Crónica de una pandemia anunciada II

Segunda parte de esta entrega donde se muestra las penurias por las que ha pasado un italiano sospechoso de coronavirus en Cuba
La Pandemia del coronavirus cada dia es mas grande en Cuba
 

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Andrea pasó su primera cuarentena en California durante dos semanas. Luego viajó a Cuba y a la semana de su estancia, la esposa tuvo que llamar a los servicios médicos. Se sentía decaído y tenía fuertes dolores de cabeza.

Sobre las tres de la tarde del 28 de marzo un taxi estatal lo recogió en la entrada de su casa. Fue acompañado por una enfermera hasta el hospital Dr. Luis Díaz Soto, conocido por el Naval, cruzando el túnel de La Bahía.

"Desde que llegué al hospital, todo fue puro asombro", comenta el visitante italiano en un claro español.

En conversación con ADN Cuba cuenta que para poder hacer práctico su ingreso tuvo que esperar ocho horas en el local de admisión.

"Era un salón muy pequeño sin condiciones higiénicas, estuvimos ahí cerca de 10 o 12 personas esperando. La mayoría no tenía mascarillas o guantes y tosían mucho", continúa.

Hoy Andrea está de vuelta en su casa del Vedado luego de tres días de ingreso. Aun contándole a su esposa, no se cree lo que vivió mientras estuvo aislado, pero lo recuerda como una experiencia única e irrepetible, por lo sui géneris de la situación.

"En un momento determinado trajeron al salón de admisión una bandeja con panes sin retractilar y todo el mundo empezó a tocarlos, sin disciplina ni orden. También trajeron refresco en un recipiente plástico con su cucharón, además de los vasos desechables. Las personas se sirvieron a sus anchas y en ocasiones al echar el líquido en los vasos con el cucharón se derramaba sobre la mano que lo aguantaba y volvía al envase. ¡Otros metían el vaso dentro del recipiente! La gente estaba desesperada porque tenían hambre, se sentían mal, había hacinamiento", explica.

"Al fin, cuando me llevaron a un cuarto, me di cuenta que el baño estaba sucio, con restos de heces fecales y pedí de favor que lo limpiaran o me cambiaran de habitación", comenta y agrega: "Entonces me pasaron a otro cuarto, pero ese no tenía baño propio".

"No me bañé mientras estuve allí. No quería pisar o tocar nada. Para las necesidades fisiológicas cogía mis toallitas húmedas, para abría la puerta, descargaba el baño y todo los demás. Era muy difícil ese momento. Hacía lo mío y literalmente salía corriendo para que no me salpicara".

"El bombillo de la luz del cuarto tampoco funcionaba", y explica que por esa razón después de las 8 de la noche quedaba a oscuras. "No había televisor ni radio, solo mi móvil", añade.

 

La rutina de esas tres jornadas, según cuenta Andrea, estuvo dividida en tres etapas: A las 8 de la mañana le llevaban el desayuno. Sobre las 11, un médico iba a tomarle la temperatura. A la 1 le llevaban el almuerzo y a las 4 otro médico le chequeaba posibles síntomas para luego llevarle la comida.

Aclara que el trato fue muy impersonal. No podía identificar al o los médicos que lo visitaban, pero en cambio le impresionó la amabilidad y profesionalidad de los sanitarios cubanos, haciéndolo sentir más cómodo.

El primer día, como a las once de la noche, casi dormido, lo despertaron para hacerle el primer test de Covid-19. El martes le repitieron la prueba, cerca de las ocho de la noche. Ambas dieron negativo.

"Alrededor de a las 11 de la noche del tercer día me dicen: italiano, dale que te vas, recoge tus cosas. Y yo con una sonrisa enorme. Me dieron mi alta de ingreso y a la salida del hospital un guardia me chequeó preguntándome qué llevaba en mi maleta. Mis pertenencias, le respondí, y unas mascarillas que le pedí a una enfermera".

"Algo que sí me disgustó fue que no me proporcionaron un transporte para llegar a casa. Yo no sabía dónde estaba. Todo era muy oscuro. Caminé unos metros hasta una estación de bus. Vi a unas personas y les pregunté por algún transporte para llegar al Vedado. A esta hora, imposible, me respondió uno, pero otro me dijo que por 30 CUC me llevaba en su auto. ¡No soy turista, mi esposa es cubana!, le dije", cuenta Andrea con una sonrisa pícara. "Comenzamos a tantear hasta que quedamos a la mitad del precio propuesto y sobre la una de la mañana llegué a mi casa", concluye.

Tres días después a Andrea le realizaron en casa otra prueba que también resultó negativa.

"Mi casa está dentro de la zona de aislamiento. Yo estoy muy bien, pero por si acaso, no me muevo ni del cuarto. ¡Y ahora resulta que el único que no es sospechoso de Coronavirus es el extranjero!", dice refiriéndose a sí mismo.

 

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