Oro Negro, una tienda “maldita” en La Habana

En Santa Fe, La Habana, hay una tienda "maldita". La gente dice que el antiguo dueño del garaje mueve sus caracoles desde el más allá, para que su antigua propiedad no levante cabeza nunca más
Oro Negro, una tienda “maldita” en La Habana. /Foto: Yunia Figueredo. ADN CUBA
 

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En Santa Fe, La Habana, existía un garaje propiedad de un tal Basilio, construido antes del triunfo de la revolución, que además de habilitar de combustible a los vehículos, brindaba servicio de fregado, ponchera y aire.

Intervenido en los primeros años de la revolución, fue administrado por el Estado cubano durante décadas, hasta que lo desmantelaron durante el Periodo Especial. Luego de un largo periodo de abandono, construyeron en el área una Tienda Recaudadora de Divisas (TRD), bautizada con el nombre de “Oro Negro”, en alusión al servicentro que existió allí.

A los pocos meses de inaugurada, la cerraron tras un inventario. Según testimonios de los empleados, la clausura se debió a faltante en mercancías y dinero. La investigación no avanzó mucho. Los trabajadores alegaron que el emplazamiento de los estantes y la posición de la caja contadora, no posibilitaba el monitoreo de los movimientos de los clientes.

Tampoco había guardabolsos. Las personas entraban con mochilas y bolsos, y a falta de custodio en la puerta era imposible verificar si se llevaban algo. La ausencia de cámaras de vigilancia completaba el cuadro de inmunidad y los empleados achacaban el robo a los clientes.

 

 

Cuando por fin la tienda reabrió a principios de 2018, habilitaron un pequeño local como guardabolsos, se limitó la capacidad dentro del local a 8 personas, y se encargó a una empleada que cuidara los estantes, pero igual los faltantes continuaron y provocó un nuevo cierre y otra investigación.

Varios empleados fueron sancionados con medidas administrativas, penas conmutadas a traslados a otros centros de trabajos. La tienda se mantuvo cerrada por varios meses. Las quejas de los vecinos, que en un principio alabaron la creación de un establecimiento de ventas de alimentos y un departamento de perfumería en esa zona un tanto aislada de Santa Fe, pronto se convirtieron en reclamos en las asambleas de rendición de cuentas al Delegado del gobierno, que no tenía argumentos para aplacar los ánimos de los electores.

Claudia Vázquez, empleada de un pequeño agromercado colindante a la tienda, relató en aquella ocasión que la tienda era una especie de “cueva de Alí Babá”.

Yo veo el trasiego y los malos pasos de los empleados y me quedo callada, cierro los ojos y miro a otro lado, pues no me interesa la vida de nadie, para que nadie se meta en la mía. Una vez quisieron comprarme con dos paquetes de detergente, pero les dije que cuando necesitara algo lo compraba. Después me arrepentí, porque cuando vino el ‘explote’ me veían como la chivata”.

La tienda reabrió una vez más en marzo de 2019 y brindó servicio solo durante  cuatro meses, hasta que a finales de julio volvió a cerrar, por la misma causa que las veces anteriores, faltantes en el inventario.

 

 

 

Emeterio Luis, vecino de 296 y Séptima B, se lamenta porque tiene que ir a hacer las compras a la TRD Caribe, o la tienda Caracol, alejadas ambas de su vivienda. Con sus 78 años a cuesta dice que es una molestia.

Es como si el garaje que hubo una vez aquí se estuviera desquitando, porque yo te digo que era un servicio necesario. Ahora para echar gasolina, o aire, hay que ir hasta Playa. Ahora mira, ni una cosa ni la otra. Solo desolación y nadie explica qué pasa”.

En el agro mercado una empleada alega que la causa es la falta de un económico, pues nadie quiere trabajar en ese puesto de trabajo, porque ahí los productos se desaparecen como por arte de magia.

Julio, que vende carne de puerco en un timbiriche colindante al agromercado, agrega:

Tampoco uno puede estar preguntando tanto, porque si es un problema gordo, puede que con la preguntadera lleguen también a implicarte. Mejor es quedarte callado y esperar. La gente de por aquí dice que esa tienda está maldita, que el antiguo dueño del garaje mueve sus caracoles desde el más allá, para que su antigua propiedad, que le intervino a la fuerza la revolución, no levante cabeza nunca más”.

Otro entrevistado es Dionisio Vilches, de 74 años y natural de Santa Fe, recuerda el garaje y a su antiguo dueño, que era una personal servicial y ayudaba a todo el que venía con un problema.

Cuando le quitaron el negocio le ofrecieron que se quedara trabajando de ‘ponchero’, pero era una deshonra para él y se enfermó, murió al poco tiempo. La revolución no ha construido nada nuevo por aquí, solo el policlínico y esta tienda, que está más tiempo cerrada que abierta. Lo demás lo encontró hecho y se encargó de destruirlo, o modificarlo para sus fines políticos”.

 

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