“Cadáveres amados, los que un día/ ensueños fuisteis de la patria mía”. José Martí.
El Cine del realizador cubano Alejandro Gil es un cine donde el ser humano y su constante búsqueda de la verdad, sus luchas cotidianas en situaciones adversas son, casi siempre, el leitmotiv de las historias.
Desde su debut en el largo de ficción con La pared (2006), hasta Inocencia (2018),es precisamente el hombre y sus conflictos existenciales el motor impulsor de tramas donde se discursa sobre aspectos vitales de la condición humana, sin importar el contexto histórico o los conflictos narrados. Siempre estamos abocados a un drama mayor: el hombre, su verdad, su lucha por la libertad desde el individuo mismo.
Narrar desde lo micro a lo macro ha sido vital para este realizador que con su última película, Inocencia, ha recibido el justo aplauso de público y crítica. El filme narra una historia fuerte, la más sensible del siglo XIX capitalino y quizás a nivel nacional: el asesinato de los ocho estudiantes de medicina el 27 de noviembre de 1871.
El hecho histórico en sí es bien conocido por todos, por ello debió ser un reto llevar a la gran pantalla las zonas desconocidas de la historia y sobre todo el esfuerzo que realizó Fermín Valdés Domínguez, quien durante dieciséis años, buscó los cuerpos de sus compañeros de celda así como la escritura de un libro y posterior edición. Inocencia es una historia coral que narra desde lo humano, y sobre todo porque para el realizador, la historia siempre la hicieron los hombres, las mujeres, los niños y toda una sociedad que vacila, que tiene sus miedos.
Este pudiera ser el presupuesto estético esencial de la historia estructurada con un montaje paralelo, uno de sus aciertos más importantes. Se narra desde el presente-pasado: la búsqueda o pesquisa de Fermín Valdés Domínguez y el hecho histórico en sí, el drama mayor que constituyó el asesinato de los jóvenes estudiantes, casi niños, que apenas comenzaban sus andanzas por la vida.
El guión de Amilcar Salatti juega constantemente con elementos dicotómicos que reflexionan sobre aspectos medulares de la condición humana, por ejemplo: valentía/ cobardía, vida/ muerte, odio/ amor, lealtad/ traición, el bien/ el mal, entre otros. En la primera parte del filme el espectador siente como si le estuvieran narrando una historia (otra) o sea, ese estado confort de los jóvenes en el aula, o el coqueteo propio de los adolescentes con las muchachas, el divertimento y bromas así como el desenfado del relato nos hace sentir por momentos que se nos narra una historia de época y juventud, incluso llegamos a olvidar que los jóvenes van a morir, esto pudiera ser otro de los aciertos del guión de Amilcar Salatti, hacer de esta tragedia histórica un conflicto de una contemporaneidad que logra atrapar al espectador desde el mismo comienzo.
La estructura circular del filme que comienza con la voz en off del jefe del pelotón de fusilamiento que ejecutó a los jóvenes, además de las voces del abogado defensor, del profesor de los estudiantes, todo ese caos mezclado en una sola imagen es como un tiro de gracia en la sien del espectador, pero de repente todo se ilumina y estamos en la Habana de finales del XIX, donde Fermín Valdés Domínguez indaga por el paradero de los cuerpos de sus amigos de juventud.
A un nivel simbólico Inocencia sostiene un interesante diálogo con signos que connotan en el discurso visual del filme como elementos que nos sugieren lo que acontecerá. Por ejemplo, escuchamos durante todo el filme el constante cerrar y abrir de las rejas, incluso la escena romántica de Lola y Anacleto en casa de la joven es a través de las rejas de la ventana, el rojo intenso de la flor que arranca Alonso Álvarez de la Campa para su mamá y que también desata parte del conflicto en el cementerio, es de un rojo color sangre. La flor como símbolo de belleza y muerte.
Inocencia es también una película que cita a grandes autores del panorama literario de la época como lo es el poeta Walt Whitman y su canto inmenso que recita uno de los estudiantes en la casa de Alonso para atraer la atención de las hermanas del joven. En esta película se muestra quizás de manera sutil el papel de la mujer de la época, mujer más bien mirada como objeto y no como sujeto. Las mujeres de la historia, las madres, las hermanas, todas son jóvenes que siguen el patrón diseñado para ellas en la sociedad: ser esposas y madres. La mujer del XIX es una mujer sumisa que no tiene otro rol más que servir a hombres que repiten un patrón heredado de siglos de dominación patriarcal.
El tema de la esclavitud, el abuso de los negros, es otro de los tópicos que sugiere el relato que intenta abordar los males mayores de una época signada por la humillación a la mujer, al esclavo, al negro, al pobre, humillación que redunda en esencia en coartar la libertad del ser humano, en este caso del cubano que en la época o se rebelaba e iba a la manigua o luchaba en la clandestinidad con una labor intelectual, como es el caso de Fermín, entre otros patriotas cubanos; o se sumaban a la lista de voluntarios que defendieron a la corona española y arremetieron con odio contra sus compatriotas más que los propios españoles que detentaban el poder en la isla.
Las relaciones de poder es otro de los tópicos que aborda Inocencia, y hacernos sentir muchos de los conflictos de los personajes muy contemporáneos. Inocencia es una película dirigida a los jóvenes, que a su vez protagonizan los jóvenes, muchos de los actores no habían estado nunca en la gran pantalla, fue importante para Alejandro Gil redimensionar el carácter simbólico de la fecha, pero también que el espectador pudiera comunicarse sentimental y humanamente con los sucesos y los personajes que estaban alrededor de la historia. Inocencia es una película diferente precisamente por no ser una película panfleto, y menos aún encartonada aburrida; es una cinta de un trasfondo humanista inmenso y de una cubanía innegable.
