Bruno Rodríguez me provoca vergüenza ajena. Y rabia, mucha rabia.
El canciller cubano ha perpetrado un sinfín de idioteces en su corta carrera al servicio del castrismo. No se olvida su júbilo tras el discurso de reconciliación de Barack Obama en La Habana, truncado por un rapapolvo de Fidel Castro, que le hizo torcer la sonrisa en una mueca tétrica.
A partir de entonces ha mostrado su disposición para las acciones más bajas y los deslices más perversos, que lo ponen en el pelotón puntero de jerarcas cubanos que meten la pata con lo que dicen o escriben. Y ahora más, cuando tímidamente cruzan las fronteras del diario oficialista Granma, para quedar en ridículo a nivel mundial utilizando la red social Twitter.
Ahora, cumpliendo órdenes, porque supongo que desde aquel “error” de opinar por sí mismo, Bruno Rodríguez no dice lo que pasa por su particular cabecita, utiliza a la infancia para atacar al imperialismo norteamericano y a la actual administración EEUU, y de paso mostrar el lado pulcro y sensible de la revolución de la que es (y se siente) vocero y cancerbero a la vez. Usa a los niños como un pederasta ideológico, para culpar a Norteamérica de la miseria y la muerte.
Se ha hecho viral la terrible imagen que recoge los cuerpos sin vida de Óscar y Valeria Martínez, un salvadoreño y su hija de un año ahogados en las orillas del río Bravo, y pone Bruno, de manera brumosa, un comentario que más que justiciero, suena en su voz hipócrita y cínico: "Desgarra ver a Valeria dentro de esa camiseta, con el brazo sobre el cuello de su padre. No los mató el Río Bravo. Fue la política migratoria de #EEUU".
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Me insulta Bruno Rodríguez porque es de mi generación, la de los engañados, pero él parece no se entera de eso. Me provoca rabia la ligereza de Bruno Rodríguez al insultar de esa manera a una niña muerta y a su padre que pretendía un futuro mejor para ella. Y me revienta que Bruno Rodríguez los utilice para su monserga anti-capitalista, en los momentos en los que más de cincuenta cubanos se han ahogado en otro río, en su angustiosa cruzada por llegar a un sitio donde la vida, que es tan corta, valga la pena vivirla porque el gobierno al que pertenece Bruno Rodríguez ha hundido a la isla en una miseria como nunca se vio en nuestra tierra.
Pero más que insultarme Bruno, me horroriza esa cúpula de viejos rabiosos y fracasados y sus seguidores, que gritan con delicada deshonra “Somos continuidad”, para avisar que seguirán destrozando un país que antes de la llegada de la plaga que trajo Fidel Castro, era próspero, y del que muy poca gente se iba a la aventura de no ser nadie en otros lugares del universo, porque allí, mal que bien, y con miles de defectos, pertenecían a una nación que prosperaba.
Acuso a Bruno Rodríguez y al gobierno del que finge (que no funge) ser Ministro, porque le orientan y le permiten esa insensibilidad que ha demostrado en su comentario, y tratan así de disfrazar que son culpables de miles de muertes de cubanos en el estrecho de La Florida, y ahora en esas selvas desconocidas de Centroamérica.
Que alguien le tape la boca de una vez a Bruno Rodríguez, que es una vergüenza humana, y a ese gobierno de Cuba, que también avergüenza a los hombres de bien de este mundo con su indecencia ideológica, que ve la paja en el ojo ajeno sin querer mostrar la viga que hay en el suyo.