Congresistas estadounidenses enviaron, este 29 de octubre, una carta al arzobispo Christophe Pierre, diplomático de la Santa Sede en Estados Unidos, para comunicar su decepción por la indiferencia del Vaticano ante la represión en Cuba.
La misiva está firmada por los políticos de origen cubano Mario Díaz-Balart, Carlos A. Giménez y María Elvira Salazar.
Díaz-Balart indicó en un tuit que “la jerarquía de la Iglesia no ha condenado los atroces abusos del régimen contra el pueblo cubano, ni ha expresado su solidaridad con sus demandas de libertad”.
La carta expresa no solo las preocupaciones de los congresistas sino de buena parte de su electorado que defiende la causa cubana, y se opone a la represión estatal en la isla caribeña y la crisis sanitaria y económica producto del castrismo.
El documento expone como hecho cimero del descontento popular en Cuba las protestas gubernamentales del 11 de julio, tras las cuales el régimen ha detenido y condenado, sin garantías procesales, a decenas de cubanos que se manifestaron pacíficamente.
Ejemplifica, además, como los sacerdotes también fueron agredidos en el contexto de las protestas:
“Uno de estos manifestantes, un sacerdote de Camagüey, Castor José Álvarez Devesa, fue golpeado por la seguridad del Estado cuando intervino para detener la brutal paliza de un manifestante de 14 años. Este acto desinteresado de misericordia, sacrificio y amor debería ser celebrado en las más altas esferas de la Iglesia, y su abuso y arresto deberían ser condenados”.
Actualmente más de 500 cubanos aún están presos por participar en las manifestaciones y varios han denunciado actos de tortura y tratos degradantes.
La desidia de la Iglesia Católica ante las penurias de los cubanos se ha hecho patente en anteriores escenarios. Eduardo Cardet, ex prisionero político y miembro del Movimiento Cristiano de Liberación expresó el pasado 20 de julio de 2021 al National Catholic Register que:
"La respuesta del Vaticano a la realidad del pueblo cubano ha sido débil. Ha sido una respuesta evasiva, distante, fría. No ha habido un apoyo claro [del Vaticano] a las legítimas demandas que venimos haciendo desde hace tanto tiempo que padecemos penurias y falta de luz. Nunca ha habido una condena de estas violaciones de los derechos humanos. Por el contrario, se ven con aprobación y a veces incluso con cierta complicidad."
Dos días antes, el 18 de ese mes, el papa Francisco se pronunciaba en la misa de la Plaza de San Pedro sobre la actualidad de Cuba y aseguraba que ponía sus oraciones en Dios para que se construyera en paz, diálogo y solidaridad, y una sociedad cada vez más justa y abierta en la isla.
Desde el Vaticano, el obispo de Roma dijo estar “cerca del querido pueblo cubano en estos momentos difíciles”, especialmente de las familias, que “en su mayor parte son quienes sufren”.
A pesar de las palabras del papa, el 24 de octubre los cubanos estuvieron impedidos de presenciar la misa en la plaza de la Santa Sede; y las banderas de la isla fueron confiscadas mientras otras permanecían libres al viento.
Sobre esta muestra de complicidad con la dictadura cubana, la carta de los congresistas añade que “Muchos [católicos] también están preocupados por los informes de que la policía del Vaticano confiscó por la fuerza las banderas cubanas de los fieles cubanos en la Plaza de San Pedro, mientras que las banderas de muchas otras nacionalidades permanecieron. En otro día, a algunos fieles cubanos se les negó el acceso a la Plaza de San Pedro”, como así se evidencia en un video realizado por ADN Cuba.
Sobre los hechos ocurridos el 24 de octubre en Roma, el influencer cubano Alex Otaola, quien figuraba entre los presentes allí, exigió una disculpa pública a las autoridades italianas y del Vaticano y pidió al sumo pontífice que “reivindique al pueblo cubano”.
“El pueblo cubano busca la solidaridad del liderazgo dentro de la Iglesia para estar con los oprimidos y afirmar la dignidad innata del espíritu humano. Lamentablemente, en nuestra opinión, se han encontrado con la apatía de los niveles más altos de la jerarquía de la Iglesia”, concluye el texto, dirigido al francés Christophe Pierre, quien es nuncio apostólico en los Estados Unidos desde abril de 2016.