Sala de hospital de Matanzas con brote de coronavirus llevaba más de un año sin agua

Las condiciones sanitarias eran regulares o malas. No habían mascarillas y guantes. En la sala de terapia intermedia faltaba el agua desde hacía un año
Hospital Faustino Pérez
 

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En la segunda semana de mayo, cuando la pandemia parecía aplacarse en Matanzas, un brote surgió en el Hospital Faustino Pérez, de la cabecera provincial. El nuevo foco acumulaba el 20 de mayo unos 46 infectados

Se trata del segundo caso de contagio dentro de un centro de Salud en la provincia, previamente fue el Hospital Julio M. Aristegui Villamil, de Cárdenas, durante el pasado mes de abril. 

Una comisión del Ministerio de Salud Pública reveló como causas del evento producido en el Faustino Pérez violaciones higiénico-epidemiológicas, indisciplinas del personal médico y acompañantes, entre otras.

El periódico local, Girón, entrevistó a varios directivos del hospital y confirmó que estaba mal preparado. 

“Al surgir el brote de contagio en ese hospital [el de Cárdenas] se decide cerrarlo y con ello se incrementó el flujo de pacientes hacia el ‘Faustino’ proveniente de áreas activas de transmisión”. Más casos acumulados significa más posibilidad de contagio, aclaró Laudelino Fernández, jefe del Servicios de Urgencia y Emergencia.

Yisel Martínez Pérez, residente de Oftalmología, dijo que no contaban con los medios de protección adecuados. “Es cierto que en este aspecto debemos ser más auto¬críticos y celosos con el cumplimiento de las estrategias de seguridad individual, pero en la práctica, el personal de este centro se ha cuidado con lo que ha tenido y como ha podido”.

“Por ejemplo, a mí en todo este tiempo me han dado solo dos nasobucos N-95, los recomendados, que son desechables, y algunos de tela para nada idóneos, por lo que el riesgo siempre está latente”, destacó.

“En el tratamiento a pacientes con ventilación que se deben chequear cada tres o cuatro horas, muchas veces se tenían que reutilizar los guantes, entonces, con todo este panorama no resulta para nada descabellado pensar que pudiese existir algún contagio. Eso, quienes trabajamos allí, lo sabemos”, agrega la joven interna.

“En nuestro caso, las caretas que nos repartieron se encontraban tan mal fabricadas que se rompían con facilidad y no nos dejaba una visión nítida. De esta manera, continuamos los procedimientos habituales como la entubación y los abordajes venosos profundos”, confiesa Carlos Sanz Horta, residente de primer año de Terapia Intensiva.

Una de las situaciones más críticas la tenía Terapia Intermedia, principal foco de la infección, que desde hace más de un año permanecía sin agua corriente. Reclamos a la dirección de Salud Pública de la provincia nunca fueron contestados, hasta que se desató el brote.


Junto a la capacidad asistencial y la concentración de los servicios, la limpieza de la instalación ha constituido por años otra vulnerabilidad para el hospital. 

“El personal de limpieza ha sido escaso durante mucho tiempo y ha pasado por varias etapas: primero hubo una cooperativa a cargo de la higienización, después tuvimos un grupo de reclusas limpiando y actualmente, aunque contamos con 60 trabajadores por cuenta propia contratados, sigue siendo insuficiente si se tiene en cuenta la cantidad de áreas, departamentos, salas y servicios que tiene la institución”, confirmó otro entrevistado.

Según el reportaje, las autoridades sanitarias de la provincia nunca tomaron en cuenta los pedidos anteriores de la institución. Sin embargo, cuando se descubrió el brote intentaron lavarse las manos cargando la responsabilidad sobre el hospital, especialmente los estudiantes de medicina que allí hacen sus prácticas

 

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