El despliegue represivo de este domingo 22 de noviembre en Cuba, como respuesta a la convocatoria a protestas masivas en los parques centrales de cada provincia que hiciese el Movimiento San Isidro (MSI), puso en evidencia una vez más la naturaleza de total desprecio por los derechos humanos y el Estado de derecho del régimen de la isla.
Como uno de los ejemplos cimeros de ello, además de la ola de detenciones arbitrarias y los impedimentos para que periodistas independientes y activistas saliesen de sus domicilios y respondiesen a la convocatoria, ya fuera manifestándose o cubriendo informativamente los eventos, estuvo el acto de repudio montado en el Parque Central de La Habana, donde la turba movilizada por el régimen no tuvo reparos en mostrar cómo trata a la prensa libre y la internacional.
De la última se esperaba que cumpliese con su deber de informar respecto a lo que sucede en San Isidro, donde 14 activistas han permanecido atrincherados por cerca ya de una semana, exigiendo la liberación del joven rapero aficionado y contestatario Denis Solís.
No lo había hecho, pero este domingo, ante la convocatoria a la protesta, agencias como EFE y televisoras acreditadas y toleradas por el régimen se dispusieron a dar cobertura a todo lo que estaba aconteciendo al respecto.
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Sin embargo, los medios que acudieron al Parque Central se encontraron con una lamentable escena, fabricada por el régimen y sus órganos represivos para impedir que en el mundo se conozca con exactitud la realidad sociopolítica de la isla.
Los “defensores” del pretendido Gobierno Revolucionario eran muchos en comparación con dos, tres o cuatro activistas pacíficos que acudieron al llamado del MSI, por lo que sólo se escuchaban sus trilladas consignas de defensa al régimen y sus insultos a aquellos que, haciendo uso de sus más elementales derechos humanos, consagrados por la ONU y la comunidad internacional, se permiten disentir.
De acuerdo con el activista y rapero Osvaldo Navarro, uno de los que acudió al lugar, los “revolucionarios” estaban “dispuestos a dar golpes o matar incluso, porque si se va un mal golpe y pasa algo trágico, nadie lo va a pagar”.
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Ese es el sistema de este país, un sistema donde se reprime a activistas, periodistas, etc. Un sistema con un asiento, paradójicamente, en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, denunció Navarro en una directa desde su perfil de Facebook, luego de haber sido liberado tras ser víctima de una detención arbitraria.
“De todo lo que sucedió hoy saco una experiencia muy personal. Es bien particular el caso de hoy, he visto la represión de cerca, pero la agresividad que tenían hoy con la prensa internacional que estaba presente fue mucha”, comentó el activista, miembro del Comité Ciudadanos por la Integración Racial (CIR), en su directa.
Según narró, había una mujer periodista que los manifestantes auténticos pudieron identificar claramente, sobre la cual el encargado o uno de los que estaban dirigiendo a la turba movilizada por el régimen dijo, en clave de instrucciones para los vociferantes: “Miren, a ella no la golpeen porque a ella la va a atender el Minrex (cancillería del gobierno cubano). Si la quieren escupir, escúpanla, pero no la toquen”.
Para Navarro, con toda lógica, la escena demuestra el total desprecio del régimen y sus defensores por los principios más elementales de la democracia, el Estado de derecho y la convivencia cívica. “A otros periodistas les querían quitar los teléfonos. La represión contra los periodistas fue agresiva, contra los activistas más aún”, puntualizó.
Su testimonio, en tanto participante directo de la reprimida convocatoria, consagra lo harto sabido al evidenciar el trato del gobierno cubano a la prensa independiente e internacional. No obstante, por repetitivo o conocido no deja de indignar, más aún cuando siete de los 14 activistas atrincherados en San Isidro llevan cerca de cinco días en huelga de hambre –dos también de sed y en un delicado estado de salud-, sin que el régimen hasta el momento muestre, al menos, la menor disposición para escucharlos y atender sus reclamos.