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Mi nia zabut Manolo

No está lejano el día que en las ciudades de Cuba amanezca lloviendo como en Moscú, y que en algunas zonas caiga nieve que llevarán los rusos desde Siberia para combatir el calentamiento global y cualquier otro tipo de calentamiento

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Relaciones Cuba-Rusia
Armando Tejuca | Relaciones Cuba-Rusia

Actualizado: Fri, 06/09/2023 - 13:46

El ministro del interior de Cuba, general de división Lázaro Alberto Álvarez Casas, se ha pasado una semana en Rusia. 

No fue a pasar un curso de corte y costura ni a ver qué nuevos muñequitos rusos podía llevar a Cuba para acabar de desgraciar la televisión. No le enseñaron a bordar ni a bailar la troika. Fue a firmar acuerdos para reprimir la delincuencia y el terrorismo. Los barrios de la isla están repletos de ellos. Y cuando llega a pasar una guagua y se detiene, la mitad de los pasajeros son delincuentes y la otra mitad, terroristas. Menos el chofer, que es de la Seguridad del Estado.

No está lejano el día que en las ciudades de Cuba amanezca lloviendo como en Moscú, y que en algunas zonas caiga nieve que llevarán los rusos desde Siberia para combatir el calentamiento global y cualquier otro tipo de calentamiento. Los menús de los restaurantes y cafeterías estarán en español y en ruso, e igual en la puerta de los baños públicos, y habrá un noticiero en los mismos idiomas. 

En la carpeta de las unidades de la policía será obligatorio poner dos agentes: uno de Guantánamo y otro de Leningrado, y trabajarán tan unidos que la población al poco tiempo no podrá distinguir cuál es uno y cuál es el otro, Serguei o Timochenko. Entonces, los domingos en la tarde, los cubanos pudieran disfrutar de algún programa televisivo sobre la taigá, con músicos acompañándose con balalaikas, entonando los cantos de mujiks. Tal vez se llame “Palmas y abedules”.

Pero más allá de esa cercanía rusa a Cuba, que algunos mal pensados, los obscenos de siempre, calificarán como “penetración”, la presencia eslava se verá solamente en áreas específicas, aunque se ha anunciado “una tienda mayorista que cobrará en dólares y un hotel exclusivo para rusos” donde serán de uso obligado las mascarillas, para evitar contaminarse con el olor a sobaco. Rusia y Cuba tendrán colaboraciones en la industria y la agricultura y fundamentalmente en el trabajo estrecho en organismos de vigilancia y represión, para mantener a raya a quienes siempre echan a perder la concordia de los pueblos.

Esta colaboración, que nadie ha explicado bien, pero que muchos sospechan podría ser parecida a la de antes cuando Rusia era la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, con KGB, programa 9550 y el vodka Limonaskaia. Hay que tener cuenta que, según un artículo de la prensa de 1984 donde citan una investigación de la academia de ciencias se decía que: “uno de cada seis soviéticos nacía retrasado o con una tara hereditaria por culpa del alcoholismo”. Al resto lo retrasaban los órganos represivos, como la KGB.

Dicen los que saben que “los recientes acuerdos entre La Habana y Moscú pudieran ser el resultado de deudas adquiridas por el Gobierno cubano en el pasado”, y no me extraña que el difunto Delirante en jefe, tan tacaño y malapaga, les debiera millones por la compra de vodka y compotas. Y ahora habrá que esperar a que el gobiernito del Puesto a Dedo reparta un ruso por núcleo familiar, provocando un nuevo malestar en la población, que esperaba que fuera al revés, repartir un cubano por núcleo familiar ruso.

Las cosas parecen estar malas, y hay que consolarse con una sola idea: pronto van a estar peor. Un ruso apellidado Patrushev estuvo en Cuba y allí “subrayó que Rusia y Cuba son (no de un pájaro las dos alas, porque si el ala rusa se levanta, el hedor matará a cualquiera) "de los pocos estados que resisten con éxito las 'revoluciones de color'", es decir, las protestas populares en contra de los regímenes que optan por sofocar esos reclamos por la fuerza”. El bolodia no especificó de qué color eran esas revoluciones aludidas, pero si uno se da una vuelta por las colas del pollo en cualquier ciudad o barrio cubanos ya completa el crucigrama.

Tampoco han informado a los delincuentes y terroristas cubanos, que según la dictadura han de ser el 90 por ciento de la población actual, incluyendo a quienes viven en Miami, en qué consisten esos acuerdos firmados por el Minint con los rusos. Cuántas toneladas de sopapos y patadas van a enviar, la cantidad exacta de Sergueis que radicarán en la isla, tal vez para controlar a las tropas especiales que controlarían al pueblo. Nadie ha dicho tampoco en qué idioma van a interrogar a los opositores cubanos, aunque sospecho que no será en francés.

Entre las notas sueltas (y con esto no se alude a la ingestión de bebidas espirituosas de los ciudadanos cercanos al Cáucaso) que informan del acercamiento cubano a Rusia, o de Rusia a Cuba, está este inquietante párrafo: “el Consejo de Seguridad de la Federación de Rusia indicó escuetamente: "En las conversaciones con el ministro del Interior de Cuba, se consideraron los problemas de estabilidad regional". Cuando una dictadura expresa que hay problemas de estabilidad, significa que están a punto de lanzar las tropas a la calle, y cuando esa estabilidad es regional, quiere decir que lo harán en todas partes y a todas horas.

En otro párrafo son un poco más diáfanos: “Según el Consejo de Seguridad ruso, en la reunión se habló de "temas de interés, principalmente relacionados con garantizar la seguridad nacional, regional y global". Ya ven, los problemas entre Rusia y Cuba son globales, y por eso quieren garantizar la seguridad. La seguridad de un globo es difícil de lograr. Y la manera más efectiva de garantizar seguridades, sean nacionales, regionales o globales es aplicando la fuerza máxima, aunque a la población le salga una hernia inguinal. 

Otro jerarca ruso de apellido Chernishenski, a quien no aconsejo caer en boca de los cubanos, tan dados al relajito y la guasa, puso “condiciones para abrir las compuertas para esa colaboración: “Dijo que el Gobierno de La Habana es un "amigo de confianza", pero que es "imprescindible hacer una hoja de ruta para incorporar estas preferencias, que tal vez podría necesitar algunos cambios en la legislación de Cuba". Eso lo entiende hasta Canuto, que es como conocen en muchos sitios a Ramiro Valdés, que mientras más viejo, más bruto, y traducido al idioma de Palma Soriano y Melena del Sur significa: “que en Cuba se cambien las absurdas leyes comunistas para ellos poder ganar dinero”.

Ya veo al Puesto a Dedo, al primer ministro Matrero y a Brunildo el lleva y trae, reunidos hasta altas horas de la noche, con la Machi esperando en pijama en la puerta de la oficina, para decidir qué línea, párrafo o acápite idiota tumban de la constitución o del cólico penal, para agradar a los rusos y que estos se decidan a sumarse a la tropical población cubana, y que en los próximos carnavales desfilen por fin las carrozas de las Matrioshkas y de la mafia de Moscú. Deberían echar abajo todo, porque en Cuba, incluso sin códigos, circulares o constituciones, lo que no está prohibido es ilegal.

Sobre todo, cualquier texto donde se diga que la gente de la isla debiera ser feliz.