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El que fue a Sevilla ya tiene silla

La mayoría de los cubanos viaja a los Estados Unidos de América. Tal vez para mantener la tradición, porque se sienten parte de una continuidad. O tal vez para comprobar, in situ, cómo es el agresivo imperialismo por dentro.

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En los últimos años Cuba ha vivido su mayor éxodo migratorio
Armando Tejuca | En los últimos años Cuba ha vivido su mayor éxodo migratorio

Actualizado: February 28, 2024 9:07am

El próximo censo de población en Cuba se tendrá que hacer fuera de la isla.

Habría que crear una comisión itinerante, decidida a ir país tras país,y pueblo tras pueblo, para colectar los datos de cuanto cubano haya por ahí, por esos montes, bajo los cielos de Dios. Y Dios sabe que esta será una tarea ardua. No la de hacer el censo, que eso es burocracia sencilla. Lo difícil va a ser crear esa comisión, con tanto hijo de la isla loco por ir a ofrendar el concurso de sus modestos esfuerzos en otras tierras del mundo.

Antes, los cubanos no llegaban tan lejos. Algunos a París, muy pocos a Londres, y la mayoría a España. A Norteamérica, New York, Baltimore o Filadelfia. Y Tampa o Key West. La guerra contra España desperdigó a muchos. Pero no hallabas a cubano alguno fundando un restaurante en Mongolia, ni trabajando en una piquera de camellos en las pirámides de Egipto, ni lanzando a la atmósfera bocanadas de humo azul de María Juana, la medicinal, en un canal de Amsterdam, ni enseñando a bailar salsa en Suecia.

Fue Fidel Castro quien le despertó la sed de distancia a los naturales de la isla. La gente quería alejarse de él lo más rápido posible, no fuera a ser que en Turín, Valencia o Ciudad del Cabo se acabaran el queso y el puré de tomate, si a alguien le daba por implantar sus brillantes ideas. Por cierto, nadie lo ha dicho, pero me gustaría saber si alguna vez en la casa del comandante se perdieron el queso, el puré de tomate o el café, para nombrar solo lo más sencillo.

Huyéndole a un imperialismo nos metió en otro. Presiento que fue por ese espíritu vengativo y rencoroso que tenía. Rooselvet no le mandó diez dólares y desde entonces le puso una cruz a los Estados Unidos. Y eso que pasó allí su luna de miel.

Su primer intento de estimular a la gente a alejarse de sus hogares fue aquella aventura de asaltar el cuartel Moncada. En plenos carnavales de Santiago de Cuba, que tenían entonces mucho sabor. Los que se enrolaron, tuvieron la emocionante oportunidad de conocer Santiago, la granjita Siboney, el vivac de la ciudad y, más tarde, la maravillosa isla de Pinos, que no era aún isla de la Juventud. Bueno, isla sí era, pero lo de la juventud fue temporal y forzado. 

Pero el futuro comandante (hasta entonces había sido aspirante a abogado, gánster universitario, asaltante de cuarteles y expresidiario) siguió estimulando a su grupo, paseándolo por la geografía americana, y marchó a México lindo y querido. Y de pronto, pensando en el turismo de cruceros, montó a su tropa en un yate y allá se fue, a la isla verde, que extrañaba muchísimo y necesitaba despertarla de su letargo batistiano. Lo hizo a tiros, desembarcando armado y sin autorización, delitos que todavía no le han imputado.

Entonces solamente estaba ensayando. Había movido a un reducido grupo, así que, en cuanto agarró la sartén por el mango, se armó un despelote de cubanos hacia todas direcciones. Algunos, con la misión delicadísima de desarrollar los Everglades y prolongar la calle Flagler. Otros, en un plan de ampliación de New Jersey y Madrid. Y los más jóvenes, a llevar la luz de la enseñanza -con faroles y cartillas- a montañas y llanos. Y para que no se habituaran a estar cerca de sus casas, allá fue con el invento del servicio militar y los 45 días en la escuela al campo, idea que perfeccionó más tarde haciendo que la gente viviera en las escuelas que ya quedaban en el campo.

Y como le quedó la manía de desperdigar a la familia, siguió mandando gente al África, que fue lo que se conoce ahora como “turismo bélico”, sin dejar de incentivar los planes de colaboración para el desarrollo de Kendall y Homestead, el desarrollo integral de Hialeah, Canadá, Australia, Italia y las islas Canarias. Y así, primero lentamente, y más tarde con intensidad, en balsas y aviones, fue incrementando la fuga y vaciando pueblos y ciudades, en una especie de marcha del pueblo combatiente, que era ,en realidad, “se marcha el pueblo combatiente”.

El cubano comenzó a repoblar el planeta más allá de Mayarí Arriba, Songo la Maya, Puriales de Caujerí, Consolación del Sur y Moa, aprendiendo otros idiomas, dejando atrás la Laguna de la Leche, que ya no tenía ni leche en polvo. El razonamiento fue simple: si estos “carbones” se creen dueños de mi vida y me mandan constantemente a Remangalatuerca ¿Por qué no puedo hacer un esfuerzo y llegar más lejos?

Y así ocurrió. Casi como en la parábola bíblica de la creación del mundo. En ella Dios dijo: “Hágase la luz”, y la luz se hizo. El cubano hizo igual, pero llegó a lugares donde la luz ya estaba hecha. ¿Qué allí se hablaba andaluz? Aprendía andaluz. ¿Qué se hablaba en italiano? Aprendió italiano. ¿Qué se hablaba en inglés? Aprendió inglés. ¿Qué se habla en sueco? Pues habla en andaluz. O en guantanamero, pero habla. Esa es la solución a la crisis total del país. Por lo menos, es su solución.

La mayoría de los cubanos viaja a los Estados Unidos de América. Tal vez para mantener la tradición, porque se sienten parte de una continuidad. O tal vez para comprobar, in situ, cómo es el agresivo imperialismo por dentro. Le entran al capitalismo feroz dispuestos a ponerlo de rodillas, acabando con sus productos. Y tienen entrenamiento con el idioma, pues el pollo que llega a Cuba viene en inglés.

“En 2022 llegaron a EE. UU. más del triple de los cubanos que nacieron en la Isla”. Es como si la gente quisiera jubilarse en otra parte porque sospechan que en su tierra no les va a alcanzar el dinero de la jubilación. “En enero de 2024 llegaron a EE. UU. 22 946 cubanos, un promedio de 740 cada día, según la más reciente actualización estadística”. 

A ese paso, los brillantes dirigentes cubanos van a tener que importar personas en lugar de productos. Y no preocupa esa otra noticia que informa que “en EE. UU. hay 442 624 cubanos que tienen una orden de expulsión para ser deportados a la Isla”. Ya ellos se expulsaron de Cuba, así que, si los deportan, lo tomarán deportivamente y lo intentarán de nuevo. 

Miguel Díaz-Canel, el Encargao de la presidencia, y a quien la imbecilidad se le sube los días entre semana (y que sábado y domingo también rompe récord), resumiendo el 2023 dijo: "Este fue un año intenso de la diplomacia revolucionaria cubana; y yo creo que fue, indiscutiblemente, un año con éxito". 

Tal vez se refería a esto: “Entre el 1 de enero y el 5 de diciembre de 2023 llegaron a EE. UU. 128 600 cubanos, un promedio de 379 al día”.

Hay que ver qué cantidad de embajadores han salido de la isla.