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La república del Mangovitch

Un día no muy lejano, para comerse un mango, la gente de la isla tendrá que viajar a Leningrado

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Rusia-Cuba
Armando Tejuca | Rusia-Cuba

Actualizado: Fri, 08/04/2023 - 13:31

Un día no muy lejano, para comerse un mango, la gente de la isla tendrá que viajar a Leningrado.

De hecho, el régimen cubano exporta mangos a Rusia mientras mantiene a los cubanos a régimen. Pronto el mango será borrado del tema de Félix B. Caignet “Frutas del Caney” y ningún nacional podrá coger nunca más mangos bajitos.

También es una puñalada por la espalda a los esfuerzos del Gran Fellove Francisco, que quiso mantener, con su “Mano mangüé”, la fruta en nuestra dieta, o al menos en nuestra dieta cultural y se preguntaba: “Mami ¿Qué le pasa a papi?”. Sencillo, papi abrió los brazos y las piernas a lo que fuera la hermana Unión Soviética (sovieta, según una presentadora de televisión), que ahora se llama Rusia, es más pútina que nunca y nada de desinteresada, como gritaba a los cuatro vientos el Delirante en jefe cuando pensaba que ordeñaba a Krushov y a Leonid Breshniev, mientras le mangaban otras cosas como hoy le mangan a Cubita los mangos.

De hecho, las exportaciones de mangos a Rusia son cuidadosas, no vale cualquier mango, ni de cualquier zona. Los mangos de las provincias orientales no resisten el largo viaje porque han sufrido demasiado calor. Y existe también el precedente de que, precisamente debajo de una mata de mangos, el general Antonio Maceo hizo su famosa protesta de Baraguá. Los herederos de Pushkin no están para ninguna protesta.

Para los que olvidan la historia, aquella entrevista entre Maceo y el general Martínez Campos sucedió en Mangos de Baraguá. Allí alguien de su tropa lanzó un alarido histórico: “El 23 se rompe el corojo”. Corojo es una palabra que no tiene traducción al ruso.

Hoy por hoy, solamente se exportan a Rusia mangos cultivados en Cienfuegos, que es una ciudad muy bonita donde uno puede llevarse un mangazo y coger la sartén por el mango. La prensa lo ha dicho, a sotto voce, para que no se alteren los campesinos a quienes se les pudre la fruta en el piso: "De la cosecha de mango cienfueguera se enviarán 500 toneladas a la industria alimentaria para hacer pulpas, compotas y otros destinos sociales”.

Así que, en la actualidad, y ese futuro que ya viene llegando, con muletas y todo, será difícil decir en Cuba que la vida de alguien es un verdadero arroz con mango. Se empieza así, haciéndote el gracioso con Rusia, regalándole o vendiéndole muy barato nuestro sabor, el néctar de nuestros campos y ciudades, y un día, cuando los mangos estén verdes, les tendrás que ofrecer otra cosa. 

Lo que nadie imagina es que los mangos de Cuba, cansados de que el gobierno los ignore y los vilipendie, que Acopio los tire a mondongo y prefiera dejarlos pudrirse en el piso antes que comprárselos a los campesinos, un día se cansarán de tanto desprecio y de tanta humillación. Es una metáfora del poder en Cuba: los que están a punto se golpean contra el piso, y allá arriba, en las ramas, solamente sobreviven los inmaduros.

Pero claro, no se exporta cualquier mango, como no sale de la isla cualquier cubano, sino los que pasan por el colador del Minint. No sé si a las frutas que exportan les imponen requisitos ideológicos o si revisan su afiliación política o si, alguna vez, desde las ramas más altas, le han gritado al narizón Puesto a Dedo “Díaz-Canel, sincasa”. Pero de que son mirados con lupa, como si fueran cineastas o artistas, eso sí. Lo dice la nota de prensa: “La cienfueguera Empresa Cítrico Arimao es la única que se dedica a exportar mango. De las 900 hectáreas que se cultivan de la fruta en esa provincia, 35 son certificadas desde su siembra y seguidas bajo estrictos requisitos sanitarios para cumplir los estándares del mercado europeo".

Es decir, el mango que vaya a viajar fuera de Cuba ha de cumplir determinadas condiciones: volumen y peso estándares, maduración normal, buena presencia, higiene total, educación apropiada, certificados médicos en regla (que no provoque caquitas raras ni diarreas imprevistas) y que con su sola presencia cada mango hable bien del proceso revolucionario. Es como la realidad cubana actual: los extranjeros ven lo que el gobierno les quiere mostrar, pero nunca se enteran de los pobrecitos mangos que nadie recoge del suelo y que se van descomponiendo. Ni siquiera va la policía a exprimirlos o reprimirlos, aunque ganas no le falte. A la policía, digo. 

Imaginen por un momento que los mangos, hartos de que en la isla no los valoren ni consideren, acepten irse a Leningrado, a Siberia, a Sarátov o a Moscú. Allí, en secreto, casi clandestinamente, decidan evolucionar y mangar a la humanidad. Se adaptan al frío y acuerdan entre todos seguir con la cáscara verde, o ponerse carmelitas o rojos. O aparentar ser peras, o melones, o quizá frutabombas, para tener algún sex appeal con el apodo de “papayas”. Que por unanimidad decidan no crecer más en el trópico y que a partir de ahora solamente brotarán en climas fríos, en la estepa, cubiertos de nieve. ¿Darán en Cuba mandarinas por mangos, igual que ofertan pollo por pescao? Ná, soy un soñador, en Cuba tampoco hay mandarinas.

Ese acercamiento a Rusia, antigua Bolandia, en la que los altos cargos que nadie eligió nunca para desgobernar la isla mueven las cabecitas en gesto de aprobación y simpatía y sacan las lengüitas babeando, y hasta te tienden la patica para que les digas jarachóv y maladietz, ¿dará algo en concreto? ¿Rusia le dará a Cuba concreto? ¿Ese concreto se utilizará para levantar nuevos hoteles para que disfrute el turismo ruso o será para reparar la cara de los dirigentes?

No sé, a lo mejor es una dádiva, un gesto galante con el que Cuba le dice a la vieja Rusia “tómame o déjame”, pero invierte, que queremos seguir gozando las mieles del poder. Tal vez exagero. Me he vuelto muy desconfiado. La nota agrega y abunda que: "Otras 500 toneladas se utilizarán para hacer jugos, néctares y mermeladas en la propia Cítrico Arimao". Eso dicen, pero el papel lo aguanta todo. Nadie ha visto nada de eso que anuncian.

Tal vez estoy exagerando y los rusos acepten la exportación de mangos de la isla y los cubanos puedan paladear su sabor en forma de compotas. De aquellas compotas que fabricaban los soviéticos y que había que llamar a los artificieros del ejército rojo para abrirlas.

Posiblemente entonces los cubanos tengan que viajar de todos modos a Leningrado para abrir las compotas.