Las autoridades del municipio capitalino Arroyo Naranjo cometieron un acto mezquino e injusto al ordenar el desalojo de una anciana de 92 años para apoderarse de su casa, valiéndose del desamparo de esa mujer ya en la recta final de la vida.
“Esta es la condición en que el gobierno del municipio de Arroyo Naranjo de la ciudad de La Habana puso a una anciana de 92 años, para ellos es mejor enviarla para un albergue y decomisarle la casa que pedir revisión de su caso”, denunció una vecina en redes sociales.
No mucho tiempo atrás, el nieto de la señora, quien vivía en un cuarto independiente de la casa, fue acusado de proxenetismo y recibió una condena de 5 años de cárcel. Hace tres años la entrevistaron para conocer del caso, pero ella no pudo responder porque desconocía las actividades de su nieto.
Ahora le llega la notificación de desalojo por el caso de su nieto. Nadie en la familia se lo esperaba, porque el hombre cumplió una condena de un año y está libre. Según la declaración, la incapacidad de la anciana para contestar las preguntas de las autoridades hace tres años la pone en complicidad con el nieto.
Vecinos y familiares denuncian el suceso como un intento burdo y evidente para sacar a la anciana de su casa, donde ha vivido siempre, y quedarse con ella. Piden que la señora obtenga un abogado para defender su derecho a vivir en su hogar.
Este no es un caso aislado en la Isla. La crisis de la vivienda es tan grande que muchas personas utilizan todo tipo de medios, a veces legítimo y otras no, para hacerse con un cuarto o apartamento.
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ADN Cuba ha reportado en varias ocasiones sobre ese problema, uno de los más acuciantes de la realidad cubana, en el que están envueltos el gobierno, los ciudadanos comunes y corrientes, y las fuerzas del orden público.
No hace mucho, en enero de 2020, reportamos el intento de desalojo por parte de la Policía de una comunidad instalada en el municipio del Cerro, luego de haber convertido un solar malsano en una comunidad donde pueden tener una casa, una vida medianamente digna y oportunidades laborales.
La mayoría eran descendientes de familias pobres por varias generaciones y nacieron en las zonas más necesitadas del oriente cubano. Llegaron a La Habana como cualquier otro migrante buscando trabajo y casa. Ninguno de los dos sobra en una ciudad que rechaza a sus propios nativos por las mismas razones que movió a los de Oriente, hacia regiones más prósperas en otros países.