Repatriarse es caminar sobre el filo de una navaja

Volver a Cuba, que ahora se llama “repatriarse”, te deja a merced de muchos sobresaltos, de numerosos peligros, sin ningún amparo legal.
Fotografía: Chema Madoz
 

Reproduce este artículo

Ya nada es como antes. En Cuba, después de 1959, nada es como antes, y casi no es, siquiera, como debe ser.

Uno se va. Uno deja la puerta y el viejo aire de su infancia. Y la esquina de la primera novia. Uno sale al mundo a enriquecer sus sentidos, a intentar confundirse con el mundo real, a buscar nuevos horizontes, a ayudar a su gente. Y siempre sueña con volver.

Pero con la Cuba de hoy no sirve el tango. No pueden los ojos empañarse cantando aquello de “Volver con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien”. Volver a Cuba, que ahora se llama “repatriarse”, te deja a merced de muchos sobresaltos, de numerosos peligros, sin ningún amparo legal, por mucho que se den golpes de pecho, y el nuevo presidente, el “puesto a dedo” Díaz-Canel, hable de conciliación o reconciliación.

Quieres volver, aunque sea ya sin frente,  porque tus viejos te lo han pedido, porque te fue mal en el mundo, porque estás enfermo y dices como Sindo Garay que “quieres morir en Cuba”. Te empeñas en regresar porque la abuela está a punto de hacer el último viaje y ¿quién se va a quedar con la casa?

Quieres andar de nuevo por los viejos senderos de tu vida, adivinar en el aire los gritos del niño que fuiste, o, retornas porque has ahorrado una tierrita ahí y quieres hacer algo por ti y por los tuyos, poner un negocito ahí que dé para ir tirando, para ganarte la vida como aprendiste en esas fronteras del mundo que has atravesado. Pero, no. No se puede. Traidor un día, traidor siempre. Y te lo van a cobrar al menor descuido, porque desde hace mucho tiempo no eres de ellos, no perteneces, los dejaste en la candela y te marchaste a vivir la vida suave, a llenarte de dólares o de euros.

 

No hay leyes en ese país que cubran tus esperanzas, que defiendan como ha de ser los anhelos, los mínimos anhelos de alguien que ama a su tierra y quiere decir, cansado, basta de andar y de rodar.

Cuba, que durante medio siglo fue un receptor de inmigrantes, ahora no sabe qué hacer con los suyos que vuelven. No hay techo que te cubra. Nadie ni nada te va a proteger del rencor y de la envidia, de la desidia y del ninguneo de las autoridades, y el viejo peloteo de las “instancias correspondientes”, y el aquí no es, o el venga mañana porque el compañero no vino hoy. No hay país para el cubano que regresa. Ellos no quieren. Fidel Castro lo dijo cuando acabó con los burgueses, con la escoria, con los gusanos, de un plumazo.

Y el que no lo crea, ahí está, reciente y doloroso, el caso de Zorabel López, que pensó que Cuba había cambiado. Que había otra mentalidad y otros deseos. Y olvidó que Fidel Castro aplastó con sus botas insolentes el último pequeño bastión de empresa privada y libertad individual, allá en 1968, con la ofensiva revolucionaria.

Zorabel tropezó dos veces con la misma piedra. Primero montó un cine en 3D y se lo clausuraron a sólo un mes de haberlo inaugurado. Pero, testaruda, abrió un bar en Alamar y todo anduvo más o menos bien hasta que el poder y la lujuria se unieron en el cerebro podrido y seco de un Jefe de sector de la policía, que la asedió y la acosó para lograr favores carnales. Y cuando Zorabel le dijo no, buscó y arrastró en la madrugada hacia ese bar Zona Vip a cuanta gente corrupta encontró en la falta de alma y de decencia de unos “inspectores”, que comenzaron a buscar y a hallar violaciones y faltas.

"Empezó a asediarme. Tengo testigos suficientes", declaró Zorabel. Agrega que, al ver sus intenciones frustradas, el policía acudió al gobierno municipal y pidió una inspección de la Dirección Integral de Servicios (DIS) al establecimiento. "Se acercó aquí a las 2:35 de la mañana con dos inspectores de la DIS y en muy mala forma, queriendo entrar al local”.

Pero, ay, Zorabel del alma mía. ¿Olvidaste que bajo el cielo de Cuba todos están a merced de los chacales? Y si has regresado de la otra vida, peor.

Lo alarmante es que no es la única, ni lo será. Y el estado ampara todo el acoso de los uniformados, hasta que llegan a hacer algo como esto. Al estilo de los charros de antes, “eres mía o de nadie”.

Pero más allá de este caso en particular, recuerda que no hay vuelta atrás.

El país que dejaste cerró sus puertas, y ya no perteneces a él.

Escrito por Ramón Fernández Larrea

Ramón Fernández-Larrea (Bayamo, Cuba,1958) es guionista de radio y televisión. Ha publicado, entre otros, los poemarios: El pasado del cielo, Poemas para ponerse en la cabeza, Manual de pasión, El libro de las instrucciones, El libro de los salmos feroces, Terneros que nunca mueran de rodillas, Cantar del tigre ciego, Yo no bailo con Juana y Todos los cielos del cielo, con el que obtuvo en 2014 el premio internacional Gastón Baquero. Ha sido guionista de los programas de televisión Seguro Que Yes y Esta Noche Tu Night, conducidos por Alexis Valdés en la televisión hispana de Miami.

 

Relacionados