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 Juro decir la verdad

¿Existe libertad de prensa en Cuba?: No, la dictadura cubana destina numerosos recursos a neutralizar las nuevas y no tan nuevas voces del periodismo independiente

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¿Existe libertad de prensa en Cuba?
Armando Tejuca | ¿Existe libertad de prensa en Cuba?

Actualizado: Mon, 05/06/2024 - 08:19

La familia Capote está formada por varias generaciones de comunicadores.

El más antiguo de ellos trabajó en la radio antes de 1959 y está contento de haber dicho siempre la verdad, aunque los gobiernos de entonces tomaran medidas y cerraran la emisora temporalmente.

Los que le siguen también aseguran haber contado siempre la verdad, o lo que creían era la verdad, aunque admiten que los sucesos de los primeros años de revolución los entusiasmaban tanto que nunca dudaron de la veracidad de sus informaciones. Pero los más nuevos saben que nunca han podido decir la verdad. A pesar de ello, sabiendo que repetían las mentiras triunfalistas que orientaba el partido comunista, intentaron hacerlo siempre como profesionales, aunque en casa discutían unos con otros y hasta se avergonzaban de lo hecho. Había que pensar, ante todo, en la supervivencia.

La familia Capote se reúne completa cada día 3 de mayo, día de la libertad de prensa. Analizan la situación, hacen chistes y críticas, comentan la actualidad y están pendientes del futuro del más pequeño de ellos, ese que, hace unos años, los sorprendió a todos diciendo que también quería ser periodista.

Este 3 de mayo se ha vuelto a reunir la familia en pleno. Sabe que no habrá esta vez otras desagradables sorpresas. Vienen a evaluar lo que han logrado con el niño, que ahora ha crecido y muestra una mirada firme y decidida después de todo lo a lo que ha sido sometido.

El abuelo Capote, en su condición de más veterano en estas lides, leyó una noticia escalofriante: “La organización Reporteros Sin Fronteras colocó a Cuba en el puesto 168 a nivel mundial de su ranking mundial de Libertad de Prensa, según publica en su informe anual”. Tras comentarios de “la cosa sigue igual o peor” o “la cosa no cambia”, inician la reunión. Debo decir, para los no enterados, que “la cosa”, además de la situación, es también la revolución cubana. Y dentro de la revolución cubana “la cosa” son todas aquellas cosas que han jodido más al país, en un desenfreno tal que cualquiera entendería que no tienen otra “cosa” en el cráneo.

El abuelo rememora todo lo que sucedió desde que Martín, entonces Martincito, expresó su voluntad de ser periodista y seguir así la tradición familiar. Intentaron disuadirlo, convencerlo para que cambiara de profesión. Que fuera dentista o cartero, incluso director de una oficina de turismo ecológico, oficios que iban a perdurar y que resultaban tranquilos, pero el muchacho no cedió ni un milígramo, como diría el burro venezolano Nicolás Maduro. Entonces la familia ideó un plan que lo preparara.

Era duro, y para realizarlo estrictamente y poder endurecer al muchacho, o, si se podía, desilusionarlo o quitarle la ilusión, tendría que ser cumplido al pie de la letra. Explico aquí la diferencia entre los dos términos: desilusionarlo es si le habla Machado Ventura. Quitarle la ilusión es cuando llega a entenderlo. Por suerte, los Capote contaron con la ayuda de muchos amigos, y de los hijos de esos amigos, que iban a actuar como jenízaros de la seguridad del estado.

La primera medida fue “regularlo”. Dos falsos agentes lo esperaron en la puerta de su casa y lo llevaron a otra vivienda, donde un fingido coronel le informó que, por su deseo de ser periodista independiente, no podía salir del municipio, ni de la provincia, de la ciudad, e incluso de su cuadra. Martín nunca supo decir quién fue ese coronel porque le dijo que se llamaba Alex, luego Hiram, Rafael, Regis y mayor Norberto. Pero se encontraría con él varias veces en el futuro.

También comenzaron a multarlo. Lo veían escribiendo, aunque fuera una tarea de matemáticas, y recibía una llamada telefónica amenazándolo con revisar sus contactos y le llegaba una advertencia en un papel que pasaban por debajo de la puerta. Un día lo asustaron de muerte, porque varios supuestos militares entraron a la casa con una orden falsa y viraron al revés su habitación. Cargaron con él y lo interrogaron durante horas, por unos versos que le había dedicado a “la Gran Piedra”, también a propósito de una tarea de aritmética de cuando estaba en la primaria. Era una suma, que decía que 2 + 2= 4. Un capitán llamado Boris quiso saber quién le había dado esa información y por qué la había escrito. Y lo que era peor, qué significaba, si era una clave para comunicarse con el enemigo. Entonces lo encerraron en su habitación y le cortaron la luz. Estuvo así dos días, hasta que la madre logró hacerle llegar un pomo con agua.

Pensaron castigarlo en el encierro, obligándolo a escuchar discursos de Armando Hart y de José Ramón “El Gallego” Fernández, pero les pareció una crueldad. Otro sugirió amenazarlo con ponerle un disco de las canciones de Juan Almeida interpretadas por Raúl Torres. No lo hicieron por temor a que alguna organización internacional los acusara de crímenes de guerra, y en cambio, cada vez que iba a hacer una llamada telefónica o quería ver la televisión, escuchaba la voz de Fidel Castro en uno de sus interminables discursos.

Cuando vieron que no se doblegaba, ni se asustaba, hackearon su computadora y fue detenido. Ahí volvió a encontrarse con el falso coronel Alex, de la contrainteligencia, que también había dicho llamarse Hiram, Rafael, Regis y mayor Norberto. Esta vez era teniente coronel Abel, e intentó comenzar amigablemente, con amenazas veladas contra su familia. Cosas sencillas, como que a su mamá le iban a cambiar el sexo y la iban a hormonar hasta que tuviera más pelo que el Caballero de París, o que a su abuelo le darían de beber vinagre hasta que se le secaran los intestinos.

Luego se sumó un capitán que dijo llamarse Humberto. Estaban interesados en el significado de una poesía que Martín había enviado a su novia. El poema, o intento de poema, decía: “Un zapato tiene Paco. ¿Qué hace Paco pa´comer?”. Como no estuvieron satisfechos con su explicación (dio varias), lo multaron con 4 000 pesos y lo acusaron de desacato, que rimaba con zapato. Esa vez estuvo tres meses sin internet y tuvo que pedir prestado el dinero a su familia y trabajar en varios oficios para devolverlo.

Cuando creyeron que ya lo habían machacado lo suficiente y que podía estar preparado, se volvió a reunir la familia. El abuelo Capote le preguntó, delante de todos, si mantenía su idea de ser periodista. Le dieron varias opciones: periodista como Arleen Rodríguez, como Randy Alonso, como Humberto (Humbretico) López o como el barrigoncito de “Con filo”, Michel Torres Corona. Ahí el muchacho los sorprendió a todos con su firmeza. Dijo, con voz calmada y segura, que quería ser plomero. Luego soltó una sonora carcajada y confirmó los temores de la familia: sería periodista independiente, pasara lo que pasara.

El abuelo Capote lo abrazó conmovido. Esa noche también recibió la felicitación del coronel Alex, conocido también como Hiram, Rafael, Regis y mayor Norberto.

 


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