* Por Bruno Díaz Gálvez
Este 27 de noviembre se realizó un acto en honor a los cinco Abakuá que cayeron en el único intento conocido de rescate de los ocho estudiantes de medicina fusilados por el gobierno español en 1871.
El recordatorio se lleva a cabo desde el año 2006 en la esquina de Morro y Colón, en La Habana. Inspirados en un artículo del periodista Serafín “Tato” Quiñones, se reúne allí un grupo de miembros y no miembros de esta hermandad mutualista religiosa. Llevan tambores, se leen algunos poemas, y se celebra a aquellos que dieron la vida con honor ante la injusticia.
“Los años anteriores estuvo mejor”, comentó uno de los participantes haciendo eco del sentimiento común y de la molestia de los fundadores. “La celebración duró hasta que oscureció y el Ireme guió a todo el mundo hasta el monumento a los estudiantes de medicina y ahí se les hizo su homenaje también”.
Es digno de celebración que unos pocos hombres negros, armados con machetes y algunas pistolas, miembros de una hermandad ilegal, salieran a enfrentar a toda la fuerza de los voluntarios españoles en defensa de unos adinerados muchachos blancos.
Entre los atacantes que murieron ese día, estaba “el negro Álvarez de la Campa”, de apenas 15 años, que compartía con el menor de los estudiantes condenados— Alonso— más que los apellidos heredados de sus amos. Su madre había sido la nodriza de Alonso, habían sido amamantados al mismo tiempo, eran “hermanos de leche”. También se sospecha que Alonso era Obonekué (iniciado en la religión Abakuá), miembro en el juego conocido como Okóbio Efó Mukarará, primera potencia de hombres blancos que existiera. Porque Abakuá fue la primera asociación integrada de Cuba.
Lea también
Durante años, este hecho se mantuvo casi en el olvido; luego, apenas mencionado y publicitado. En 1998 y tras años de investigación, “Tato” Quiñones publica su artículo “Historia y Tradición Oral en los sucesos del 27 de noviembre de 1871” en La Gaceta de Cuba. En el 2006, un grupo de personas inspiradas por este artículo decidieron espontáneamente, “a chekendeke”, peregrinar hasta la esquina donde callera uno de los cinco valientes y fijar una tarja conmemorativa del suceso. También decidieron hacer anualmente la peregrinación y el homenaje.
En el 2010, el Consejo Supremo de la Asociación Abacuá [sic] de Cuba, conocido popularmente como “el buró nacional”, decidió apropiarse del evento, haciéndolo parte de sus fechas de celebración, junto al 6 de enero, e incluirlo en el calendario oficial. Siete años de peregrinaciones siguieron, viendo en cada una de ellas como el recorrido del Ireme o “diablito”, que originalmente dirigía a los presentes por Prado y hasta el Monumento a los Estudiantes de Medicina, se iba acortando: en 2017 solo llegó hasta el Prado, t en 2018 apenas hasta Zulueta.
Doce pasaron desde el primer evento y aún el hecho no se reconocía en los medios oficiales de la prensa cubana, siempre con excusas del tipo “eso no se puede hacer, eso no está aprobado”.
Pero el 27 de noviembre del 2018 se estrena la película Inocencia, de Alejandro Gil, con una gran aceptación por parte del público. Entonces el discurso cambió. De repente este 2019 los medios oficiales no paran de hacer ecos del evento, lo mencionaron hasta en el espacio televisivo Mesa Redonda. Finalmente, después de años de lucha por el reconocimiento de un hecho heroico y con importantes ramificaciones raciales y religiosas en la Historia de Cuba, la popularidad de una película viene a cambiar la opinión oficial.
Finalmente esos cinco negros anónimos e ignorados son reconocidos; finalmente “se puede hablar de ellos”; ya “están aprobados”.