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El meollo del totomoyo

Los dirigentes de nivel medio en Cuba, léase “dirigentes provinciales o municipales”, tienen una ligera noción de que la patria avanza, pero nadie les ha dicho hacia dónde

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Los “totomoyos” que dirigen Cuba
Armando Tejuca/ ADN | Los “totomoyos” que dirigen Cuba

Actualizado: Mon, 03/20/2023 - 12:31

Los dirigentes de nivel medio en Cuba, léase “dirigentes provinciales o municipales”, tienen una ligera noción de que la patria avanza, pero nadie les ha dicho hacia dónde.

Tienen tan poca información, o tanta desinformación que, si hubiera sido por ellos, los dinosaurios se hubieran extinguido mucho antes. Estoy seguro de que si alguno lee estas letras se preguntará si el Tyrannosaurus rex habitó en la isla, y otros querrán impulsar su recría. La del Tiranosaurius.

Es que Cuba es el único país donde los cuadros salen redondos, aunque a menudo tienen ángulos obtusos o muy obtusos. Solamente se ponen cuadrados cuando tienen que resolverle algo a alguien. Cualquiera diría que hay un yacimiento secreto del que los sacan, una veta no vetada, o que brotan, y una comisión creada al efecto los recoge.

Algunos vienen ya de fábrica con el cerebro, o eso que debería trabajar como cerebro, acuñado y con claras indicaciones para su funcionamiento: cuadro municipal, cuadro provincial, cuadro con posibilidades de llegar a nacional, cuadrito, o algunos, simplemente con la etiqueta de “cuadros” en forma de redondel. Los hay además que deberían traerse con un manual, y con indicaciones de “agítese antes de usarse”.

Tal vez no sea un problema de baja cultura, sino de comunicación. Es posible que el clima de cada localidad o el PH del agua los transforme y los convierta en HP, o probablemente la distancia de La Habana a provincias afecte la comprensión de “las orientaciones de arriba”. Al no caer directamente del nivel superior, es decir, del cielo, sino transportadas o aerotransportadas y entregadas a pie, a un totomoyo municipal o provincial le cuesta mucho confiar en que esas orientaciones vengan realmente de la instancia superior. Pueden pasar algunos minutos, horas o días hasta que su materia gris, o la que tenga, se asegure y convenza de que son realmente de donde dicen ser. También pueden transcurrir meses para que entienda qué son las orientaciones.

Este es un ejemplo ligeramente exagerado para graficar esa idea: del buró político del Partido Comunista en La Habana llaman a la sede del PCC de cualquier provincia y en la conversación se desliza el término “Soberanía alimentaria”. El primer secretario, después de una asamblea que dura aproximadamente seis o siete horas, ordena la movilización de todos los militantes que, cada diez minutos saldrán a la calle y gritarán “Aquí no se rinde nadie”. Pasan 48 horas y nadie cocina, nadie come. O sí. Comen el secretario provincial y dos o tres allegados que fungen como inspectores, mientras la seguridad del estado permanece atrincherada para evitar que la contrarrevolución logre la soberanía o el enemigo alimente a alguien.

Lo mantienen en secreto y solamente en ocasiones especiales enseñan la circular emitida en 1962 y renovada anualmente, sobre el peligro de estar cerca de algún cuadro municipal o provincial. Sobre todo, si ese cuadro acaba de regresar de un congreso, de una asamblea, un curso de superación o simplemente de algún control y ayuda. Las endorfinas que lleva a flor de piel contaminan el medio ambiente. Uno de ellos se enteró de esto y quiso, por iniciativa propia, proteger la otra mitad del ambiente con disposiciones bastante descabelladas.

El mayor peligro de estos dirigentes se reporta cuando han asistido a la escuela de cuadros del Partido Comunista Ñico López. Uno de provincias, recién regresado de ese plantel, fue destituido porque se comía en público las uñas. Las de los pies. No es de extrañar la calidad neuronal que tiene la escuela si en ella han estado cuadros tan surrealistas como Nicolás Maduro.

Esa escuela nacional de directivos del Partido Comunista, por la que ha pasado lo más granado de la izquierda mundial, siempre que la carga de células grises esté por debajo del nivel del mar, tiene el nombre bien puesto. Antonio López Fernández fue un joven que siguió los pasos de Fidel Castro en el embullo de hacer tambalear la tiranía de Fulgencio Batista aquel día 26 de julio de 1953. La misión de Ñico era dirigir el asalto al cuartel militar de Bayamo, al que ingresarían por la parte de atrás, protegida solamente por una cerca metálica. La capacidad mental de Ñico López era tan baja que olvidó llevar un alicate para cortar los alambres. El asalto, no hay que jurarlo, fue un absoluto fracaso.

Establecido el nivel de materia gris que se precisa para que un cuadro esté apto para ingresar, ya sabemos lo que pudiese egresar de allí meses o años después.

Un ejemplar de esa especie fue premiado una vez con un viaje al extranjero. Con el afán de ahorrar dinero para poder comprar la pacotilla que necesitaba su familia estuvo más de diez días sin comer, a base de infusiones. En el viaje de regreso era tal su hambre que se comió los zapatos de sus hijos y la ropa interior de su mujer. Hubo que ingresarlo a su llegada.

Nadie sabe en qué zona del cráneo se elaboran algunas de esas ideas que suelen emitir o transmitir estos cuadros medios. Ningún estudio científico ha podido discernir si son impulsos naturales o distorsiones de órdenes recibidas. Hace poco tiempo un totomoyo soltó esta prenda: “Los trabajadores del territorio deberán comenzar a entender la necesidad de renunciar a las utilidades para redirigir esos dineros al desarrollo”. Nunca aclaró al desarrollo de qué o de quién debían redirigirlos.

Ha pasado al archivo de sandeces antológicas lo que soltó otra dirigente entusiasta en diciembre de 2022: “Con principios éticos, con principios revolucionarios, con principios de dignidad. Los nazis se enorgullecían de ser alemanes. Ustedes se tienen que enorgullecer de ser cubanos”. Algunos de los presentes salieron dispuestos a habilitar los hornos de gas para quemar judíos.

Lo mejor que tienen estos cuadros municipales y provinciales es lo lejos que están de la capital, aunque alguno se cuela en las altas esferas. Un caso clásico de totomoyo triunfalista es el Puesto a Dedo Díaz- Canel. Una de sus joyas fue cuando dijo que los funcionarios debían asumir “en cada decisión un enfoque anticapitalista, que prevalezca siempre la lógica de emancipación socialista”.

Él es ejemplo e inspiración para esos cuadros en proceso de malformación o deformación, que cada noche, en sus sueños, repiten este mantra: “para todo el que se sienta revolucionario, los invito a trabajar con pasión y con ganas para seguir venciendo imposibles”. Después de eso, hay que irse lo más lejos posible.

Lo peor de todo es que a menudo se olvida una gran verdad: los cuadros son para colgarlos.