No deja de sorprender cada vez más el Granma. Jamás convencerá sumido entre turbiedades destinadas al lerdo público. Al diario siquiera le importan ya las ideologías. El desfase revisionista es tal, que las cansinas luchas de clases que empoderaron a los eternos poderosos, o toda aquella bazofia anarco-costumbrista de la que se desentendieron por hartazgo hasta sus precursores, parecen tener espacio.
De un tiempo acá, cualquier Facundo Correcto publica dentro del vocero oficial presunciones elitistas, loas desmedidas, y aviva el tizón de su llamita nacionalista: “Altruismo cubano, sicología mambisa”, como un (mal) ejemplo.
Este 8 de junio, cuando se celebraron los 12 años de haberse consagrado a los océanos por la Organización de las Naciones Unidas, el periódico con el nombre del yate insumergible se apea con hilván de desatinos en forma de rosario guevariano, dispuesto a desecar al más creído con una alabanza mambisera que reúne en pelotón a Julio Sanguily, Ignacio Agramonte, Henry Reeve, Antonio Maceo, Panchito Gómez Toro, Juan Delgado, Roberto Roque, Elián González, James O´ Kelly, los 5 héroes escoltados por el interfecto ceniciento, hasta taponar el túmulo funerario con un «Fernández Retamar cuando dijo que la palabra más venerada en Cuba es mambí, que es un timbre de gloria considerarse descendiente de uno de esos guerreros de caballo y machete, como mismo de negro, de alzado, de cimarrón independentista, nunca de esclavista». El Fusilamiento masivo. Para no olvidar el slogan: "Cada cubano debe saber tirar, y tirar bien".
Evaden reconocerse allí los nuevos propietarios de la isla. Nuestros indemnes mandamases. En tosca prueba de heredad y amor filial. Hablan, estos documentados, hasta de un hombre nuevo (¡otro!), que no se corresponde con el indicado por aquel comandante iluso, sino de uno nuevecito, pero viejito, manigüero, palmichero, “elpídico y valdéico”, invento de las diletantes-redacciones que seguramente lo han encargado. El desespero por la falta de asidero es tal. Da torcidos frutos.
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Algunos han navegado esas corrientes invectivas con peor suerte que nuestra académica de hoy, como el agente-devenido-agitador Raúl Capote, quien va saltando del panegírico al encomio, o bajo vis de lisonjero-usufructuario de capa caída (no indaguemos qué habrá pasado con la espada), reencarna en halalevas, lamebotas y limpiacasacas olímpicos, guataquería postrevolú.
Así, la “periodista” Romelia Pino Freyre, directora del Instituto de Filosofía del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, quien con empirismo cumbre remedó —y remendó— el pasado 22 de abril nuestra devoción pro-soviética sacando la mocha y rompiendo momias con un textículo desembalsamador, digno de reconcomio: “Sigue teniendo la palabra el camarada Lenin”, del que profiere no escuchar mudez, y donde interpreta lo que sigue:
«Con el derrumbe del socialismo en Europa, los enemigos de los trabajadores y de los humildes no han cesado en su campaña de descrédito de la obra de Lenin, en un trabajo arduo y estéril, porque es imposible silenciar u ocultar el paso de Lenin por la historia, no digamos ya contemporánea, sino de toda la humanidad. Pero, si nos circunscribimos a la época contemporánea, es preciso decir que el mundo cambió radicalmente con la fundación por él del primer Estado de obreros y campesinos. Habría que preguntarse por qué leninismo, si hubo otras revoluciones trascendentes de corte proletario. El nombre de Lenin, junto al de Marx, tiene una explicación que va más allá de coyunturas históricas, se trata de sus múltiples aportes a la teoría hecha por los clásicos.»
