Desde que el “entenado” de la patria (también conocido como “El sobrín” o “El sobrón”) Humbretico López destapara la caja de Pandora, no duermo o duermo mal. Temo que se cuelen por mis ventanas los ninjas de Tropas Especiales, todos con caretas del puesto a dedo Díaz-Canel o mucho peor, con máscaras de Yusuam Palacios, a secuestrarme y extraditarme para celebrarme un juicio en Cuba.
Nada más cerrar mis picarones ojos, escucho y veo, no a mis dos abuelos, sino al fiscal José Luis Reyes Blanco, jefe de departamento de la dirección de procesos penales de la Fiscalía de Cuba señalándome y diciendo: “Los que no están en Cuba pueden ser perfectamente sujetos de aplicación de estas leyes. Lo mismo pueden ser procesados o extraditados con colaboración jurídica internacional con el fin de que respondan penalmente por los actos que han cometido”.
Y uno de ingenuo, que se alejó de todo eso para poder condenar con tranquilidad a la dictadura. Pero el mundo se ha puesto tan chiquito que pudieran apresarme y regresarme. Lo han dicho Humbretico y las noticias: “La Seguridad del Estado, en un estado de esquizofrenia, puede fabricar pruebas de 'rigor', como ocupación de armas, declaraciones de presuntos acusados que residan en Cuba o en el extranjero aclarando planes prestándose para el juego, hilvanar hechos falsos”.
Un amigo me envió este mensaje que me hizo temblar de los pies a la cabeza: “Pronto comenzarán los juicios contra los que no vivimos en Cuba. No respondas ninguna invitación de la fiscal Yamila a conectarte por Zoom”. Ni por WhatsApp, ni Messenger, ni Google, digo yo. Una mano peluda puede halarte y cuando te des cuenta ya estás en Villa Marista con el aire acondicionado a todo meter.
Porque el fiscal ese no se quiere por la boca. Soltó todo lo que le tenía inquieto, y sus palabras se me clavaron en el occipucio y en la silla turca. Todavía me sobresalto al recordar cómo Reyes Blanco describió a los “mercenarios”: “Es un individuo capaz de matar, incendiar, destruir, difamar por dinero (…). No cabe dudas de que cualquier persona que se afilia a un Gobierno extranjero o que responde a ese Gobierno, que recibe financiamiento de Gobiernos extranjeros, puede cometer delitos de esta naturaleza”.
Madre de Dios. ¡Y yo he cobrado en pesetas, en euros y en dólares! Y una vez me iban a pagar en yenes. Con esa descripción califico. Lo confieso: he ofendido a Castros chiquitos y grandes. Me he burlado de ministros y viceministros. He tirado a mondongo a figuras reconocidas del Minint, Minfar, Mined, Minsap, Mintur, Minrex, Micons, Mincult, Mincin, Mitrans y de las organizaciones políticas y de masas. Hasta una ONG como la Aduana cubana he mancillado yo de pensamiento y de palabra. Estoy embarcado. Me veo envuelto, amortajado, engavetado. Con los ojos tapados para no ver el paisaje de la isla. Llevado como un fardo hasta una oscura prisión cubana, uno de esos módulos que crecen y se multiplican y que suelen estar más higiénicos que los hospitales.
¿Podrán hacerlo? No lo dudo. Otro mensaje anónimo que me llegó al teléfono decía: “Cualquier cubano, en cualquier lugar del planeta y aunque tenga otra ciudadanía, será vigilado, juzgado en ausencia y ¡sancionado! por 'delitos' que pueden ser el simple ejercicio de las libertades de opinión, asociación, expresión, y cualquier otra. Derechos que están protegidos constitucionalmente en los países donde residen, pero que constituyen delitos en Cuba, en especial si se ejercen en contra de la ideología oficial”. Y en la madrugada entró este otro: “La ley, en su extraterritorialidad, otorgará al Estado cubano la potestad 'legal' de espiar y vigilar en otros países a los emigrantes, así como perseguirlos y sancionarlos ¡en ausencia!”. Y eso que decían que “ausencia quiere decir olvido”.
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Cada vez que me acuesto siento que aterrizan en el techo. Percibo las señales de sus radiotransmisores y alguna que otra voz que se filtra diciendo: “Planta, etamo en el detino de eta operación. Colto y cierro”. Me estremece el ruido de las hélices del helicóptero en el que se acerca el comando operativo que me secuestrará para llevarme a la isla envuelto en la oscuridad de la noche, y algo más terrible a mi llegada: “Me quieren cobrar las libras que no pude llevar”.
Despierto empapado por un sudor que nunca sentí en Cuba, ni en las escuelas al campo, ni cuando se iba la luz, mi negra. Y también, en lontananza, que es como decir “más pallá”, siento un bombo, mamita, me están llamando, y no es para nada bueno. Son unos pasos velados en el pasillo del edificio. Se acercan, se detienen, y todo se va inundando con el dulzón aroma de la piña. Sé entonces que han mandado a buscarme a Gerardo, el espía, y que si falla en su misión vendrá más tarde Abel Prieto tarareando algo de Los Beatles ahora que nadie lo va a acusar de desviación ideológica. O tal vez envíen un comando doble, un comando combinado del Este entre José Ramón Machado Ventura, que toca tenuemente a mi puerta musitando: “Vendo enanitos verdes” para hacerme abrir, y que el ministro de cultura Alpidio Alonso me tumbe de un manotazo el teléfono celular. Hay quien afirma que ha entrenado tanto que puede darte el manotazo con la puerta cerrada.
Ya cuando regresa la luz del día me sereno un poco y entonces quiero hacerle a quien venga las preguntas que otros se han estado haciendo en voz alta, como esta: “Humbertico, cuando vengan a mi casa para extraditarme y llevarme de vuelta a Cuba, ¿cómo es eso con el pasaporte cubano, mijo? ¿Ustedes me lo hacen o debo ir primero al consulado a pagarlo yo? Si la sentencia es de varios años, ¿puedo pagar las prórrogas de una vez para quitarme esa preocupación de arriba? ¿Puedo llevar mi Amazon fire stick para terminar de ver allá la serie “New Amsterdam”?
Y también haría las mías: en caso de ser extraditado, ¿pudieran encerrarme en una cárcel donde el resto de los prisioneros sean más bajitos que yo? ¿Y podría cumplir la sentencia en una cárcel de mujeres? ¿Sería la misma penalidad por haber defecado sobre la progenitora de Fidel que hacerlo sobre la del Gallego Fernández? ¿Se contemplan como “ultraje a los símbolos de la Patria” cantar mal el Himno? ¿Hacerlo con ritmo de guaguancó? ¿Qué condena tendrían para el que demuestre desprecio a la bandera, el himno o el escudo nacionales, cosas muy sagradas que laceran mucho el sentimiento de cubanía, patrio? ¿El patrio de mi casa es particular?
Nada está claro, pero todo se entiende. Sólo con soñar que viene Esteban Lazo a ponerme el candidato vacunal Abdala, tiemblo y lloro de espanto. No vale de nada alejarse, escapar, huir, poner distancia entre ellos y yo.
La larga mano velluda pudiera llegar hasta mí y mañana no poder desayunar con jugo de naranja. Por eso pregunto a Humbretico y al fiscal: ¿Puedo llevar unas cuantas toneladas de café La Llave para que no me falte mientras cumplo mi condena?
Imagen de portada: Ilustración de Armando Tejuca, exclusiva para ADN Cuba