¿Quién se comió el pan de López?: detención escolar contra los sospechosos de un “delito”

​​​​​​​A los padres que fueron a recoger a sus hijos este viernes a un escuela de Jaimanitas, les resultó absurdo no poder llevárselos hasta que no apareciera el culpable de haberse comido “el pan de López”
Una niña cubana saliendo de clases. /Foto: Frank Lahera. ADN CUBA
 

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A los padres que fueron a recoger a sus hijos este viernes, al aula de 3ero C, de la escuela primaria Manolito Aguiar, en Jaimanitas, les resultó absurdo, casi ridículo, no poder llevarse a sus hijos hasta que no apareciera el culpable de haberse comido “el pan de López”.

El alumno de apellido López, comió la mitad de su pan de la merienda y fue hasta la mesa de la maestra a darle “un buchito de refresco”, pero cuando regresó a su asiento, lo que quedaba de su pan había desaparecido.

La maestra consideró este acto como un “delito”, y no dejó que ningún niño saliera hasta encontrar al culpable. Amenazó a los alumnos con la policía, y dijo que traerían un perro, lo cual provocó terror entre los alumnos.


Niños en Cuba saliendo de clases. /Foto: Frank Lahera. ADN CUBA
Niños en Cuba saliendo de clases. /Foto: Frank Lahera. ADN CUBA

Una niña de sexto grado, que estaba afuera de aula esperando para recoger a su hermana, se preguntó “qué resolvería saber quién se comió el pan, si ya  estaba en la barriga….” Y también que “¿por qué tienen que pagar todos por uno?”.

Aterrada todavía después que salieron libres y pudo hablar, una alumna de 3ero C contó a este reportero que la maestra los amenazó “con el jefe de sector y con un perro, que olía a los comedores de pan”. Y también “con una lupa gigante, que detectaba quién se roba la merienda de sus compañeros”. La maestra aseguró además que tenía un detector de mentiras y que era mejor que confesaran antes que la obligaran a utilizarlo.

Los padres de los niños se reunieron afuera y uno que se erigió líder, advirtió que era más perjudicial coger al culpable, porque su familia se convertiría en el hazmerreír del pueblo. Resultaba más educativo mantenerlo en anonimato.

 

 

La maestra siguió firme. Quería al culpable. Los niños, aterrados y sin respirar, miraban al frente, mientras los padres veían por las ventanas. Una niña del fondo comenzó a llorar y la madre, desde afuera, gritó:

—“¡No hija! ¡Yo sé que no fuiste tú…!”.

Otra madre gritó: “¡Ni mi hijo tampoco!”.

Se elevó un clamor en el grupo de padres, mientras los niños continuaban impasibles en sus asientos, protegiendo con su silencio a Mario, un niño gordo y desdichado, hijo de una madre alcohólica y un padre drogadicto, que vive muy mal en un cuartucho del callejón de Jaimanitas, lleno de miedos y de dudas, principal sospechoso del hurto.

“Porque siempre tiene hambre”— dice Laura, de su grupo, que se arma de valor para hablar ya fuera de la escuela— “Casi no atiende a la maestra, solo atento al timbre de la merienda. Pero López, con ese tamañón, no debió ponerse a llorar así por la mitad de un pan. Asustó a la maestra”. Los padres de López, según la niña, son “gerentes en una firma”.

La maestra sostuvo que quien roba un pan roba otra cosa, por eso insistió  en hallar al culpable. Los alumnos comenzaron a sospechar que ella sabía quién fue, y solo quería ridiculizarlo. Se mantuvieron pétreos, mirando la pizarra.

La derrota de la maestra finalmente sobrevino cuando los padres organizaron un conato. Entones soltó a los alumnos, uno por uno, pero antes los hizo firmar en el libro de incidencias, declarándose “cómplices” del “delito”.


Niños en Cuba saliendo de clases. /Foto: Frank Lahera. ADN CUBA
Niños en Cuba saliendo de clases. /Foto: Frank Lahera. ADN CUBA

 

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