Skip to main content

Siento un bombo mamita, me están reclamando

El cubano de hoy ha adquirido manías. No costumbres, manías. O posiblemente sean tareas que la revolución le ha dado

Image
La Habana derruida
Armando Tejuca | El cubano vive a la espera de opciones migratorias para escapar del país

Actualizado: Mon, 04/01/2024 - 07:24

El cubano de hoy ha adquirido manías. No costumbres, manías. O posiblemente sean tareas que la revolución le ha dado.

Unas rutinas con las que comienza su día:

-Revisa el buzón de voz de los teléfonos, por si tiene un aviso positivo de la reclamación que le hizo un pariente de USA.

-Busca por debajo de los muebles (incluso aunque no haya muebles), no vaya a ser que hayan lanzado un sobre con la reclamación que le hizo un pariente de USA.

-Llama a ese pariente en los Estados Unidos y le pregunta cómo va el proceso de reclamación para viajar a USA.

Ya después, menos intranquilo, antes de desayunar o de lamentarse en alta voz de que no haya nada para desayunar, y en el caso raro de que haya fluido eléctrico, trata de actualizarse con las noticias de este mundo.

Entonces ve esto:

1-Faltan la mitad del arroz y del azúcar de marzo en Guantánamo, y algunos sitios esperan el aceite de febrero.

2-Echa a andar Felton, pero la Guiteras pierde más de 100MW de generación por una avería.

Comienza a mirar el maltrecho ventilador ruso de plástico a ver cómo pudiera construir un pequeño helicóptero que lo saque de ese infierno, aunque caiga en medio de una tribu caníbal del Amazonas. Allí, al menos, verá gente comiendo carne. La suya.

Entonces va hacia el pequeño altar de la esquina de la sala, que suele contener a una deidad yoruba, un santo católico, uno protestante y alguno que otro de la iglesia ortodoxa, por si acaso. Enciende una vela, si tiene, y abre la ventana para mirar al cielo, porque la llegada de ese parole es como un mandato divino, la oportunidad de comenzar una nueva vida, o empezar verdaderamente una vida. Como volver a nacer. O tener pies de pronto.

Anota en un papelito las cosas urgentes que tiene que hacer ese día: ver al babalao antes de que le llegue el parole. Al babalao, que también lo está esperando para ejercer en otras tierras del mundo. Revisar las ceibas del barrio, por si a algún loco se le ha ocurrido dejar una pata de gallina con un lazo rojo. Antes no servían, pero ahora ha aprendido a hacer un caldo buenísimo. Hasta el lazo rojo le echa.

Pero, en lo que el palo va y viene, o en lo que el cuño de aprobación se acerca al papel del parole, el cubano de hoy, ese ser que no está en ná ni ná, que absorbió la fuerza del brazo de Gómez y Maceo para agarrar un machete en cualquier bronca de barrio, tiene a mano ciertos ejercicios que no son precisamente de yoga, sino del yogui, del oso Yoguí.

Se sienta en el piso. Cierra los ojos. Abre los brazos, y cuando se va a concentrar, comienzan a picarlo los mosquitos. Los espanta a manotazos, pero solo escapan cuando los amenaza diciéndoles que cuando le llegue el parole se van a joder, y nunca más probarán su sangre generosa. Entonces ve que de una picada le ha salido un poco y la recoge con el dedo. Le vienen a la mente los versos del Nico, el poeta Guillén: “Cuando con sangre escribe Fidel, este soldado que por la patria muere...”. Pone Fidel en la pared, pero no le alcanza la sangre para el insulto que viene después y vuelve a cerrar los ojos.

Entonces piensa en lo que perdería si se va de Cuba para siempre. Abre de nuevo los ojos y los vuelve a cerrar con fuerza y se concentra, para enumerar los logros de la revolución que dejaría atrás. Aprieta los puños, se pone rojo, le falta el aire. Y siente el grito de su mujer: “Papo, no jodas más con eso, que en el policlínico no hay oxígeno”. Con esa alerta, Papo abre los ojos y descarta la salud como uno de los logros. Le queda la educación. Y de la casa del vecino le llega la voz del Puesto a Dedo, “El Encargao” Díaz-Canel, que pide “más intencionalidad" en la "formación ideológica" en las escuelas.

Papo afina el oído y sigue escuchando al que finge ser presidente del país, que ahora habla de problemas en el sector y afirma que la "asfixia económica" y la "intoxicación mediática" son los dos componentes de la política de máxima presión que aplica el Gobierno de los EEUU, en busca de derrocar a la Revolución".

Papo se pone a pensar desde cuándo está borracho ese hombre que sigue con lo mismo. O supone que cuando le recetaron los electroshocks, la Felton y la Guiteras habían tenido otras roturas.

Hace su personal resumen sobre la educación. Entiende que Cuba va en camino de convertirse en una de las regiones más maleducadas a nivel mundial. La revolución desterró para siempre el “gracias”, el “buenos días”, el “hasta pronto”, el “por favor”, el “si es tan amable” y una cantidad de etcéteras que ubican a la isla en un renglón casi tribal, aunque se sospecha que cualquier tribu de Guayabos Blancos fueran más educados. Usted se tropieza con un cromañón y este le hace un gesto amable con la cabeza. Se encuentra con un cubano y, si lo mira, mueve los brazos y pregunta “¿Qué p.... é?”.

La educación comenzó a politizarse tanto, y pusieron más énfasis en lo ideológico que en el resto de las materias, que hoy la enseñanza media es solamente media enseñanza. Y la primaria, peor. Insistieron en la idea de que los niños fueran como el Ché, que la mitad quiere ser argentina y la otra mitad asmática. Y casi todos se quieren ir para Bolivia o para donde sea.

Es en ese momento, cuando van a intentar picarlo los mosquitos de nuevo, que tiene una idea peligrosísima: la culpa de todo la tiene Martí. No solamente es el autor intelectual del asalto al cuartel Moncada, que fue donde la cosa comenzó a ponerse mala, sino que dijo lo que no debía decir jamás: “Ser culto es el único modo de ser libre”. Se da un manotazo en la frente y se da cuenta de que todo es intencional. No quieren que la gente sea culta, porque será libre. Y aunque Silvio Rodríguez comprende a los jóvenes que se van, también le echa la culpa a los Estados Unidos.

Es el momento en el que Papo se pone de pie, revisa el buzón de voz de los teléfonos, por si tiene un aviso positivo de la reclamación que le hizo un pariente de USA. Busca por debajo de los muebles (incluso aunque no haya muebles), no vaya a ser que hayan lanzado un sobre con la reclamación que le hizo un pariente de USA. Y llama a ese pariente en los Estados Unidos y le pregunta cómo va el proceso de reclamación para viajar a USA. Que se queden en la isla Silvio y Díaz-Canel. Que se jeringuen, que a él le da lo mismo.