Desde hace algún tiempo se ha diagnosticado –cada vez con más frecuencia— un síndrome llamado “Momoria de Pez”, que azota a una gran cantidad de fanáticos alrededor de todo el Planeta Fútbol.
Hoy en día es muy fácil ser el héroe épico y adorado de una noche y en 48 horas convertirte en el villano más troleado de la Historia. La competitividad y el mercantilismo, sumado a las redes sociales y los grupos más radicales, hacen que las buenas actuaciones de los futbolistas sean tan efímeras cómo lo que tarden en equivocarse o fallar un objetivo determinado.
Lo peor es que muchos periodistas y medios de prensa también se han contagiado con este síndrome. Las portadas y los titulares ensalzan o destruyen futbolistas y equipos con una facilidad impresionante.
Dos ejemplos prácticos y que te sonarán:
- Una noche el 10 mete a la escuadra un libre directo a 29 metros y 6 días después le confunden con un muñeco de nieve y le acribillan con memes y titulares tan insidiosos que podrían condenarle a la inyección letal.
- Cuando el 7 le endosó Hattrick al equipo de rayas rojas (sobre blanco) remontándole una eliminatoria impensable, todos coreaban su nombre compuesto y sacaban la cabra a pasear en las redes… unas semanas después: ese está acabado, es un viejo y no debió marcharse del Reino Vikingo.
El fútbol se ha convertido en el deporte del último que llega, donde lo que se pone de moda es a lo que la prensa le presta atención y se debate en cómicos shows televisivos.
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La memoria y la historia valen poco para los fanboys desquiciados por el síndrome. Lo que hiciste bien durante toda una temporada se puede ver empañado por no anotar en 90 minutos o fallar un despeje ante la portería.
Éste no es un deporte de solitarios súper héroes en capa y calzoncillos, éste es un deporte colectivo y de protagonismo coral. Cuando se gana, no gana él, ganan ellos. Cuando se pierde, no perdió él, perdieron ellos.
La memoria en el fútbol hace respetar las raíces, volver a vivir momentos importantes y es, sobre todo, un antídoto para la histeria colectiva. El fútbol es de humanos imperfectos y como en la vida real, equivocarse o jugar mal es una opción sobre la mesa.
En Italia, Francia, Inglaterra, España o Alemania, hoy se cuestionan entrenadores con títulos, jugadores con muchos goles y equipos con temporadas impresionantes, sólo porque perdieron un partido decisivo o no lograron uno de los objetivos iniciales.
Seamos coherentes—por lo menos coherentes— cuando condenemos a un futbolista, a un equipo o a un entrenador; no se es tan bueno cuando se gana, ni tan malo cuando perdiste.
Mientras termino mi columna, me entero que a Massimiliano Allegri le despidieron en Turín por sus “malísimos resultados”... Otro que sucumbe a la enfermedad.