El himno de la bayamesa, que entonan los jóvenes estudiantes en dos momentos de la historia, constituye en la trama el significado patriótico de un himno que le canta a la mujer bayamesa, pero que también le canta a Cuba como nación y sirve de apoyatura en la historia a su realizador para hacernos a todos partícipes de un relato que sentimos, nos duele en la piel, muchos entonamos el himno en el Cine Yara durante las jornadas del 40 Festival de Cine de la Habana, en las proyecciones y gritamos a coro Viva Cuba libre junto a los estudiantes, cuando son sacados de la celda para ser fusilados por el odio y la crueldad de un cuerpo de voluntarios que representó en la época a ese hombre bajo y ruin que se vendía por dinero y que no sentía ningún amor ni por Cuba ni por nadie.
La corrupción de un grupo de gobernadores y oficiales que por mantener el poder se dejaron manipular y fueron capaces de ceder ante el odio es otro de los tópicos que aborda Inocencia, cuya ambientación y fotografía funcionan en el filme como personajes. Se reconstruye la Habana del XIX de manera que sintamos la época lo más fielmente posible. Logro de la dirección de arte de Aramis Balebona, quien ofrece una fuerza descomunal a la visualidad de la película. El trabajo de la dirección de arte es heroico porque narra visualmente desde lo contemporáneo, aunque estuviera acercándonos al siglo XIX.
Por otra parte destaca la fotografía de Ángel Alderete, quien contribuyó de manera rotunda a que las épocas no se confundan. El uso de lentes y filtros, la iluminación de las dos épocas, todo esto es logro del director de fotografía que jamás había fotografiado una película de época, así como el equipo de efectos digitales que remarca también los dos momentos de la historia en un montaje paralelo que establece ese diálogo incesante entre pasado y presente.
El desenfado a la hora de narrar hacia puntos de vista muy importantes desde una recontextualizacion de la historia hacen del filme ese diálogo fluido con el espectador, que se siente partícipe del relato, no sujeto pasivo sino espectador participante en cada momento de la historia. La dirección de actores es vital, el diseño de los personajes, los ocho que iban a morir y ese líder que fue en la película Anacleto, héroe romántico, valiente, que nos da una visión profunda de un joven que no claudicó y sirvió de guía para sus compañeros de celda es otro de los aciertos del filme, que además de indagar en lo desconocido del hecho histórico, se aventura con las licencias que otorga el cine de ficción para recrear a un Anacleto sensible, romántico, tierno y también a un líder que hasta el último instante miró a la muerte de frente y sin miedo. La valentía que supone utilizar en este tipo de historias el recurso del melodrama sin temor a que las lágrimas nos nublen el entendimiento es un recurso válido que no lo elude en situaciones dramáticas extremas, como lo es en las escenas donde los familiares saben que sus hijos van a morir, o donde los mismos jóvenes inocentes saben que van a morir y se niegan incluso a implorar por sus vidas.
El oportunismo, la hipocresía, el resentimiento, la bajeza, la belleza, la lealtad, la valentía, el patriotismo, valores y antivalores se manejan en el filme de manera orgánica. Los malos también tienen matices y los buenos pueden flaquear, porque el ser humano puede ser hermoso y valiente, pero también puede ser muy vil.
Inocencia se nos convierte al final en un filme ensayístico que sobrepasa una época, además de enfatizar en el hecho narrado se aventura, incluso, a narrar la posible participación de la hermandad secreta abakuá en una escena épica, de una belleza y valentía indiscutible, cuando deciden frustrar el fusilamiento de los estudiantes y luchan en una batalla desigual en hombres y armas en el momento preciso de la ejecución.
El tratamiento de los espacios en el filme es de vital importancia: el aula/ la taberna, la celda donde están presos los estudiantes/ el gabinete del gobernador, las calles repletas de voluntarios, el juzgado, el hogar de los jóvenes en constante contrapunteo con el futuro del relato en el que Fermín Valdés Domínguez los abarca todos: su propio hogar y la relación con su esposa, la imprenta, las cabalgatas por los campos en su demencial búsqueda de los cadáveres de sus compañeros, hasta el momento final de la presentación de su libro sobre la verdad de los hechos.
Inocencia es una película que narra un conflicto universal: la lucha del hombre por su libertad enfrentado a contextos socio-políticos opresivos. Ese es el Cine que ha caracterizado a este realizador cubano interesado en el hombre, en sus pequeñas o grandes historias, esta vez salió airoso de un difícil reto: contar una historia donde el espectador ya sabía el final, sólo que la manera de hacerlo convierte a esta película en una cinta imprescindible para el panorama no solamente cubano, sino latinoamericano.
El tercer largo de ficción de Alejandro Gil nos emociona porque, para él, el cine siempre está dialogando con su público inmediato, aunque sea un cine de autor, siempre está trabajando para esa percepción histórica y cultural, para hacernos sentir protagonistas de sus historias. Es un logro que se le agradece en un mundo signado por las tecnologías, las guerras, el odio, el abuso de poder, la pérdida de libertad de referentes de todo tipo y sobre todo la pérdida de espiritualidad y valores en general.
Cine de denuncia social, cine histórico, cine de personajes de un lirismo intenso, veracidad/ ficción, intimismo, cine coral, metafórico y simbólico, todo esto y más es Inocencia, una película que conmueve, que marca al espectador a su subjetividad porque el arte es eso y más, entretener y hacernos pensar, sentir que cuando abandonamos la sala oscura la historia aún camina con nosotros y allí estará para volverla a recrear y sobre todo hacerla nuestra, porque eso en esencia es el Cine, una ilusión que cada día se parece más a la verdad.