Este 4 de abril el oficialismo celebra los aniversarios 59 y 60 de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y la Organización de Pioneros José Martí (OPJM), respectivamente, y lo hace en un clima de represión creciente contra la disidencia y el activismo, que poca esperanza deja a los niños y jóvenes de habitar algún día en un país mejor.
Apenas este sábado, un día antes de la “marcada” fecha, Luis Manuel Otero Alcántara fue detenido arbitrariamente por querer realizar una actividad con niños de su comunidad y los activistas de la Unión Patriótica de Cuba (Unpacu) en huelga de hambre fueron apedreados en un acto de repudio orquestado por los órganos represivos, incapaces de levantar el cerco que mantienen contra la sede de la organización y que provocó la huelga.
Pese a ello, el régimen celebra a sus organizaciones como si fueran realmente representativas del sector al que aglutinan y no meros vehículos para garantizar el adoctrinamiento y la fidelidad al sistema desde edades tempranas.
Quiere creer, al igual que sus acólitos, que los pioneros y jóvenes están con la pretendida revolución, aun y cuando para muchos cubanos ésta sólo significa hoy escasez, crisis económica, falta de derechos y libertades, coacción y represión.
Para ese fin trabajan las organizaciones cumpleañeras, parte de todo un andamiaje institucional que busca el adoctrinamiento desde edades tempranas mediante consignas, lecturas y contenidos sesgados, que poco enseñan sobre la amplitud y profundidad de las problemáticas sociales y económicas que debe enfrentar toda sociedad y que van más allá del martirologio y el empecinamiento en ideas excluyentes de otras.
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El adoctrinamiento, en mayor o menor medida, es parte intrínseca de la mayoría de los sistemas educativos, sean estos regidos por la Iglesia, el Estado o capitales privados.
Sin embargo, en sistemas políticos totalitarios, como el cubano, se hace más evidente y se erige como un lastre que pesará toda la vida, dibujándola como una cuestión dicotómica en la que la duda, los grises, la pluralidad y los cuestionamientos razonables son traición y afrenta a ese orden que supuestamente busca lo mejor para todos.
Las muestras de ese adoctrinamiento abundan y hoy 4 de abril se manifiestan un poco más de lo habitual.
Consignas como “pioneros por el comunismo, seremos como el Che” son repetidas de manera rutinaria y hasta el cansancio o el aburrimiento, sin dar elementos a los pioneros para que aprendan a cuestionar por sí mismos y analicen si quieren ser como una figura histórica polémica, que desborda pasiones encontradas a lo largo de todo el espectro ideológico, o limitarse a ser un ciudadano común, con los derechos, obligaciones y responsabilidades que tal condición implica.
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Pero, ¿qué esperar de un sistema que “educa” para la violencia política y para la negación del todo aquel que piense diferente?
La vacía consigna de culto a un hombre visto por muchos como asesino quedaría como elemento menor si no fuera porque en el sistema educativo del régimen va acompañada de lecturas y contenidos que incitan a aceptar al régimen y sus dinámicas, así como a legitimar la represión y el castigo a quien no lo haga.
“El miliciano tiene un fusil. Él ama la paz. En manos buenas, un fusil es bueno”, se lee en el libro de Lectura de primer grado, mismo en el que además se fomenta la adoración a los líderes del régimen cual si de dioses se tratara, con perlas como ésta:
La Plaza está muy linda. El cielo se ve azul. El pueblo miliciano desfila. Miles de pañuelos saludan. ¡Está Fidel! Lo vemos feliz. ¡Viva Fidel!
Con tamañas enseñanzas o bombardeo de propaganda desde edades tempranas no resulta tan difícil de comprender cómo es posible que aún haya cubanos capaces de agredir a otros por pensar diferente, ya sea como asistente a un acto de repudio o como uniformado y presunto garante del orden interior.
En definitiva, muchos han sido pioneros ejemplares, dizque por el comunismo, y se les educa para la violencia y la exclusión política, no para una ciudadanía efectiva y la convivencia pacífica.