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Pollo nuestro que estás en los cielos

En cualquier momento el partido o algún mandamás desbancará al tocororo y nombrará al pollo congelado ave nacional de Cuba

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Artículo de opinión
Armando Tejuca | Artículo de opinión

Actualizado: Fri, 07/07/2023 - 14:57

En el futuro, al escribir de nuevo la historia de Cuba, tendría que hacerse imitando al Nuevo Testamento, de esta manera: “En el principio fue el pollo”.

Nuestro héroe nacional, el apóstol de la independencia José Martí, debería tener un pollo entre sus brazos. Y en cada escuela, junto a su busto, una pequeña representación artística del pollo, en cualquiera de sus formas: asado, crudo, dividido en partes e incluso vivo y crudo, aunque ya se ve poco de esa manera.

En cualquier momento el parlamento cubano toma la iniciativa de... perdón, no sé en qué parlamento estaba yo pensando, porque el parlamento cubano tomará cualquier cosa, menos iniciativas. En cualquier momento el partido o algún mandamás desbancará al tocororo y nombrará al pollo congelado ave nacional de Cuba. La isla se convertiría así en la república avícola donde no hay gallinas y casi nadie tiene huevos.

Si uno recuesta la oreja sobre el asfalto, o lo que quede de él, en cualquier ciudad de Cuba, ya sea en Oriente o en Occidente, no escuchará ningún mugido. Tampoco podrá detectar, de seguro, el cronch cronch que hacen los cerdos comiendo en los corrales, y tampoco, el acelerado correr de los avestruces, que se pasean por nuestros campos y ciudades cargando más carne que una vaca. Pero si se está quieto, y no lo arrolla un carro o acude la policía a averiguar, podrá escuchar el descongelamiento. No de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, sino de las toneladas de pollo que el segundo le vende al primero, o que el primero le compra al segundo. Eso sí, con el billete en mano, por aquello de que “el muerto alante y la gritería, atrás”. Y es conocido que Cuba les debe dinero a las 9000 vírgenes.

No lo dicen en la televisión cubana, ni en la prensa partidista, porque en ninguno de esos medios se dice nada que valga la pena, más allá de la sarta de metáforas oscuras y mentiras cada vez más grandes y repetidas. Pero si uno tiene buen ojo y mejor oído, encuentra datos como estos: “La compra de carne de pollo a Estados Unidos por parte del Gobierno cubano registró en marzo de este año (2023) su nivel más bajo en los últimos seis meses, de acuerdo con cifras publicadas por el Departamento de Agricultura de EEUU”.

Y sigue diciendo la nota: “Sin embargo, ese alimento sí se encuentra disponible en las tiendas virtuales que el Gobierno cubano autoriza y que venden en divisas a través de pagos desde el extranjero”. Es extraño que, sabiendo que la carne de pollo ha salvado más vidas que las vacunas y que los guardacostas de la isla, el ministerio de cultura, con el ministro Manotazo a la cabeza, no haya “orientado” a los artistas plásticos crear en todos los municipios murales, cuadros y estatuas de pollo. Y a los músicos, que incluyan en sus composiciones el alegre piar de estas dulces aves ya autóctonas. E incluso pedir al ballet nacional que haga una gira por el mundo bailando la “Danza del pollo” o, en su lugar, “El lago de los cisnes”, pero cambiando cisnes por pollos. Total, si ya dan pollo por pescao.

Pero la vida es injusta. En lugar de poner a un pollo al frente del gobierno, pusieron a un guanajo. Claro que al verlo la gente se abstiene de tener malos pensamientos y de que se le haga la boca agua. De su cerebro, o del lugar donde Dios debía haber colocado uno, parece haber salido un término del que están viviendo algunos holgazanes de la izquierda mundial: la soberanía alimentaria. La soberanía se alcanza cuando no hay dependencia. Ya lo dice la palabra: yo hago, yo cultivo, yo creo y de ello me nutro. Ya lo de “alimentaria” es otra cosa.

Y hablando de ese término, en Italia se ha aprobado la Ley de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional. Eso significa mucho, sobre todo a nivel estomacal y de satisfacción patriótica: uno sabe lo que se está tragando y siente orgullo de ello. No protesta porque sospecha que el pollo viene de afuera y huele mal, porque vino hace mucho tiempo y no lo refrigeraron. En Italia “el ministro de Agricultura de Cuba, Ydael Pérez Brito, afirmó que los pueblos merecen y necesitan que se les garantice su alimento”. 

Pareciera un chiste si no resultara ser algo tan doloroso. Un país que pasa hambre tiene ministros de alimentación y de agricultura, y un primer ministro y una primera plana que parecen haberse comido al pueblo completo. Pérez Brito intentó rectificar su disparate diciendo: “El Gobierno cubano tiene la voluntad política satisfacer las necesidades de la población, "a pesar de las limitaciones que impone el bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos".

No me extraña entonces que el pollo que Cuba les compra a los norteamericanos sea el símbolo del bloqueo, o del no bloqueo, y tal vez aparezca en el futuro en el mismo escudo nacional como recuerdo de que la isla derrotó al criminal embargo comiendo muslos y pechugas, aunque la dictadura tenga al cubano de a pie bien agarrado por el pescuezo. Un reporte publicado el 10 de noviembre del 2022 decía: “El Gobierno cubano invirtió entre los meses de enero a junio del presente año unos 129,3 millones de dólares para comprar 141.000 toneladas de pollo a Estados Unidos”. 

Luego salió un decreto absurdo, donde se restringía la venta de pollo a los menores de 13 años. Tuvieron que dar marcha atrás muy rápido, porque la mayoría de la población se bajó la edad a 11 años y medio, y ya no había pañoletas para tantos pioneros. Los que mandan se han dado cuenta de que la población se entretiene mucho en las colas para adquirir el pollo. Se conversa, se pasa calor, se hacen nuevas enemistades. Y así la gente es un poco más feliz, porque el aire libre es saludable.

Los datos de esa “ruptura del bloqueo norteamericano” son bastante precisos, aunque luego manden a algún alcornoque, como Bruno Rodríguez, a desmentirlos. Pero está más que comprobado que en el 2022 “la mayor parte de las compras de La Habana en EEUU son cárnicos, fundamentalmente piernas, carne y muslos de pollo congelados, a los que se sumó en septiembre fosfato de calcio; café; cacao a granel; frituras de maíz; jugos de vegetales; cerveza y bebidas no alcohólicas”.

Para donde quiera que uno mire en la isla ve un pollo congelado. Cuba limita al Norte con el pollo, y al Sur también, aunque muchas veces la gente se vea obligada a escoger entre Este y Oeste. La televisión se esfuerza en ofrecer imágenes agradables para que la gente piense que el país marcha bien. Por eso han dado muchas recetas para cocinar el pollo en infinidad de variantes, pero cuando una persona se ha zumbado ocho horas en una cola -que es casi siempre un molote- para adquirir una porción de pollo, no está para escuchar recetas de cocina y menos para aplicarlas. De milagro no se comen el pollo crudo.