Jamás jamarás con Hamás
El pueblo de Cuba se ha echado varias veces a la calle, por compulsión, obligación, orientado o mandado a solidarizarse con otros pueblos del mundo que, según la propaganda del régimen, la pasa peor que él.
Actualizado: March 7, 2024 5:36pm
El pueblo de Cuba se ha echado varias veces a la calle. No para defender su derecho a pensar diferente, ni a protestar por ese gobierno tonto, criminal e ineficaz, que hace malabares para no decir nunca la verdad. No. El pueblo cubano, o parte de él, se lanza a la calle por compulsión, obligación, orientado o mandado a solidarizarse con otros pueblos del mundo que, según la propaganda del régimen, la pasa peor que él.
Y como en la isla casi no se trabaja, o se trabaja sin ver los frutos, salir a manifestarse oficialmente, es una fiesta. La policía no te ataca con tonfas y gases, no te dejan tres horas en un patrullero al sol, con las ventanillas cerradas. Y si no me crean, lean esta noticia: "La juventud cubana, enemiga jurada de la maldad y el odio, se ha unido en marchas en todo el país para alzar su voz contra los crímenes de guerra perpetrados por Israel y el imperialismo”.
Si la juventud cubana fuera enemiga jurada de la maldad y el odio, cada semana, cada día y cada hora hiciera manifestaciones por todas las calles de la isla, contra la policía, los organismos represivos como las tropas especiales y la seguridad del estado, el comité central del partido y todas sus sedes provinciales y municipales. Quemarían el centro Fidel Castro y, de paso, la casa natal, allá en Birán, y todos los representantes de la dictadura estuvieran escondidos o habrían saltado al mar.
Ah, y dejarían a Yusuam Palacios, Bruno Rodríguez y Randy Alonso en el escenario del teatro Guiñol, que es realmente a donde pertenecen, por su manera de andar, hacer, ¿pensar? y desenvolverse, aunque los tres están tan envueltos que nadie los desenvolverá.
No hay una táctica más efectiva que hacerte el bueno mostrando solidaridad con otros niños que lloran, para que el mundo no vea a los de tu propio país en su desesperación. Eso convierte a quienes lo hacen en doblemente hipócritas y otras frases menos amables, que también comienzan con HACHE.
Es el caso cubano con Palestina. Abrazar la causa de un pueblo lejano que dice no tener país, para que los de tu país se vayan acostumbrando a no tenerlo, a que lo van a perder, porque será un país donde no valdrá la pena vivir. Ya el buró político del PCC ha lanzado la convocatoria de convertir la isla en otra franja de Gaza. Y en La Habana se ven resultados palpables.
Cuba es el único país en el mundo, el único, donde sus ciudadanos van a comprar cosas en Haití, que durante décadas ha sido el país más pobre a nivel global. Y todo el mundo lo ve normal. Y no van a Palestina a hacerlo porque el viaje es muy largo, o tal vez porque los palestinos están a punto de ir también a comprar a Haití.
Las similitudes entre la isla y Palestina son escalofriantes. Si quitamos que todavía en la isla de Cuba hay moringa y algunas palmas, nadie vería la diferencia. Ah, y marabú, que posiblemente pronto se convierta en el arbusto nacional, porque es la esencia de la vida cubana: lleno de espinas y sin ninguna utilidad. Otra diferencia nimia, realmente, es que en La Habana se alza la torre López Callejas. Y ni siquiera un terrorista de Hamás se siente dispuesto a hacer una cosa tan fea y que supone un atentado tan grande.
Y hay más semejanzas que diferencias, además de haber calificado a los naturales de las provincias orientales como “palestinos”, porque no están en la tierra a la que en La Habana suponen que pertenecen. Y esos “palestinos”, exceptuando los miserables que son captados para engrosar la Policía Nacional Revolucionaria, van a la capital buscando mejores horizontes, igual que hacen los palestinos de verdad, que van a trabajar a Israel, porque Hamás lo único que enseña es a matar, a lucharlucharluchar, matar y estallar como una bomba humana.
Los que mandan en Cuba, que siempre inventan nombres despectivos para los demás, a quienes acusan todo el tiempo de culpables, le dicen a los cubanos que dejaron el arenal de la isla, ese desierto sin presente ni futuro, “odiadores”, porque, además de enviarle remesas a su familia, y medicinas, y comida, y cuanta cosa ya no se cultiva o fabrica en Cuba, afirman que odian a Cuba y al socialismo. Ese viejo cuento.
Igualito que hace Hamás con los palestinos que viven bajo su dominio en la franja de Gaza, que es cada día más estrecha por culpa de ellos, que sueñan con romperlo todo a su alrededor, diciendo que lo hacen en nombre de Alá. Ni producen, ni siembran, ni cosechan, ni sirven. No sirven lo que cosechan porque cosechan miedo y terror, casi como los que tienen hoy la sartén por el mango en Cuba, desde que el “odiador” mayor, Fidel Castro, arrambló con todo para desaparecerlo.
Solidarizarse con Palestina es hoy rendirle tributo y respeto a un vago llamado Mohamed Yasir Abdel Rahman Abdel Rauf Arafat al Qudwa al Huseini, más conocido como Yasir Arafat o por su kunya Abu Ammar. En Cuba tiene alumnos aventajados, porque enseñó al gobierno cubano a vivir de la lástima, a rodar por el mundo con la mano extendida para recoger moneditas.
Ahora el desnortado presidente cubano, el Puesto a Dedo, la veleta de occidente, se dobla de admiración por otro impresentable: Luis Inacio Lula da Silva. Ya lo dijo en su tribuna, que es su teléfono celular: "Toda nuestra solidaridad para el querido hermano Lula, presidente de Brasil, declarado persona non grata en Israel por su denuncia sincera del exterminio de población palestina en Gaza".
Y no paró ahí, sino que se extremó en su guataquería: "Aplaudimos y admiramos tu valentía. Estarás siempre en el lado correcto de la historia". Pero ahí se equivoca. En el lado correcto de la historia estaría Lula si lo montasen en un avión y lo dejaran caer sobre la franja de Gaza, a ver qué hace Hamás con él.
Una última coincidencia entre el gobierno cubano, que se solidariza con Al Qaeda, Boko Haram, Hamás o los talibanes, cualquiera que proclame enfrentarse al “imperialismo” y sus colaboradores. Gente que no respeta la vida humana, que desde que nacen los enseñan a odiar a los “del otro lado”. Ser amigo de un terrorista te hace terrorista, no solidario, ni buena gente.
Hamás y el gobierno cubano se parecen tanto que están a punto de besarse y casarse. Ellos, en su mezquita. Y el comunismo de Cuba mezquita el arroz, mezquita el pan, mezquita los huevos, mezquita las medicinas, mezquita la carne y mezquita la libertad, aunque esa me la quitó desde el principio.
Cuba también tiene su dios casi musulmán, porque está a punto de irse Alá mierda.