El cielo se va a caer y el rey lo debe saber

Fernández Larrea recuenta el periplo de Pollito Pío y sus amigos, quienes creyeron que al rey le importaría que el cielo se va a caer. El rey lo sabía, pero prefirió no hacer nada y culpar a otros
Fábrica de Tabaco Partagás
 

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“El cielo se va a caer y el rey lo debe saber. Voy de prisa a darle la noticia”, decía Pollito Pito en el famosísimo cuento infantil que protagonizaba y donde, por el camino hacia Palacio, fue reclutando a Ganso Garbanzo, Pavo Centavo, Gallina Fina, Gallo Malayo, Pato Zapato y Zorra Cachorra, que le siguieron la rima, algunos preocupados, otros por ver lo que iba a suceder y todos por no estar encerrados un día más en la puñetera cuarentena.

A todos les contó lo que pasaba, que el cielo se va a caer y el rey lo debía saber. Por supuesto que los más suspicaces le preguntaron a Pollito Pito por qué se tomaba tan a pecho lo de la amenaza del cielo en venirse abajo. Ganso Garbanzo, que normalmente no ponía una, le informó que no tenía que alarmar él personalmente a la gente, que en el reino debía existir gente encargada de eso y organizaciones que revisaran la calidad del cielo, y Zorra Cachorra tuvo hasta la osadía de acusarlo de querer que el rey lo premiara por irle con la noticia personalmente, en lugar de informarlo “por los canales correspondientes”.

Pero Pollito Pito adujo que la preocupación del cielo era de todos, y que, al más mínimo resquicio, grieta, rajadura o quebranto, era responsabilidad ciudadana ir directamente al Rey, que era la única persona con potestad para tomar medidas drásticas y urgentes.

No habían avanzado mucho hacia Palacio cuando Pollito Pito se enteró de que no era el cielo el que amenazaba caerse, sino, según la noticia oficial, uno de los tantos tejados de la capital: “Un derrumbe parcial del techo de la Real Fábrica de Tabacos Partagás de La Habana, conocida popularmente como fábrica de Partagás”. 

La noticia casi aplastó a Pollito Pito, aunque el techo de la fábrica había caído a mucha distancia, pero él era muy crédulo y eso que Gallina Fina le había advertido que en las noticias oficiales nunca decían la verdad completa, o sea, que podía ser más grave.

“La Fábrica de Tabacos Partagás, ubicada en Centro Habana, a escasa distancia del Capitolio Nacional, es una de las fábricas de tabaco más antiguas, populares y visitadas de La Habana. Fue fundada en 1845 por el español Jaime Partagás. Es el lugar donde apareció por primera vez la figura del “lector de tabaquería”, es decir, que la edificación está rodeada de historia y ahora, tras el desplome del techo, también de polvo.

Pavo Centavo le preguntó entonces a Pollito Pito si de todos modos quería meterse el viaje a decirle aquello al Rey, cuando estaban pasando tanto trabajo, sin bañarse por la falta de agua, con la policía rondándolos y mirándolos con furia contenida. “Parece que no le han dado leña a nadie en estos días”, observó Gallo Malayo. Pero Pollito Pito se creía sincera y honestamente lo de ser un buen ciudadano, un pollito preocupado que había sobrevivido incluso a aquel período especial donde la incubadora donde estuvieron él y sus hermanos nunca tuvo electricidad, y determinó que el Rey debía, al menos, saber que él sabía que el cielo se iba a caer y que se lo había ido comunicando a los demás por el camino.

Pero Pato Zapato, que había ido a averiguar si por fin habían sacado carne de cerdo en alguna parte, llegó con otras noticias preocupantes: no era solamente el desplome parcial del techo de la Fábrica de Tabacos Partagás, (que en definitiva estaba en una anunciada remodelación desde el 2011 que nunca comenzó ni se llevó a cabo y hasta la producción fue ubicada en otro local de la ciudad) no produjo víctimas, pero obligó al cierre de la Casa del Habano, que tampoco tenía turistas comprando. 

La preocupación que traía Pato Zapato, tras indagar en muchas partes, era que el cielo tenía amenaza de venirse abajo tipo cataplún en muchísimas partes, y que “El cinco por ciento de las viviendas de Cuba está en peligro de derrumbe y casi la mitad necesita reparación, según el segundo informe social del Observatorio Cubano de Derechos Humanos”.  

Por ejemplo, siguió informando Pato Zapato a Pollito Pito, muchísimos edificios de La Habana Vieja y de Centro Habana están apuntalados o sufren desprendimientos y filtraciones. Edificaciones con historia, que se habrían salvado si hubiesen tenido mantenimientos regulares. Pero como eso al rey actual ni al anterior les importaba un bledo, era preferible que cayeran y esas familias luego serían almacenadas en locales lejanos y sin condiciones, como antiguas Escuelas en el Campo, etc.

Ahí entró de nuevo a meter cizaña Gallina Fina, que estaba muy orgullosa de no haberle puesto un huevo nunca a ese gobierno, y aturdió a Pollito Pito con el dato de “que a los militares de Gaesa, la nueva mafia que se ha ido apoderando del país, le conviene que esos edificios se desplomen porque les desbroza el camino para levantar en esas ruinas nuevos hoteles para el turismo, así que lo del techo de la Fábrica de Partagás era una nimiedad comparándolo con el peligro que tiene el cielo sobre la capital y casi sobre toda la antes tan bonita isla de Cuba, que si la ve Colón ahora -dijo alzando la voz- se monta en un barco y no vira”. 

Todos aplaudieron la intervención de Gallina Fina, y decidieron, no por unanimidad sino por solidaridad con el entusiasta amigo, acompañarle a su destino final, porque, ya que habían hecho el camino, y la cosa estaba tan aburrida con los apagones, al menos estaban en la calle y no encerrados como antes. 

Así que caminaron y caminaron y llegaron a Palacio, y cada vez que la policía les preguntaba a dónde iban, Pollito Pito metía la cantaleta de “el cielo se va a caer y el rey lo debe saber”, pero cada vez con menos convicción.

Y al llegar, Pollito Pito y compañía, es decir Ganso Garbanzo, Pavo Centavo, Zorra Cachorra, Pato Zapato, Gallo Malayo y hasta la vivaz Gallina Fina, se llevaron una gran decepción: el rey sabía que todo se iba a desplomar desde hacía muchísimo tiempo, pero jamás hizo nada. 

Culpó al imperialismo, al bloqueo y a los asalariados de la CIA.

Escrito por Ramón Fernández Larrea

Ramón Fernández-Larrea (Bayamo, Cuba,1958) es guionista de radio y televisión. Ha publicado, entre otros, los poemarios: El pasado del cielo, Poemas para ponerse en la cabeza, Manual de pasión, El libro de las instrucciones, El libro de los salmos feroces, Terneros que nunca mueran de rodillas, Cantar del tigre ciego, Yo no bailo con Juana y Todos los cielos del cielo, con el que obtuvo en 2014 el premio internacional Gastón Baquero. Ha sido guionista de los programas de televisión Seguro Que Yes y Esta Noche Tu Night, conducidos por Alexis Valdés en la televisión hispana de Miami.

 

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