La censura en los programas humorísticos en Cuba no es un chiste

El humor es prácticamente lo único que le queda a la sociedad cubana, pero la censura en espacios televisivos cada día se lo pone más difícil, de ahí la mala o poca calidad de estos programas
La censura en los programas humorísticos en Cuba no es un chiste
 

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"Yo encuentro la televisión bastante educativa. Cuando alguien la enciende, me marcho a otra habitación y leo un buen libro". Esta frase del mítico humorista Groucho Marx sintetiza lo que desde hace mucho tiempo sucede en los medios audiovisuales cubanos, especialmente en programas de corte humorístico.

Un año atrás se daba el polémico caso del actor Andy Vázquez con su personaje Facundo en el reconocido programa humorístico Vivir del Cuento. Andy-Facundo se fue, o lo echaron por la puerta de atrás, y el único rumor serio que se marchó con él fue el de la censura.

El humor es prácticamente la única arma que le queda a la sociedad cubana, siempre lo ha sido, incluso antes de 1959, aunque existían muchas otras prerrogativas por aquellos tiempos.

En estos días, donde todo está derrumbado y a los cubanos solo les queda la posibilidad de recoger escombros, escombros de comida, escombros de pedir que cese la represión y el ultraje, no resulta la programación humorística, cuando podría ser el único aliciente, más allá de un refrigerador servido a medias.

El público no conoce las interioridades de lo que acontece tras las cámaras de esos espacios, tampoco tiene por qué. Para ellos resulta muy fácil reírse de lo que en la mañana o anteayer les dio ganas de buscar la manera de irse del país a como dé lugar, o de encarar al funcionario que les hizo perder el tiempo todo un día. Prefieren que sean actores los que, utilizando el doble sentido, la sorpresa, la sutileza, el cambio brusco de ritmo y las transiciones cortadas, hablen por ellos.

En estos programas, que realmente están diseñados desde y por los órganos represores del régimen, no existe ni por asomo la espontaneidad. Todo corre a cargo de dos figuras que guían las directrices de lo que se dice, se hace y lo más importante, el guiño político, porque el humor en Cuba es esencialmente político, aunque no sean de un pájaro las dos alas.

Vivir del cuento, o  A otro con ese cuento, como el público a dado en llamar al programa del viejo Pánfilo, y más recientemente la nueva temporada de Motor de arranque, son una muestra de lo que viene ocurriendo hace décadas, producciones donde escasea de lo que se presume. Es el humor un revólver que apunta pero no dispara, siempre recordándonos que nos tiene a tiro.

Sería bueno ver en próximas emisiones de estos programas a un personaje tan icónico como Pánfilo, Ruperto, el borracho de esquina o la trigueña despampanante, hacer un chiste sobre el 27N, Movimiento San Isidro, Díaz-Canel o el más reciente bufón de los medios de comunicación, Humberto López.

Escrito por Abu Duyanah

Escritor y fundador de OnCrítica Ediciones. Periodista en La Voz del Islam en Cuba y en ADN Cuba.

 

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