Los vendedores de agro tienen muy claro que su objetivo es ganar dinero y, para lograrlo, hacen como si los precios topados no existieran. Los cierto es que las lógicas del mercado son más fuertes en esto que las normas del Estado.
“La tablilla tiene los precios correctamente”, dice Marilín Díaz, una cienfueguera que acude al mercado en busca de provisiones para el hogar. Pero“cuando yo le pegunto a la dependienta cuáles son los precios, para nada se corresponden: la mazorca de maíz, cuya libra debe venderse a 1.5 pesos, está a 3; la berenjena, que debería costar 3 pesos la libra, pues la cobra a diez, y una piña en 15. Una cosa es la tablilla y otra bien diferente es la realidad”.
Igual suerte corrió Oneivys Tamayo, a quien le cobraron 20 pesos por una libra de tomates, que según la pizarra, debe ser de 3.6 pesos. Con razón expresa que “no es justo; no hay bolsillo que aguante de esa manera”.
“Los compañeros de la Dirección Integral de Supervisión (DIS) aplicaron cinco multas por violaciones de precios que ascendieron a 700 pesos, algunas de manera reiterada”, explica Miriam Díaz, especialista de esa institución, requerida por el periódico local 5 de septiembre. Sin embargo, los vendedores siguen con sus prácticas habituales.
Directivos de la empresa de comercio provincial reconocieron que son muchas las medidas que ellos mismos toman para tratar de solucionar (en vano) la violación de los precios topados. Retiros de licencias, separación del puesto para administradores y vendedores, vigilancia… sin efectos aparentes.
Por supuesto, el periódico 5 de septiembre no dice si los encargados de poner las multas y tomar las decisiones drásticas también están implicados, corrupción mediante, en dejar hacer a los vendedores, algo muy común en Cuba.
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La indiferencia de los vendedores a los precios topados no se ve solamente en los agros, sino también en el transporte pública. El 19 de noviembre de 2019 ADN Cuba publicó un breve reportaje de uno de nuestros colaboradores en Cienfuegos, en el que hablaba de cómo los taxistas se burlan de las estipulaciones del Estado.
Una máquina a Cruces, en horario normal, tiene un costo de 25 CUP por pasajero, un precio alarmante para los 32 kilómetros que separa al municipio de la cabecera provincial. Los autos a Santa Clara deberían tener un precio de 50 CUP, pero esto, claro está, no se respeta a partir de aproximadamente las cinco de la tarde, comentábamos en aquel texto.