Con vatiendo la delincuescencia
La policía no debe perder su tiempo persiguiendo a gente que comete errores leves cuando se precisa vigilar a los mercenarios pagados por el enemigo imperialista. Y de paso, al calentamiento global
Actualizado: July 14, 2023 2:33pm
Desde que a Fidel Castro se le ocurrió que no existía la propiedad privada, la de los otros, y que era propiedad de todos, las propiedades no son de nadie. Por eso se las roban.
A causa de esa confusión la gente comenzó a pensar que lo tuyo es mío, lo mío es tuyo y de otros, y lo de los otros también me pertenece y te pertenece, y si es de todos, significa que cualquiera puede meter mano. Así que, si tú lo tienes y yo no ¿por qué no lo puedo tener yo? Y si es del pueblo, no es de nadie, o es de todos. Y todos también soy yo, como eres tú. No sé por qué piensas tú, soldado, que te odio yo.
Así que, desde hace mucho, muchísimo tiempo, acentuadas las carencias, que es como se dice finamente cuando no hay ni dónde amarrar la chiva, la asignatura de ladronáutica civil es la más estudiada y ejercida por la población y, a veces, la propia policía, que también, a ratos, la persigue.
Ahora las autoridades cubanas dicen que no hay aumento de los delitos, sino que el mundo se entera más rápido por culpa de los teléfonos que hay en la población. Será por eso que una de las cosas que más roban los ladrones son precisamente eso, teléfonos celulares. Pero van a más: todo lo que brille, suene o se huela, y todo lo que parezca de afuera es altamente deseado, casi diríamos con frenesí, por estos amigos de lo ajeno, que pueden ser de tu familia o de tu barrio.
Los artículos que más llaman la atención a los ladrones, asaltantes y fauna semejante son los que están en falta, es decir, todos, cualquier cosa. Y si brillan, mejor. Y si suenan o huelen, más mejor. Aunque no hay que investigar mucho para comprender cuáles son los más llamativos: todo lo que tengas tú que no tienen los cacos. Por supuesto que la lotería se la llevan las cosas de comer y las de transportarse, como motos y motorinas.
Tal vez por eso casi no hay guaguas o autobuses en Cuba. El gobierno los oculta o los desactiva para evitar la tentación. Es más fácil y detectable robarse una, dos o tres motos eléctricas, una docena de bicicletas y hasta un carro de turismo, que un transporte colectivo. Las cuentas son claras. Si un ladrón se roba una moto ¿quién pierde? El dueño, que tendrá que andar a pie. Se pondrá colérico, pero es uno solo y la policía puede controlar a un individuo aislado. Pero si sustraen una guagua, pierden muchas personas y se convertirá en un ultraje a la convivencia. No es lo mismo uno que 60 o 180 pasajeros, contando los que siempre van colgados por fuera.
Si la motorina no aparece tras intensas investigaciones y pesquisas policiales, como tienen acostumbrada a la población las autoridades pertinentes, siempre se podrá culpar al bloqueo. Pero si alguien roba un transporte público el responsable es el estado. No hay más cuentas.
Los que dicen que la violencia ha aumentado, que cada día hay hurtos y robos con fuerza, están exagerando y olvidan que esto no es más que cumplir con los deseos del primer secretario del partido comunista de Cuba y presidente puesto a dedo, que no se cansa de estimular al pueblo con la frase “Somos continuidad”. Y por supuesto que hay continuidad y tradición. Ese es el legado de aquellos primeros entusiastas delincuentes que entraron a las ciudades, sobre todo a la capital, y se pusieron a vivir en casas que no eran suyas, que jamás compraron con el sudor de su frente.
Llegaron y en la misma puerta, casi cargando en brazos a su esposa, novia o querida, calificaron de “traidores” a los antiguos habitantes, que habían salido del país, y desde entonces vivieron felices agradeciendo a la revolución, que, como un genio de la lámpara, les había dado una modesta mansión en Miramar, en el Nuevo Vedado o en el reparto Siboney. Se sentían protegidos y justificados pensando que lo necesitaban para dedicar sus vidas a defender la causa de los humildes, y también porque, según un ancestral refrán “ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón”.
Hoy los humildes son más humildes que antes, y se defienden solos a pesar del bloqueo. No han pasado cien años, pero en los 64 que llevan ya. muchos se dieron cuenta de que aquello era una falacia. Tal vez demoren un poco más pues ahora necesitan buscan en un diccionario el significado de “falacia”, que no viene de falo, aunque lo parezca.
La prensa cubana no publica ninguna noticia de robos, atracos, asaltos y demás deportes modernos que viene practicando parte de la población. Nadie se ha enterado de que en días recientes fue capturado un matarife de ganado y nueve televisores que habían sido sustraídos de una escuela. Lo del robo de ganado se explica por sí solo, pero los autores de los nueve televisores argumentaron que querían proteger a la gente más joven de lo mala que está la televisión cubana. En esos mismos días el dueño de una MIPYME fue asaltado a punta de pistola en su carro y le quitaron 20.000 dólares. Cuando las fuerzas del orden, que muchas veces son los verdaderos culpables del desorden, le preguntaron al ladrón de ganado y de los televisores por qué no robaban MIPYME respondieron casi unánimemente que a lo mejor un día lo harían, cuando se enteraran de qué cosa es una MIPYME. Porque si no sabes lo que es una MIPYME, cuesta trabajo asaltarla, así que es mejor robar televisores o vacas, que todo el mundo sabe qué rayos son, aunque muy pronto en Cuba se conocerá mejor una MIPYME que una vaca.
Las autoridades políticas no han querido reconocer que se incrementa la ola de violencia delictiva. O a veces simplemente lo justifican con que es eso mismo, una ola. Y las olas van y vienen, suben y bajan, se acercan y se alejan. Otros achacan el fenómeno al calentamiento global, porque cuando el calentamiento global se une al criminal bloqueo se pone en peligro la imagen de país ordenado y tranquilo que tiene Cuba y eso afecta al turismo. Y un país sin turismo se convierte en algo inseguro, donde ni siquiera funcionan las MIPYME, que tampoco el turismo conoce.
Reconocer eso es reconocer que el pueblo no tiene nada, solamente algunas armas blancas con las que tiene que enfrentarse a la vida, y de paso a los propietarios de teléfonos celulares, relojes, carteras y MIPYMES. Ya lo del robo de cabeza de ganado no preocupa a nadie, porque la población merece chocar con un buen bisté de vez en cuando.
Y, en definitiva, no se roban el ganado entero, sino solamente las cabezas. La policía no debe perder su tiempo persiguiendo a gente que comete errores leves cuando se precisa vigilar a los mercenarios pagados por el enemigo imperialista. Y de paso, al calentamiento global.