camilo Guerra Ramos, golpeado con brutalidad por varios policías el sábado 27 de junio en una cola para comprar pollo en Guanabo, La Habana”.
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Por más que se empeñen los publicistas oficialistas, por mucho que los pinten como un cuerpo que ayuda a la ciudadanía, la dura realidad muestra lo contrario: un cuerpo represivo de bajísimo nivel educacional, con malos modales, poca inteligencia y muchas ganas de resolverlo todo con el uso de la tonfa o las artes marciales, amén de que son la punta de lanza, los recaderos, que hacen el trabajo sucio de la Seguridad del Estado cuando hay que detener arbitrariamente a los opositores pacíficos.
La crisis económica que atraviesa el país, el deterioro de casi todos los servicios e instalaciones, y el nerviosismo por la pandemia del COVID-19 han puesto muy nerviosos a los que dirigen esa nave sin rumbo que hace aguas por los cuatro costados. Enfrentarse a un posible estallido social, resultado de una población que carece de todo, ha puesto en las calles todo un ejército de uniformes azules, dispuestos a sofocar el más mínimo conato de protesta.
No me extrañaría que esos nuevos policías, reclutados en sus provincias con promesas de mejoras salariales y de operar en la capital del país, un sueño para miles de jóvenes cubanos, hayan sido convencidos también, con la anuencia de poder soltar sus instintos violentos contra esos enemigos que desde niños les han sembrado en sus cabezas semivacías. Tampoco me asombraría que muchos de ellos provengan de zonas marginales a quienes les han perdonado sus delitos con tal de que sirvan para reprimir.
Sospecho que esto no ha hecho más que empezar. Quien tuvo la brillante y diabólica idea de buscar policías en zonas de la región oriental garantizaba así que en La Habana no tuvieran lazos familiares ni de amistad, y que cargaran con la lenta rabia de no pertenecer a ese entorno, ni a la cultura citadina, y que estuvieran profundamente irritados por la lejanía de sus casas, y el condimento que ha hecho funcionar siempre a la fallida revolución en la población: la envidia.
Se vienen días peores, días en que la jauría esté mucho más suelta e irritada cuando comiencen a verse los frutos de la implantación de las medidas económicas que tienen como base la dolarización de la economía.
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La policía cubana, que pocos lazos tiene con el exilio, necesitará sacar dólares de otras fuentes. ¿Y qué mejor fuente que la extorsión y el robo, la detención arbitraria y el decomiso de billetes verdes, que les permita a esos miembros del orden sobrevivir en una sociedad cada vez más dividida?
Hoy por hoy, la policía de la isla parece haber recibido la orden de actuar, y luego, si acaso, preguntar. Lo de escuchar y razonar ya sería pedir demasiado. Con el fantasma del bloqueo y el cuento de la mafia de Miami, y supuestos planes subversivos en el país, los agentes azules no precisan de otras órdenes y deambularán sueltos y sin vacunar.
Por los años 90, luego de la invasión de policías traídos de Oriente, cuando comenzaban a trabajar en pareja, acompañados de un perro, corría un chiste que explicaba que andaban así porque uno de ellos sabía leer, el otro sabía escribir, y el perro vigilaba a esos dos peligrosos intelectuales.
Según van las cosas en la actualidad, el chiste sería diferente. Un policía pega, el otro aguanta al detenido y el perro está con ellos tratando de que ninguno de los dos muerda muy duro al ciudadano.