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De modo que Clásicos. Tipos de altura. Habrá que invocar a Sócrates, Aristóteles y Platón, a Averroes. Sabios —los pobres— que nos harán delirar con sus versiones mundanas de democracias no socia(s)listas, o el barullo de gozar las libertades individuales, tambor de otra conga. Semejante provocación extemporánea (y dúctil), suscitó interesantísimos comentarios (los publicables, claro) como este que denota amalgama de contradicciones con tufo a vaho de pitonisa:
Clara Danger Cleger dijo: 23 de abril de 2020/14:15:58
«Realmente la vigencia de las ideas Leninistas son extremadamente fuertes y reales. Los que hemos estudiado, aunque someramente la obra de los clásicos y especialmente la de Lenin cada día observamos cómo se pone de manifiesto lo que este gran pensador nos legó y como supo desmenuzar el presente del capitalismo con hombres horrendos como Trump.»
Pero ha permanecido impertérrita ella a la diarrea verborreosa. Tampoco se ha bajado este 5 de junio con numerito apropiado para celebrar un día que investiría honor al ministerio en el cual se inserta, sino que enfocó cañones —ungida de toga y cetro con reminiscencias de película setentona que amasó idéntica acusación— contra saboteadores contrarrevolucionarios (ver filmografía de Manuel Octavio Gómez, 1973), quienes sortean cualquier pandemia, sea natural o fabricada.
Pero vayamos al texto insólito tras la escalada resucitadora del fenecido patriarca –no ortodoxo, el radical— del prolet-“airado”, teniendo por botón de muestra este delicioso entrante suyo:
“El concepto de sicología mambisa sirve para designar la expresión de las maneras de sentir, pensar y actuar de un hombre nuevo formado en la manigua: el mambí, que es el patriota cubano y solidario, vinculado a los más elevados ideales de independencia y de libertad, dispuesto a los mayores sacrificios, convencido de la justeza de sus ideales”.
En lo adelante, la artista ensamblará pliego de citas y situacionales irreproducibles por el cansancio que provocan.
María del Rosario López Torres y Edwin Pedrero González, junto a nuestra heroína de pensamiento acrítico, venden en Amazon desde el 2018, al módico precio de medio centenar de libras esterlinas, “Logro Escolar y Deserción desde el pensamiento complejo”, un manual justiprecia-torvo de lo que nuestros adolescentes —que fueron fundadores y fundamentadores de las revoluciones universales, revoltosos per se— no deberán nunca hacer (bajo el consejo y discreto-decreto comunistoide presentado).
Da pena constatar que los y las modelos —modernos y desenfadados— que aparecen decorando la portada del librito, ni son cubanos, ni casi nadie se tragó ese precio, restando importancia comercial a los desplantes verbales por ver, así como la indiferencia del intentar abortar el abandono educativo o “el impacto” —ininteligible a mayorías iletradas e inmersas en pesarosas cotidianidades— de lo que el trío de escritores llama en sub-trama: “su eficiencia terminal”. Máxime si se trata “de la experiencia cubana”.
Estudios Discrecionales de las escuelas filosóficas europeas que sí sentaron cátedra desaconsejan incidir sobre el vulgo en razón de “conformar o fomentar” nacionalismo vacuo, tipo plan de encomienda gubernamental, especialmente durante las crisis existenciales, demostrando cómo resultará ver tirar lo pescado por la borda.
Durante épocas de colisiones sucesivas, los ilustrados en el pensamiento junto a vástagos del aprendizaje reaccionaron de manera conciliadora frente al empuje de lo que desde entonces se llama “la ira común”. Es decir: el cansancio del parroquiano simple expuesto a las mentiras complejas.
Los ideólogos del patio parecen desentenderse de tal experiencia. Por impropia o no encomiable. En su ciega reiteración —manía calzadora del momento-moda—, acuden al sucinto inventario de erratas políticas en temas tan constatables, prolongación de las mil estafas continuadas. Pero hasta ahora.
¡No pasarán!, llegará a escucharse un día —quizá entre risas y llantos—, pues será la hora de entender por qué extender las añejas barricadas (aunque puedan desplegarse solamente las mentales).