Carlos M. Álvarez desafía cerco castrista: “O me meten preso o me dejan suelto por mi país”

El conocido periodista y escritor de ficción cubano Carlos Manuel Álvarez, denunció que el régimen castrista lo ha retenido arbitrariamente en encierro domiciliario durante 17 días
Carlos Manuel Álvarez. Foto: Lulú Urdapilleta
 

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El conocido periodista y escritor de ficción cubano Carlos Manuel Álvarez, denunció que el régimen castrista lo ha retenido arbitrariamente en encierro domiciliario durante 17 días.

Álvarez, narrador, director de la revista independiente El Estornudo y columnista para medios prestigiosos como El País, Vice y The New York Times, aseguró que este martes tratará de romper el arbitrario sitio policial.

ADN Cuba reproduce íntegra su crónica del encierro, publicada en el perfil de Facebook de Carlos Manuel Álvarez:

 

Llevo 17 días de encierro domiciliario, salvo dos momentos en que me permitieron ir a Damas 955 a recoger mis pertenencias y viajar de La Habana a Cárdenas. No he salido más de la casa de mi abuela, barrio Fundición, desde que el pasado 4 de diciembre intenté llegar a mi casa a ver a mi madre y la policía política me interceptó en el camino. A partir de ahí, he tenido patrullas custodiando la cuadra, agentes en las esquinas, un puesto de mando en la casa de la vecina del frente, donde han instalado, cree mi familia, una cámara detrás de la ventana o algún equipo de escucha, cosas locas así. Suena a ciencia ficción en una comarca donde lo único que hay es pan y paletica de helado. A mí, francamente, me da igual. He estado leyendo y escribiendo, respetando mis tiempos, actividades subversivas que ninguna cámara puede captar. He visto cómo unos funcionarios iletrados de cuarta, dígase ese señor Murillo, admiten desde su grotesca obesidad, con palabrería partidista, que Cuba se dirige hacia el inevitable capitalismo autoritario que ellos mismos propiciaron. Dictadura y mercado, dólares y represión. La gente está desamparada y lo sabe. La perplejidad y el desconcierto son los disfraces del pánico.

Desde hace unos días, me quitaron las patrullas de las esquinas. A veces parquean en la cuadra una Van, a veces una camioneta, a veces una guagua. No sé si con ese juego de apariencias quieren demostrar que no se trata de vigilancia ilegal, pero el resultado es justamente el contrario. La policía es cualquier cosa, está en todas partes, sus uniformes y equipamientos son solo una formalidad. De hecho, es la institución el sitio donde quizá menos se exprese como cultura el estado policial. Ya antes me han paseado en Lada. Del parque folclórico del transporte nacional solo les falta la Berjovina, el tren militar y el bicitaxi.

Un bicitaxi, por cierto, era lo que manejaba Denis Solís hace unos años, y fue por ahí, cuando se lo quitaron, por donde empezaron a hacerle la vida un yogurt hasta que le aplicaron un castigo ejemplarizante. ¿Por qué? Por negro y por pobre. Él sigue en prisión, y los demás que estuvieron en San Isidro se encuentran hoy en una situación similar a la mía, así como artistas fundamentales en las conversaciones del 27-N: Tania Bruguera, Amaury Pacheco, Camila Lobón.

No he querido escaparme de la casa porque no tiene sentido, pero yo me sé el barrio y los vigilantes no. Me pongo a pasear por Cárdenas encantado del mundo, mientras ellos siguen ahí, vigilando nada, que es lo que han estado haciendo todos estos días y noches. Inspiran un poco de compasión. Se acuestan sobre el timón, comen en pozuelos, pasan frío y calor, y seguramente no saben ni por qué. ¿Cuánto tiempo más tienen que someterse a esto? Gente cercana me aconsejó que no saliera hasta después del 10 de diciembre. Hice caso, pero me pareció absurdo. A mí las efemérides me dan lo mismo. Ahora perfectamente uno puede pensar: «vamos a esperar hasta el 17 de diciembre», y así te coge la vida entera en esta película. Otra amiga dice que no saben qué van a hacer con nosotros, y por eso se demoran. Bueno, teniendo en cuenta que aquí nunca saben lo que van a hacer con nada, y la cantidad de tiempo que ese pequeño detalle se lleva siempre, me puedo pasar fácilmente diez años en Cárdenas antes de que tomen una decisión, y luego diez años más desde que tomen la decisión hasta que esa decisión llegue a Cárdenas, porque las decisiones aquí se toman en un solo lugar, ni Cárdenas ni más nadie decide nada. Se muere mi abuela, se muere mi papá, se mueren los que me vigilan, me empiezan a vigilar sus hijos, y yo encerrado. Solo pensemos que el castrismo ha echado como si nada treinta años por la borda para que caigamos de nuevo en 1990, sin escala.

Si no me cortan el internet, hoy tendré una charla en INSTAR con Cristian Alarcón sobre periodismo de investigación. Luego saldré a la calle, y volveré a entrar a la casa de mi abuela solo por mi voluntad. O me meten preso sin causa alguna, y tramitan de manera convencional este encierro barato, o me dejan suelto por mi pueblo y mi país, con todas las causas a mi favor. Además, el texto de este encierro ya tengo que concluirlo, necesita un (anti)clímax, entonces no solo estoy saliendo por razones de derechos individuales, sino también literarias. Tengo para mí que detrás de los barrotes de las palabras los presos son otros, y que estoy tratando de construir esas esclusas tan bien como puedo, para que los culpables no se escapen. 25/8, del Conejo Malo, es mi himno de este lunes: «Humilde, pero nunca me voy a dejar. Ta caliente, pero no me voy a alejar. Hoy salimos pa la calle. Luka Dončić, no hay manera que yo falle…»

 

Tomado del Facebook de Carlos Manuel Álvarez 

 

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